Portada » Lengua y literatura » Teatro Español de la Preguerra (hasta 1939): Renovación y Tradición
A finales del siglo XIX, las obras más representadas eran melodramas que buscaban la emoción del espectador mediante abundantes golpes de efecto y la truculencia de las escenas. Los gustos del público, poco depurados, y el escaso interés de los empresarios teatrales impedían cualquier intento renovador del panorama teatral. Los intentos renovadores más serios vinieron de la mano de los hombres del 98 y, en los años treinta, de los poetas de la Generación del 27; sin embargo, pocas obras de este tipo llegaron a ser representadas.
El teatro español anterior a 1936 puede clasificarse en dos grandes grupos:
Jacinto Benavente propuso un teatro sin grandilocuencia, de ambientes cotidianos. Su obra supone una crítica amable de los ideales burgueses. Así sucede en su obra más conocida, Los intereses creados. Benavente se ganó el favor del público y una popularidad enorme a nivel nacional, y en 1922 se le concedió el Premio Nobel.
Este género teatral supone, ante todo, la presencia en los escenarios del arte verbal modernista. De los cultivadores de esta línea, merecen citarse: Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina y los hermanos Manuel y Antonio Machado.
Los tipos y ambientes castizos de los cuadros costumbristas del Romanticismo vuelven a la escena de la mano de autores como los hermanos Álvarez Quintero, quienes presentan en sus obras la imagen de una Andalucía tópica e incluso falseada, y Carlos Arniches, autor de sainetes de ambiente madrileño y de lo que él mismo denomina «tragedia grotesca» (obras en las que se mezcla lo risible y lo conmovedor).
Muchos son los autores que pretenden hacer un teatro diferente en estos años, y en la mayoría de los casos cosecharon un rotundo fracaso con sus obras.
Al margen de pretensiones comerciales, estos autores (Unamuno, Azorín y Valle-Inclán, sobre todo) pretenden hacer un teatro que sirva para la expresión de sus conflictos religiosos, existenciales y sociales. Harán un teatro intelectual y complejo que enlazará con las tendencias filosóficas y teatrales más renovadoras de la época. Técnicamente, intentarán romper definitivamente con las formas realistas de la representación, aspecto en el que destaca, sobre todo, Ramón del Valle-Inclán.
La producción literaria de Valle-Inclán es variada e incluye novelas, cuentos, poesía, teatro… En todos esos géneros se observa una evolución paralela al cambio ideológico por el que pasa de un modernismo elegante y nostálgico a una literatura crítica, basada en una feroz distorsión de la realidad. Su obra teatral suele agruparse en tres ciclos:
Aunque la mayor parte de la producción del 27 está constituida por poesía, varios componentes de la generación se vieron tentados por el teatro, pero sin duda, el autor de esta generación que destacó como dramaturgo fue Federico García Lorca, quien, junto a Valle-Inclán, será el renovador del teatro español del primer tercio del siglo XX.
La obra dramática de Lorca puede agruparse en tres grandes bloques: