Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE 1936 HASTA 1975 «Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta.
La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda. Hay dos Españas y una sola canción. Y esta es la canción del poeta vagabundo: León Felipe”. Si el exilio o la cuneta marcaron el devenir de muchos de nuestros poetas durante y después de la Guerra Civil española, dos caminos se bifurcaron en la inmediata posguerra (década de los 40)
tras la contienda y la instauración de la dictadura en la creación poética de nuestras letras dentro de nuestras fronteras: la denominada poesía arraigada y la poesía desarraigada. Los poetas arraigados se agrupan en torno a las revistas Escorial y Garcilaso, subvencionadas por el régimen franquista. Escriben una poesía serena y clara en la que prima el orden y la perfecta composición, las formas métricas clásicas (sonetos, tercetos, décimas…), el tono íntimo, la musicalidad y los temas tradicionales como el amor, el paisaje, la patria o la fe católica. José García Nieto, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo o el leónés Leopoldo Panero estarán entre sus principales representantes. En 1944, tras la publicación de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y la fundación de la revista Espadaña, surge la poesía desarraigada, preocupada por el dolor humano y totalmente opuesta a la anterior. Los poetas desarraigados expresan con un tono violento y desgarrado su angustia existencial y su malestar ante las consecuencias de la guerra y la amarga realidad circundante; prueba de ello es este directo verso de Dámaso Alonso: «Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)». Destacan dentro de esta tendencia Victoriano Crémer, Rafael Morales y Eugenio de la Nora, así como las primeras obras de Blas de Otero, Carlos Bousoño o José Hierro. Casi todos los poetas desarraigados evolucionarán durante los años 50 hacia la denominada poesía social, abandonando el intimismo y la subjetividad, pues ahora interesa acercarse al hombre de la calle, reflejar sus problemas y denunciar las desigualdades sociales, las injusticias y la falta de libertades. Vuelve a ser central el tema de España: su protesta ante los males que afectan al país, su inconformismo y su dolor ante la situación dramática nacional no son incompatibles con su amor a la patria y su esperanza en un futuro mejor. Conciben la poesía como un vehículo de comunicación que debe llegar a todos («a la inmensa mayoría», como dice Blas de Otero), lo que implica
la primacía del contenido sobre la forma y la búsqueda de un lenguaje sencillo y directo. Pretenden despertar la conciencia de los individuos y cambiar la sociedad (como dice Gabriel Celaya, «la poesía es un instrumento, entre nosotros, para transformar el mundo»). Las dos obras más significativas son Pido paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos íberos, de Gabriel Celaya. Otros títulos corresponden a poetas antes mencionados: España, pasión de vida de Eugenio de Nora, o Noche del sentido de José Hierro. Durante los primeros años de la década de los 60 se publicaron dos antologías que dieron paso a un nuevo tipo de poesía: Veinte años de poesía española (1962) y Poesía última (1963). En ambas aparecen autores jóvenes que abandonaron el tono épico de la poesía social.
La crítica se refiere a ellos como «Generación del 50».
Los que la integran se consolidan como poetas durante la década de los 60, destacando, entre otros, Ángel González (Tratado de urbanismo), Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje), Claudio Rodríguez (El don de la ebriedad) o José Agustín Goytisolo (El retorno). Entienden la poesía como un medio de conocimiento y expresión de su realidad íntima («¿Cómo seré cuando no sea yo?«, escribe José Hierro). Plasman en el poema sus experiencias personales y sus emociones. Los temas más frecuentes son el paso del tiempo, el amor y el erotismo, la soledad, la nostalgia por la infancia y la adolescencia perdida, la amistad y la familia. Ponen su atención en lo cotidiano y emplean un lenguaje natural, que adopta a menudo un tono conversacional (el poeta suele dirigirse a un interlocutor: la amada, Dios, el propio poeta, un personaje ficticio). En los años 70 surge una nueva promoción de jóvenes poetas que huyen del Realismo social y buscan la renovación del lenguaje poético en una constante experimentación. Son los denominados «novísimos», porque algunos de ellos aparecen en la célebre antología publicada en 1970 por José María Castellet titulada Nueve novísimos poetas españoles. Dos de las figuras más relevantes del grupo publicaron su primer libro a finales de los sesenta: Pere Gimferrer (Arde el mar) y Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte). Abrieron el camino a los demás, entre los que destacan Leopoldo María Panero, Antonio Carvajal o Luis A. De Cuenca. Constituyen un nuevo Vanguardismo en el que la libertad creativa y formal es absoluta. Usan el verso libre, adoptan elementos surrealistas imágenes visionarias,
escritura automática, asociaciones libres, ausencia de puntuación y mayúsculas) e introducen el «collage» (incluyen versos de otros poetas, canciones, recortes de periódicos, frases publicitarias). El esteticismo, lo decadente, lo exótico, lo urbano o lo cosmopolita son otros rasgos frecuentes en sus poemas. Por último, haremos brevemente referencia, por un lado, a otros tantos poetas como Manuel Altolaguirre, León Felipe, Juan Gil-Albert o Emilio Prados, que tuvieron que dejar atrás su tierra porque como este último recita: «Huyendo voy de la muerte, vengo huyendo de mí mismo, que ya la muerte y mi cuerpo tienen un solo sentido»; y por otro lado, aunque su obra y vida se analizan en otro tema, al «poeta pastor» Miguel Hernández que, como decía Blas de Otero, cuando vivir se ponía al rojo vivo, él supo ser viento del pueblo para dejar una impronta y repercusión durante y después de la contienda que es aún hoy incontestable.
CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIAL El Siglo XIX termina con el Desastre del 98, en el que España pierde sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Crisis económica y graves conflictos sociales mientras el mundo vive la Primera Guerra Mundial. Reina Alfonso XIII (1902-1931) con el paréntesis de la dictadura de Primo de Rivera. Segunda República y Guerra Civil (1936-1939). En literatura, predomina la oposición al Realismo que ya impusiera la generación del 98, que se transforma en la generación siguiente con un acercamiento definitivo a la influencia europea.
Movimiento que comienza a partir de la fecha que le da nombre, depura la expresión literaria y se encamina hacia las Vanguardias y la Generación del 27. Las clases medias urbanas comparten el interés por las novedades de la cultura europea y el enfoque reformista de los problemas sociales que divulgaron los ensayistas y novelistas de esta generación, orientados por el filósofo Ortega y Gasset.
Su gran formación intelectual se refleja tanto en la profundidad y rigor de su pensamiento como en la propia creación literaria. Abordan el “problema de España” con mayor serenidad y menos dramatismo que la Generación del 98 ya que buscan soluciones prácticas de carácter universal, sienten la necesidad de europeizarla. Gustan de una obra elaborada y reflexiva, y se preocupan por la estética y la pulcritud formal de sus textos. Entienden la literatura como arte puro para las minorías cultas. Cultivan todos los géneros aunque destacan en el ensayo.
Narrativa. Los narradores renovaron y dieron un tratamiento intelectual a los temas; fusionaron géneros con predominio del ensayo. La novela incluye extensas reflexiones, descripciones detalladas y líricas (propias de la poesía); la trama tiene poca importancia. Los autores más importantes son los siguientes: Gabriel Miró: Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso, prosa elaborada hacia la perfección formal. Ramón Pérez de Ayala introduce nuevas técnicas en la novela, el perspectivismo, la ironía, el humor incisivo y el simbolismo; destacan: La pata de la raposa, A. M. D. G. (crítica a la educación de los jesuitas), Belarmino y Apolonio. Wenceslao Fernández Flórez: El bosque animado, mirada satírica e irónica. Ensayo. José Ortega y Gasset proyectó su pensamiento sobre variados aspectos de la
realidad: historia, arte, sociología, etc. La metáfora y la ironía le confieren un estilo personal. En su obra La deshumanización del arte, defiende la importancia de la obra de arte en sí misma para procurar placer estético, alejada de lo sentimental. También hay un extraordinario análisis de las vanguardias, que analiza como un intento lúdico de despojar al arte y al artista de su papel trascendente. En La rebelión de las masas considera que la sociedad debería estar dirigida por una minoría selecta; El espectador; Ideas sobre la novela. Fundó la Revista de Occidente, lugar de encuentro de toda la intelectualidad de la época. Eugenio D´ors escribíó artículos sobre cultura y arte. Poesía : Juan Ramón Jiménez (premio Nobel de Literatura en el 77) tras su etapa modernista, comienza lo que denominó “poesía pura”: en ella se despoja de lo sensorial, de lo colorista y de la anécdota; es una poesía difícil, dirigida “a la inmensa minoría”; con temas metafísicos: belleza, eternidad, Dios, etc. Fue la etapa en la Dentro de esta etapa “intelectual”: Diario de un poeta recién casado (1916) es el primer poemario español escrito en verso libre y que mezcla verso con prosa poética, en el expresa las vivencias del viaje a América que realizó para casarse con Zenobia. Después publicó en esa línea Eternidades, Piedra y cielo, etc., para culminar todas las carácterísticas en: La estación total, Dios deseado y deseante. Teatro : Gregorio Martínez Sierra y su esposa María de la O Lejárraga, escribieron en coautoría multitud de obras y tuvieron iniciativas dentro del mundo de la cultura que renovaron el panorama teatral español, además de fundar numerosas revistas y crear en su compañía un equipo enorme de los mejores escenógrafos, músicos y actores del país. Su obra más recordada es Canción de cuna, llevada al cine por Fernando Fernán Gómez.
