Portada » Historia » La Transición Española a la Democracia: Hitos Clave y Protagonistas (1975-1978)
La transición de España hacia la democracia fue un proceso trascendental y complejo que cambió profundamente el sistema político del país. Puede ser abordada desde diversas perspectivas, aunque destaca la colaboración entre sectores aperturistas del franquismo, liderados por el rey Juan Carlos I, y las profundas transformaciones socioeconómicas que experimentó la sociedad española. Aunque a menudo se ha presentado como una iniciativa impulsada principalmente desde las instituciones, en particular por el monarca y los reformistas del régimen, es crucial entenderla también como un proceso colectivo. Este proceso se desarrolló en un contexto político y económico complejo, cuya resolución inicial era incierta.
La transición en España fue un proceso complejo en el que influyeron múltiples factores, tanto internos como externos. Algunos historiadores sostienen que fue una estrategia orquestada por las élites del franquismo para reformar el sistema sin perder el control. Otros, por el contrario, argumentan que las profundas transformaciones económicas y sociales de los años sesenta hicieron que el cambio político fuera inevitable, si bien su desenlace era incierto. Durante esa década, España experimentó una profunda transformación: un notable crecimiento industrial, un significativo aumento de la población urbana y una rápida modernización social. Estos cambios impulsaron una creciente demanda de libertades y democracia por parte de la ciudadanía. El conjunto de estas transformaciones hizo insostenible el mantenimiento del franquismo en su forma original.
Tras la proclamación de Juan Carlos I como rey el 22 de noviembre de 1975, una parte significativa de la sociedad española albergaba esperanzas de un inminente avance hacia la democracia. No obstante, durante los primeros meses de su reinado, el sistema franquista se mantuvo vigente. El monarca designó como presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro, quien, fiel al régimen anterior, no impulsó reformas significativas. En esta primera fase de la Transición, entre enero de 1976 y mayo de 1977, se registraron trece huelgas generales a nivel nacional. El Gobierno respondió con represión, y en algunos casos se produjo violencia, como en la trágica huelga de Vitoria. La oposición al régimen comenzó a articularse a través de plataformas como la Coordinación Democrática, que aglutinaba a partidos de izquierda y a diversos grupos antifranquistas. La presión de estos sectores, sumada a la incapacidad del Gobierno de Arias Navarro para implementar cambios reales, desencadenó una creciente crisis política. Los intentos reformistas fueron obstaculizados por los sectores más inmovilistas del régimen, lo que exacerbó el malestar social. Ante esta coyuntura, el rey Juan Carlos I decidió destituir a Arias Navarro el 1 de julio de 1976. Esta decisión marcó un punto de inflexión, evidenciando la necesidad de reformas más profundas para la viabilidad del sistema.
El nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976 generó sorpresa, dado que provenía del Movimiento Nacional, el partido único del franquismo. No obstante, Suárez desempeñó un papel crucial en la consolidación del proceso democrático. Su estrategia consistió en distanciarse de los sectores más inmovilistas del franquismo y, simultáneamente, buscar el acercamiento a la oposición democrática. Decidido a implementar reformas políticas trascendentales, Suárez se enfrentó tanto a los defensores del statu quo como a los sectores más radicales de la oposición.
Uno de los hitos más significativos fue la aprobación de la Ley para la Reforma Política, que posibilitó la instauración de un sistema parlamentario basado en la libre elección y allanó el camino hacia una democracia estable. Esta ley fue refrendada por la mayoría de la población en un referéndum celebrado en diciembre de 1976. Asimismo, en 1977, el Gobierno de Suárez autorizó la legalización de los partidos políticos, incluyendo el Partido Comunista de España (PCE), que había permanecido proscrito durante el franquismo. Esta medida resultó fundamental para la integración de la oposición en el nuevo marco democrático.
En junio de 1977, Adolfo Suárez convocó las primeras elecciones generales democráticas, un acontecimiento trascendental en la historia de España. En estos comicios, la coalición Unión de Centro Democrático (UCD), liderada por Suárez, obtuvo la mayoría de los votos, seguida por el PSOE de Felipe González, el PCE de Santiago Carrillo y Alianza Popular (AP), encabezada por Manuel Fraga Iribarne. Esta victoria consolidó el liderazgo de Suárez, quien formó un gobierno que, a pesar de las divergencias internas, asumió el desafío de proseguir con las reformas democráticas.
Uno de los mayores desafíos del primer Gobierno de Suárez fue la elaboración de una nueva Constitución que sentara las bases del sistema democrático en España. Este proceso no estuvo exento de dificultades, pues requería alcanzar consensos entre sectores con ideologías muy diversas: desde los más conservadores hasta los más progresistas, incluyendo también a los partidos nacionalistas.
El proceso se inició con la formación de una Comisión de Asuntos Constitucionales en el Congreso, integrada por representantes de UCD, PSOE, PCE y AP. Esta comisión fue la responsable de redactar el texto de la nueva Carta Magna. Durante esta etapa, el consenso entre los distintos partidos resultó fundamental, posibilitando acuerdos sobre temas clave como:
La Constitución de 1978 fue aprobada por las Cortes el 31 de octubre y sometida a referéndum en diciembre, donde obtuvo el respaldo del 87% de los votantes. Este texto fundamental estableció que España se configuraría como un Estado social y democrático de derecho, con una monarquía parlamentaria. Reconoció derechos fundamentales como la libertad de expresión, el derecho a la educación, el derecho a la huelga y la propiedad privada. También otorgó un papel relevante a los sindicatos y a los partidos políticos. Además, la Constitución estableció un sistema autonómico que concedió mayor autonomía a regiones como Cataluña, el País Vasco y Galicia.
Finalmente, incorporó mecanismos de reforma para adaptar la Carta Magna a futuras transformaciones sociales y políticas.