Portada » Historia » Transformaciones Socioeconómicas: Desde la Revolución Industrial hasta el Capitalismo
La tercera revolución industrial está impulsada por avances en tecnologías digitales, inteligencia artificial, biotecnología, automatización y tecnologías de comunicación basadas en internet (TIC). Este periodo está transformando los procesos productivos y la economía global, integrando tecnologías avanzadas en la vida cotidiana. En particular, la transición hacia un modelo energético sostenible, que aproveche fuentes como la energía solar y el hidrógeno, está avanzando, aunque la falta de voluntad tanto individual como colectiva limita su adopción total.
Esta revolución tiene el potencial de transformar profundamente la economía y la sociedad, democratizando el acceso a la energía. La posibilidad de que las personas generen su propia energía localmente y la compartan a través de redes interconectadas convertiría la energía en un derecho social y humano, más allá de una simple herramienta de progreso. La sostenibilidad energética, clave para un futuro más equitativo y respetuoso con el medio ambiente, requiere un compromiso global para garantizar el acceso universal a la energía, promoviendo su acceso como un derecho fundamental para todos.
El anarquismo es una ideología política que busca conseguir la emancipación (libertad) del humano de todo tipo de organización jerárquica que limite coactivamente la libertad del ser humano.
El socialismo es una corriente filosófica, política, social y económica, y una ideología que abarca una gama de sistemas socioeconómicos caracterizados por la propiedad social de los medios de producción. Incluye teorías políticas, económicas y movimientos asociados con tales sistemas. El primer partido político socialista fue el Partido Social Demócrata Alemán (1875). En España fue el PSOE (1879). El sindicato UGT se creó en 1888.
El ludismo fue un movimiento social que surgió a principios del siglo XIX en Inglaterra, protagonizado por obreros textiles que se oponían al uso de máquinas en las fábricas, temiendo que estas les robaran sus empleos. Los luditas, en su mayoría obreros y artesanos, veían cómo las nuevas tecnologías amenazaban sus formas de trabajo tradicionales, especialmente las máquinas tejedoras, que consideraban responsables de la pérdida de empleo y la reducción de salarios. En respuesta, comenzaron a destruir máquinas y fábricas en un intento por frenar la industrialización.
Este movimiento se extendió entre 1811 y 1816, alcanzando su mayor auge en diversas regiones industriales de Inglaterra. A medida que la automatización de la producción aumentaba, los luditas trataban de detener el avance de las máquinas que reemplazaban el trabajo manual, lo que consideraban una injusticia. El gobierno británico respondió con una dura represión, que incluyó arrestos, castigos severos y ejecuciones. Aunque el movimiento desapareció con el tiempo, dejó una huella significativa al evidenciar las tensiones entre el progreso tecnológico y las condiciones laborales.
La Revolución Industrial en España fue un proceso más lento y desigual en comparación con otros países europeos como Inglaterra. Aunque algunos avances se dieron a partir de mediados del siglo XIX, las condiciones sociales, políticas y geográficas del país dificultaron una industrialización rápida. La estructura económica de España seguía siendo predominantemente agraria, lo que retrasó el desarrollo industrial en muchas regiones. A pesar de esto, la industria textil fue uno de los sectores que experimentó un crecimiento inicial, especialmente en Cataluña, donde se impulsaron fábricas y la producción de tejidos.
Sin embargo, la falta de infraestructura, como una red ferroviaria adecuada, y la inestabilidad política, marcada por guerras y cambios de régimen, frenaron las inversiones y el crecimiento industrial. A finales del siglo XIX, algunas regiones como el País Vasco comenzaron a desarrollar una industria más diversificada, especialmente en los sectores metalúrgico y minero. Aunque la Revolución Industrial en España avanzó de manera más tardía y con menor alcance que en otras naciones, fue a partir de finales del siglo XIX y principios del XX cuando se empezó a consolidar una industrialización más fuerte, aunque aún distante de las potencias industriales europeas.
En el sistema económico capitalista se conformaron principalmente la clase capitalista (burguesía) y la clase obrera (proletariado).
Esta clase está formada por los dueños de los medios de producción, como fábricas, tierras y capital. Su objetivo principal es maximizar las ganancias mediante la explotación del trabajo de los obreros, controlando los recursos y los procesos productivos.
Esta clase está compuesta por aquellos que no tienen propiedad sobre los medios de producción y que, por lo tanto, dependen de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Los obreros son quienes trabajan en las fábricas y otros sectores, recibiendo un salario a cambio de su esfuerzo.
El nuevo tipo de conflicto social surgió debido a la explotación de la clase obrera por parte de la burguesía. Mientras los capitalistas acumulaban riqueza, los obreros enfrentaban condiciones de trabajo duras, bajos salarios, largas jornadas laborales y escasos derechos. Esto generó tensiones sociales y un conflicto de intereses, pues los trabajadores comenzaron a exigir mejores condiciones, salarios más justos, y derechos laborales, lo que dio origen a movimientos sindicales y huelgas. Este conflicto entre las clases sociales sigue siendo una característica central del capitalismo, ya que las desigualdades económicas son inherentes a este sistema.