Portada » Lengua y literatura » Panorama de la Poesía y el Teatro Español: 1939-2000
Tras la Guerra Civil Española (1936-1939), la vida cultural e intelectual del país sufrió una profunda fractura. Muchos escritores e intelectuales fueron asesinados (como Federico García Lorca o Antonio Machado); otros se exiliaron (como Rafael Alberti o Luis Cernuda); y algunos permanecieron en España (como Dámaso Alonso o Vicente Aleixandre).
En el ámbito de la poesía, la Generación de los Años 40 es conocida como la «Generación Escindida», y se divide en dos tendencias:
Durante los Años 50, la Poesía Desarraigada desemboca en la Poesía Social, que concibe la literatura como instrumento de denuncia. Se trata de una «poesía de urgencia», centrada en las injusticias sociales, la solidaridad y la realidad cotidiana. Blas de Otero es uno de los máximos representantes, con obras como Ángel fieramente humano. También destaca Gabriel Celaya, autor de Cantos Íberos, quien defendía una poesía útil, al servicio del pueblo.
A mediados de los Años 50 surge la llamada Generación del 50, formada por poetas que mantienen un compromiso social pero lo hacen desde una perspectiva más íntima, humanista y crítica. Estos autores muestran inconformismo, escepticismo, humor y una gran preocupación por el ser humano. Entre ellos se encuentran Ángel González (con Palabra sobre palabra) o Jaime Gil de Biedma (con Compañeros de viaje).
En los Años 70, aparece el grupo de los Novísimos, tras la antología publicada por José María Castellet (Nueve novísimos poetas españoles). Estos poetas, entre los que destacan Pere Gimferrer o Ana María Moix, se alejan del realismo anterior y apuestan por la experimentación, el irracionalismo, el hermetismo y el culturalismo, influenciados por las vanguardias.
Tras la muerte de Franco en 1975, se inicia una etapa de apertura y pluralidad artística. En los Años 80 surge la Poesía de la Experiencia, caracterizada por un estilo cercano, realista, narrativo y con referencias cotidianas. Recupera el interés por el lenguaje directo y por temas personales y sociales. Destacan autores como Javier Egea y Álvaro Salvador.
Durante la década de los 30, muchos autores vinculados a la Generación del 27 intentaron renovar la escena española. Sin embargo, la Guerra Civil paralizó este impulso. Durante el conflicto surgió un teatro de propaganda, y tras la guerra, el panorama quedó desolado: Lorca y Valle-Inclán habían muerto, y muchos dramaturgos se encontraban exiliados.
Lo que predominó en los Años 40 fue un teatro escapista y comercial, condicionado por la censura y el gusto del público. Se impuso la Alta Comedia, representada por Jacinto Benavente, y el teatro de humor con autores como Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro).
En 1949, Antonio Buero Vallejo estrena Historia de una escalera, obra que marca el inicio de un teatro más comprometido y simbólico. Cultivó también el teatro histórico. En la misma época, Alfonso Sastre representa la otra gran figura del teatro crítico. Su obra Escuadra hacia la muerte defiende un teatro como arma de transformación social, con un tono más directo y radical que el de Buero.
Durante los Años 60 y 70, autores como Lauro Olmo (La camisa) y José Martín Recuerda continuaron el teatro de denuncia. Influenciados por las vanguardias europeas, surgieron nuevas formas escénicas. Destacan Fernando Arrabal, creador del Teatro Pánico (Pic-Nic); y Francisco Nieva, quien introduce un teatro centrado en la crítica social, el erotismo y la represión.
En los Años 70, los grupos independientes como Els Comediants o El Tricicle introdujeron nuevas técnicas escénicas, interacción con el público, uso de la imagen y tecnologías, y una recuperación innovadora de lo clásico.
Con la llegada de la Democracia, el teatro vive una renovación. Se consolidan compañías, se recuperan autores censurados como Lorca o Valle-Inclán, y se abre la escena a múltiples formas de expresión. En este contexto aparece la llamada Generación del 82. Autores como José Sanchis Sinisterra cultivan un teatro neorrealista. También destaca José Luis Alonso de Santos, con obras como La estanquera de Vallecas, que combina crítica social con humor costumbrista.