Portada » Lengua y literatura » Movimientos Literarios en España: Del 98 al 14
La Generación del 98 es un término utilizado para referirse a un conjunto de escritores e intelectuales españoles, principalmente novelistas, ensayistas y poetas, que compartieron una profunda preocupación por la situación de España a finales del siglo XIX. Este grupo surgió en un contexto marcado por la crisis moral, política y social desencadenada por la derrota en la guerra hispano-estadounidense de 1898, que llevó a la pérdida de las últimas colonias españolas: Puerto Rico, Cuba y Filipinas. La literatura producida por estos autores refleja la evolución histórica llamada crisis de fin de siglo en España, cuando el país dejó de ser un imperio colonial y comenzó a enfocar su mirada hacia sus problemas internos.
El ambiente de la época estaba cargado de pesimismo respecto al futuro de España debido a la decadencia política y económica tras la pérdida de las colonias. Internamente, el país se encontraba bajo un sistema político de turnos entre partidos que mantenían el poder en manos de las élites, con conflictos sociales frecuentes entre los grandes propietarios y los sindicatos obreros. Además, había una crisis en la clase burguesa, reflejada en el movimiento modernista, que proponía un rechazo a los valores convencionales y buscaba nuevas formas de experiencia artística.
En este contexto, la Generación del 98 se distinguió por su oposición a la mentalidad burguesa y a la estética literaria del realismo, aunque compartían ciertos elementos del modernismo. Reaccionaron contra lo vulgar del realismo y, en algunos casos, adoptaron las temáticas del naturalismo (Baroja), la influencia del pensamiento filosófico alemán (Unamuno) y la nostalgia del romanticismo (Azorín).
La inclusión de autores ha sido debatida; aunque inicialmente se consideraban a poetas modernistas como Rubén Darío, las diferencias se hicieron evidentes: la Generación del 98 criticaba la situación de España, mientras que los modernistas priorizaban la renovación estética.
Los escritores del 98 se centraron en géneros como la novela y el ensayo, que consideraban adecuados para expresar sus preocupaciones sobre la situación de España.
Pío Baroja se posiciona rápidamente frente al modernismo. En 1898 define el arte moderno como un impresionismo, buscando impresiones simples y sinceras. No obstante, su meta es alcanzar la naturalidad, lo que se refleja en su estilo conversacional y en la falta de un plan previo, ya que quiere que su novela se asemeje a la vida real. Propone una novela abierta y cambiante en la que quepa todo, pero que sea amena; para ello utiliza técnicas como capítulos breves, párrafos cortos, etc. La novela de Baroja también se ve influenciada por los folletines del siglo XIX, llenos de personajes, aventuras y episodios intrigantes. Su prosa es sencilla y directa, con un léxico común y sin adornos. En sus obras se nota la influencia de pensadores como Nietzsche, de quien toma la idea del hombre de acción, y Schopenhauer, cuyas ideas sobre la vida dolorosa y caótica le impactan profundamente. Para Baroja, la vida carece de sentido y está marcada por el azar, lo que lleva a una actitud de desapego, ya que cree que toda acción puede causar daño. Sus protagonistas son inadaptados que no encuentran solución en el amor o en la religión, a los que considera mentiras. Su pensamiento también refleja un fuerte anticlericalismo y rechazo hacia dogmas como el catolicismo. Su rasgo distintivo es el pesimismo existencial y la desconfianza en la humanidad y el futuro. Baroja escribió poesía, teatro y ensayo, pero su mayor éxito fue la narrativa. Publicó más de 70 novelas, divididas en 3 etapas:
Baroja es recordado como un gran maestro de la novela del siglo XX, conocido por su sencillez y cercanía en la escritura.
El peso de Azorín (1873-1967) como ensayista ha hecho que algunos críticos subestimen su aportación a la novela. Sus novelas carecen de un hilo narrativo continuo y no desarrollan a sus personajes de manera lineal. Son una sucesión de estampas que muestran a sus personajes en los momentos más cruciales de su vida o de su acción. Son fotos fijas, cuadros elegidos conscientemente, pero no hay desarrollo ni evolución.
Su primera novela, La voluntad, se sitúa en Yecla, un pueblo representativo de la España estancada y en decadencia económica y demográfica. La perspectiva del protagonista, Antonio Azorín, ofrece de Yecla la visión de España. Esta obra establece los principios ideológicos de la Generación del 98. Posteriormente, Azorín escribió Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo.
El libro Castilla (1912) es considerado la obra más representativa de Azorín. Los artículos o cuadros, como los llama el autor, giran en torno a tres temas centrales: la historia crítica de España, la preocupación por el paso del tiempo y la literatura como un reflejo de la vida. Estos elementos hacen de Castilla su obra más importante junto con La voluntad.
