Portada » Historia » Historia Antigua de la Península Ibérica: De los Primeros Colonizadores al Reino Visigodo
Esta oleada colonizadora se produjo por razones geoestratégicas y la potencialidad económica del territorio.
Se asentaron en el sur de la península y en la costa mediterránea. Eran un conjunto de pueblos con muchas características comunes, pero que nunca establecieron ninguna forma de unidad política entre ellos. Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería. Desarrollaron una importante actividad comercial y establecieron relaciones comerciales con griegos, fenicios y cartagineses, llegando a acuñar moneda.
La sociedad ibera era tribal y estaba jerarquizada dependiendo de su poder económico y militar. Los poblados solían amurallarse y se localizaban en zonas de fácil defensa. El modelo político más frecuente era la monarquía.
Sus principales elementos culturales son:
Fueron un pueblo indoeuropeo que llegó a la península a comienzos del primer milenio. Aportaron numerosos avances técnicos, como el uso de la metalurgia del hierro. Sus asentamientos más representativos fueron los castros. La principal actividad de los pueblos celtas fue la ganadería. Es generalmente aceptado que su sociedad se organizaba en tribus, hablaban lenguas indoeuropeas y no conocían la escritura.
Esta cultura surgió en la zona de confluencia entre celtas e iberos; mezclaban características de ambos, pero predominó la celta. Fueron excelentes guerreros, dotados de una excelente tecnología armamentística. Tanto cartagineses como romanos los incorporaron a su ejército.
Los cartagineses dominaron la mayor parte del sur y sureste de la península ibérica, situando la frontera de su territorio en el río Ebro. El caso de Sagunto, conquistada por Aníbal, fue un hecho que se convirtió en el casus belli de la Segunda Guerra Púnica. La presencia militar romana se inició con el desembarco de varias legiones al mando de Publio Cornelio Escipión en Ampurias.
Los romanos se encontraron con una fuerte oposición de los pueblos peninsulares, especialmente de los celtíberos y de los lusitanos. El resultado de estas guerras fue que casi toda la península quedó bajo dominio romano.
El sometimiento de estos territorios se inició con las Guerras Cántabras, que acabaron con el control más o menos efectivo de cántabros, astures y galaicos por el emperador Augusto. Para asegurarse del territorio, Roma fundó diversos campamentos militares, como Asturica Augusta o Legio, que más tarde se convirtieron en ciudades. Con esto, toda la península ibérica pasó a formar parte del Imperio Romano.
Las principales manifestaciones de la integración hispana en la cultura romana fueron:
A partir del siglo III d.C., el Imperio Romano comenzó a padecer graves problemas que marcaron el inicio de su decadencia. La crisis fue consecuencia de:
Los visigodos llegaron a un acuerdo con el emperador romano y establecieron el Reino de Tolosa en el sur de Francia. Entraron en la península ibérica para expulsar a suevos, vándalos y alanos. Los visigodos se asentaron definitivamente en la península, donde formaron un reino independiente cuya capital fue Toledo.
Los visigodos eran una minoría social en la península. Su monarquía era electiva; es decir, los nobles visigodos elegían entre ellos a cada nuevo rey.
La crisis final del Imperio Romano acentuó la ruralización de la sociedad; las ciudades se hallaban en plena decadencia y la crisis del comercio había fomentado la autosuficiencia. Surgió un nuevo grupo social de campesinos dependientes llamados los siervos.