Portada » Historia » La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa: Orígenes, Fases y el Nacimiento de la URSS
Dos de las mayores potencias industriales, Francia y Alemania, permanecían enfrentadas desde que, durante el proceso de unificación alemana, los prusianos vencieran a Francia en la Guerra Franco-Prusiana y le arrebataran los territorios de Alsacia y Lorena.
En el reparto colonial, Alemania había quedado en desventaja respecto a Francia y Gran Bretaña.
El ambiente de rivalidad y ambiciones imperialistas, y unas iniciativas diplomáticas más pensadas para preparar una guerra que para evitarla, favorecieron el rearme de los Estados.
La Triple Alianza, formada por Alemania, Italia y Austria-Hungría. Posteriormente, Italia abandonó este bloque mientras que, una vez comenzada la guerra, se sumaron el Imperio Otomano y Bulgaria. La Triple Entente, compuesta por Rusia, Francia y Gran Bretaña y sus respectivos imperios coloniales. Italia se adhirió tras el inicio de la guerra debido a su rivalidad con el Imperio Austrohúngaro.
Estados Unidos entró en guerra en 1917 y fue decisivo en el desenlace del conflicto. Japón declaró la guerra a Alemania debido a sus ambiciones imperialistas en Asia y el Pacífico. Varios países americanos se aliaron a la Triple Entente debido a la influencia estadounidense.
Un casus belli es el motivo específico por el que comienza un conflicto bélico. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo a manos del separatista serbio Gavrilo Princip.
Inmediatamente se produjo la activación de todas las alianzas militares que vinculaban a unas potencias con otras: Alemania atacó a Francia y Gran Bretaña decidió salir en su defensa.
En la primera fase, llamada guerra de movimientos, Alemania lanzó en el frente occidental un ataque sobre Francia a través de Bélgica con la intención de dominarla en poco tiempo. Simultáneamente, una acción combinada de alemanes y austrohúngaros repelió los iniciales avances de Rusia en el frente oriental.
En estos meses, los contendientes aún confiaban en una victoria rápida garantizada por la preparación de sus ejércitos y por la modernidad del nuevo armamento desplegado en el campo de batalla.
Comenzó una nueva fase, la guerra de trincheras o de posiciones, pues ambos ejércitos eran incapaces de avanzar. Así, la guerra se estancó con terribles pérdidas humanas, tanto en el bando francobritánico como en el alemán. Para protegerse del enemigo, los soldados tuvieron que cavar complejos sistemas de trincheras. Los intentos de los altos mandos militares por romper los frentes de trincheras provocaron sangrientas batallas, como la ofensiva del Somme, que trató de quebrar infructuosamente el frente alemán.
En 1917 se inició la última fase de la guerra. De los 1200 pasajeros que fallecieron (en referencia al hundimiento del *Lusitania*), muchos eran ciudadanos estadounidenses, lo que provocó una corriente de opinión a favor de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, hecho que finalmente se produjo en abril de 1917. Los contraataques aliados y la progresiva pérdida de apoyos por parte de Alemania llevaron al ejército alemán a la conclusión de que la guerra no podía ganarse.
El principio de seguridad colectiva, por el que se debe buscar conjuntamente la paz antes de llegar a la guerra, llevó a la creación de la Sociedad de Naciones. Sin embargo, el final de la guerra no supuso el fin de las dificultades ya que se desencadenaron otra serie de conflictos a su conclusión, como la Guerra Polaco-Soviética y la Greco-Turca.
A principios del siglo XX el Imperio Ruso tenía unos 150 millones de habitantes con una distribución irregular y una gran diversidad de nacionalidades, pueblos y culturas. La economía, de base agrícola, había iniciado un lento despegue industrial localizado en torno a varios focos. El Imperio Ruso en 1914 abarcaba un inmenso territorio que suponía una sexta parte de la superficie terrestre: desde Europa Occidental hasta el océano Pacífico y desde el Ártico hasta Afganistán. El ferrocarril transiberiano, inaugurado en 1904, logró comunicar la parte europea con las regiones más remotas del Imperio.
En 1903, el POSDR se dividió en dos grupos:
Esta tensión condujo a la Guerra Ruso-Japonesa, en la que Rusia fue vencida y quedó en evidencia la debilidad del régimen zarista. Además, esta derrota se sumó a una grave crisis económica, política y social que provocó un intenso movimiento huelguístico. El detonante fue la represión despiadada de una manifestación pacífica en la que el pueblo suplicaba al zar una mejora en sus condiciones de vida.
Había triunfado la Revolución de Febrero. Surgieron dos polos de poder herederos de la Revolución de 1905. Ambas trataron de dar una dirección política a la revolución y acordaron formar un Gobierno Provisional que estableciera libertades democráticas, convocase una Asamblea Constituyente y concediese amnistía política. En ellas [las Tesis de Abril] rechazaba colaborar con el Gobierno Provisional y defendía pasar a una nueva fase de la revolución encaminada a tomar el poder.
Este hecho se convirtió en la causa inmediata de una nueva revolución. Desde la sede del Soviet de Petrogrado, los bolcheviques organizaron la revolución. Al día siguiente, los disparos de aviso del crucero *Aurora* anunciaban el triunfo de unos revolucionarios que aspiraban a realizar una Revolución Comunista a escala mundial.
Tras años de guerra y meses de convulsiones revolucionarias, la situación económica de Rusia era caótica. Las potencias extranjeras percibieron como una grave amenaza la Revolución de Octubre. A largo plazo aspiraba a crear una sociedad comunista sin clases sociales mientras que, en lo inmediato, a los aliados de la Entente les supuso un perjuicio la salida de Rusia de la guerra y el anuncio de que no se pagarían las deudas económicas contraídas por el zar. Por su parte, los soviéticos no ocultaban su intención de extender la revolución a todo el mundo.
En sintonía con la aspiración bolchevique de realizar una revolución mundial, y con el fin de la Primera Guerra Mundial y la situación de crisis y desorden provocados por los cambios territoriales y políticos, se desarrollaron en 1919 revoluciones que siguieron el ejemplo soviético en Alemania, en la conocida como «rebelión espartaquista», y en Hungría, con la República Soviética Húngara liderada por Béla Kun, y que fueron duramente sofocadas. Además, en este contexto de desorden, se produjo la Guerra Polaco-Soviética. Tras el conflicto se mantuvo el trazado fronterizo de Brest-Litovsk, lo que significó el fin del proyecto de extender inmediatamente la revolución más allá de Rusia. Todos estos factores llevaron a varios países a intervenir militarmente en Rusia para acabar con la revolución.
Desde el punto de vista político, la guerra civil contribuyó a consolidar el régimen nacido de la Revolución de Octubre. Por ello, a pesar del caos y las enormes penurias, las instituciones revolucionarias se consolidaron y en 1922 nació la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o Unión Soviética. Además, en 1918, el antiguo Partido Obrero Socialdemócrata Ruso se transformó en el Partido Comunista de Rusia, y en 1925, con la URSS ya constituida, se renombró como el Partido Comunista de la Unión Soviética. En el plano económico, la respuesta a la situación bélica fue el denominado comunismo de guerra.
El hambre se generalizó y las protestas se extendieron incluso entre miembros del Partido Comunista. Para controlar la situación, el Gobierno consolidó una dictadura de partido único. Al finalizar la guerra civil se inició la Nueva Política Económica (NEP), para superar la grave situación económica. Se produjo una notable recuperación económica, que redundó en un aumento considerable de la producción agrícola y favoreció el surgimiento de propietarios agrícolas acomodados, que se denominaron kulaks.