Su estilo es particular y ha influido en escritores posteriores. Él creía que el verdadero arte consistía en captar la esencia de la vida a través de los detalles cotidianos, aquellos que suelen pasar desapercibidos. Sus descripciones tienen un enfoque artístico y buscan transmitir una realidad espiritual íntima, con emoción y lirismo. Sus escritos destacan por la sencillez, claridad y precisión, empleando un léxico rico en neologismos y palabras arcaicas tomadas de la literatura clásica española que le apasionaba.
Miguel de Unamuno (1864-1936), nacido en Bilbao y catedrático de griego, fue un destacado ensayista y pensador cuya obra refleja una constante búsqueda existencial y filosófica. Marcado por la duda y la angustia religiosa, intentó reconciliar la fe de su infancia con la razón, enfrentando el problema de la inmortalidad. Su obra literaria y filosófica, difíciles de separar, se centra en la problemática interior y trata esencialmente de la introspección y la autoconfesión.
Unamuno acuñó el término «nivola» para sus novelas, destacando su diferencia con la narrativa realista al rechazar estructuras rígidas, descripciones detalladas y preparaciones previas. En Niebla (1914), un claro ejemplo de esta técnica, el protagonista, Augusto Pérez, busca su identidad tras la muerte de su madre. El relato explora su lucha existencial y culmina en un célebre encuentro con el propio Unamuno, donde el autor, convertido en personaje, revela a Augusto que es solo un ser ficticio. Esto plantea la pregunta de qué es más real: el creador o lo creado, vinculándolo con el dilema religioso de Unamuno sobre si el hombre crea a Dios o es creado por él.
En sus novelas, Unamuno aborda temas recurrentes como la muerte, el deseo de poder, la afirmación personal y la lucha contra el instinto. Distinguía entre novelas «ovíparas», como Paz en la guerra (1897), creadas con una técnica realista, y «vivíparas», que reflejan la vida de manera más directa y dinámica. La mayoría de sus obras posteriores, como Amor y pedagogía y La tía Tula, donde se exploran temas de maternidad y control, pertenecen a esta segunda categoría. En Abel Sánchez, aborda el tema de la envidia trágica como fuerza destructiva, mientras que en San Manuel Bueno, mártir, narra la historia de un cura que, pese a haber perdido la fe, continúa ejerciendo su ministerio por el bien de su comunidad. Esta obra es considerada una pequeña obra maestra y el testamento espiritual de Unamuno.
Los ensayos de Unamuno, fundamentales para la filosofía española en lengua castellana, abarcan dos áreas principales: los históricos y los religiosos. En los primeros, como En torno al casticismo y Vida de don Quijote y Sancho, reflexiona sobre la esencia de España y la «intrahistoria», es decir, la vida cotidiana de la gente común, que considera el verdadero pulso de la historia. En sus ensayos religiosos, como Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo, explora la angustia existencial y la búsqueda de sentido, centrándose en el deseo de inmortalidad como motor del ser humano.
Antonio Machado es uno de los poetas más representativos del Modernismo y de la Generación del 98. Aunque su primera obra, Soledades, galerías y otros poemas (1907), está influenciada por el Modernismo intimista, su evolución lo acerca más al 98, especialmente a través de la radicalización de sus ideas políticas y sociales, lo que se refleja en su obra posterior, como en Poesías de la guerra. La crítica ha observado que la poesía de Machado presenta elementos de simbolismo, impresionismo, gongorismo, japonesismo (con haikús) y hasta influencias de las vanguardias, lo que hace que su obra sea única. Su poesía se caracteriza por un profundo escepticismo, angustia y un interés filosófico, tocando temas existenciales y espirituales.
Machado prefería formas sencillas y sobrias en su poesía. Aunque en su juventud utilizó las formas métricas modernistas, en la madurez optó por una mayor sobriedad. Un tipo de estrofa típicamente machadiana es la silva-romance, una combinación de versos heptasílabos y endecasílabos con rima asonante, que le permite expresar la temporalidad y la fugacidad del tiempo, con un ritmo que puede ser tanto rápido como melancólico.
En resumen, Antonio Machado es un poeta que, a través de una obra profunda y variada, aborda los temas universales del tiempo, la muerte, el amor y la relación con lo divino. Su poesía es una reflexión constante sobre la existencia humana, marcada por una sensibilidad melancólica y una búsqueda filosófica.
A partir de 1914, Europa entra en una nueva etapa debido a la Primera Guerra Mundial, y España también sufre profundos cambios a partir de esa fecha: la crisis de 1917, la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la Segunda República (1931) y la Guerra Civil (1936-1939).
En España, esta etapa significa el relevo de los modernistas y noventayochistas. Nuevas orientaciones ideológicas y estéticas dominan el panorama artístico. Son los años en que se supera el Modernismo, un proceso que Pedro Salinas sintetizó con la frase «del cisne al búho», es decir, de la exquisitez sensorial de la poesía modernista, se pasa a una literatura más reflexiva y más “intelectual”.
El Novecentismo es un movimiento renovador que busca crear un arte intelectual y racional, libre de todo sentimentalismo romántico, del exceso de halagos modernistas y de la subjetividad irracionalista de los noventayochistas. Surge alrededor de 1910, cuando un grupo de jóvenes intelectuales manifiestan su rechazo hacia el tono visceral y subjetivo de sus mayores y hacia el arte del siglo XIX. Son intelectuales liberales, principalmente ensayistas, que desean modernizar la sociedad y acercarla a Europa. A este grupo se les llama también Generación del 14 porque sus miembros alcanzan la madurez en torno a la Primera Guerra Mundial. El auge del Novecentismo se da en la década de 1920 y comienza a declinar en 1930, cuando las circunstancias históricas exigen una actitud más comprometida.
Los rasgos generales que caracterizan al grupo son los siguientes:
En cuanto a las características del arte novecentista, podemos destacar las siguientes:
El ideal literario novecentista de la «obra bien hecha» se concreta en una literatura depurada tanto en forma como en contenido, contraria al exaltado sentimentalismo. Los novecentistas favorecen la penetración de las vanguardias debido a su defensa de un arte deshumanizado e intelectual. El género más cultivado es el ensayo, que se convierte en vehículo de sus ideas, extendiéndose a otros géneros (por ejemplo, la novela se vuelve más ensayística, como en Belarmino y Apolonio, de Ramón Pérez de Ayala).
El Novecentismo es un movimiento que surge alrededor de 1910 con la intención de crear un arte intelectual y racional, alejado del sentimentalismo romántico, el exceso de halagos modernistas y la subjetividad irracional de los noventayochistas. Este movimiento está marcado por un rechazo hacia el arte del siglo XIX y la literatura visceral de sus predecesores.
Los narradores novecentistas abandonan la novela realista y experimentan con nuevos recursos narrativos. Se busca renovar el género con una concepción distinta de la novela, y durante este periodo conviven dos tendencias: los narradores tradicionales, como Concha Espina (con obras como La esfinge maragata, 1914) y Ricardo León (con Casta de hidalgos, 1908), y los narradores renovadores como Wenceslao Fernández Flórez, Benjamín Jarnés, y especialmente, Pérez de Ayala y Gabriel Miró.
La publicación en 1925 de Ideas sobre la novela de Ortega y Gasset se convierte en un diagnóstico y nuevo referente para la narrativa novecentista, que explora diversas formas de abordar la novela: humorismo, deshumanización experimental, intelectualismo y lirismo.
En cuanto al ensayo novecentista, se destaca por su tono reflexivo, objetivo y una clara preferencia por la racionalidad, muy alejada del subjetivismo emocional de los noventayochistas. El lenguaje es sencillo y equilibrado, pero con un uso enriquecido de metáforas. Los ensayistas novecentistas abordan temas como la crítica a la situación de España, desde una perspectiva racional y europeísta, y reflexiones sobre el arte y la estética en un contexto de vanguardias.
José Ortega y Gasset es el principal ensayista del Novecentismo, influyendo de manera profunda en el pensamiento de la época. Otros importantes ensayistas de este movimiento son Eugenio D’Ors, quien acuñó el término «novecentismo», y figuras como Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Salvador de Madariaga y Menéndez Pidal. D’Ors, además de su obra ensayística, fue un destacado periodista que promovió las nuevas corrientes intelectuales.
José Ortega y Gasset (1883-1955) es el principal referente del Novecentismo, llegando a ser considerado el líder de una generación que se ha denominado la «generación de Ortega». Su pensamiento filosófico, conocido como raciovitalismo, combina racionalismo y vitalismo. Entre sus obras más importantes se destacan Meditaciones del Quijote (1914), El tema de nuestro tiempo (1923) y los volúmenes de El espectador (1916-1934). Sin embargo, es en sus ensayos sobre España y la estética donde deja un impacto más profundo.
El estilo de Ortega es elegante y rítmico, con una clara voluntad de expresión, utilizando metáforas y símiles para ilustrar sus ideas. Además, introduce neologismos y emplea cultismos, creando un lenguaje único para expresar su filosofía.