Movimientos europeos de renovación estética y de transgresión artística entre las dos guerras mundiales (1918-1939). Muchos de ellos afectan también a la pintura, el cine y la música. En España, hallan acogida en tertulias y revistas literarias, con el impulso imprescindible de Ramón Gómez de la Serna, quien, al margen de la política y la moral burguesa, renueva el lenguaje y los géneros literarios. Su obra más popular son las “greguerías”: frases ingeniosas y metafóricas llenas de humor. Además, escribíó ensayo y lo que denominó “novela libre”: El torero Caracho, distorsionada visión de la fiesta nacional; también teatro: Los
medios seres, sus personajes tienen medio cuerpo negro, símbolos de la personalidad realizada y frustrada. La generación del 27 se separó del magisterio de Juan Ramón y las abrazó con su afán de modernidad, especialmente el Surrealismo.
De todos los -ismos que empezaron, pocos consiguieron trascendencia. Estos son los más importantes.
Promovido por Marinetti, rompe con los cánones estéticos y los temas pasados, antirromántico, exalta la civilización mecánica y la técnica. No creó escuela en España pero abríó puertas a nuevas posibilidades de lenguaje (ruptura con la sintaxis) y a temas inéditos (se aprecia en algunos poemas de Pedro Salinas y Rafael Alberti).
Nace como escuela pictórica, pero el Cubismo literario arranca con Apollinaire y sus Caligramas: la disposición de los versos forma imágenes visuales.
Con sus ideas, Tristan Tzara abre paso al Surrealismo; defendiendo la fantasía, la irracionalidad, el rechazo de la lógica y la incoherencia.
Recoge parte de la influencia dadaísta y futurista. Es un efímero movimiento español cuyo principal promotor fue Guillermo de Torre.
El padre fue el chileno Vicente Huidobro. El poeta no busca imitar la realidad sino crearla dentro del poema. Entre sus seguidores figura Juan Larrea, pero su máximo representante fue el poeta del 27 Gerardo Diego.
Movimiento alemán que se basa en exteriorizar los sentimientos negativos de angustia, asco, miedo, desprecio para mostrar toda la violencia de la sociedad. En España, curiosamente el expresionista más importantes el Valle Inclán con sus esperpentos, de una generación anterior.
El más importante. Surge en 1924 con el manifiesto de André Bretón. Pretende liberar con el arte los impulsos reprimidos por las convenciones morales y sociales, y hacer aflorar el inconsciente, lo irracional y lo onírico; liberar el poder creador del hombre. Defiende la “escritura automática”, las asociaciones libres de palabras y las metáforas insólitas para transcribir sentimientos sin control racional, para que aflore el “superrealismo” mediante una auténtica expresión libre del lenguaje. A Juan Larrea debe atribuirse la orientación surrealista de varios poetas del “27”. El influjo del Surrealismo lo reciben libros como Sobre los ángeles de Rafael Alberti, Poeta en Nueva York de Federico García Lorca y buena parte de la obra de Vicente Aleixandre. Nuestros
poetas no llegaron al extremo de la creación pura inconsciente de los surrealistas franceses pero sí hubo liberación de la imagen, desatada de bases lógicas, y por lo tanto, un enorme enriquecimiento del lenguaje poético; además de la irrupción de nuevo en literatura de lo humano, lo político y lo social.
LA GENERACIÓN DEL 27 «Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta». Viento del pueblo de Miguel Hernández. «Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien, cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;» en «Sí el hombre pudiera decir» de Luis Cernuda. Y Pedro Salinas, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Aleixandre, y Jorge Guillén, y Gerardo Diego, y Manuel Altolaguirre y otros muchos textos de autores que conforman una época dorada cuando los siglos de Oro de nuestra literatura, escritos que como los de arriba tiritan los sentimientos, encumbran nuestra lengua, y que por sí solos dibujarían el perfil artístico y creador de la Generación del 27, término empleado habitualmente para referirse a un grupo de poetas unidos por lazos de amistad y por inquietudes estéticas comunes que en dicho año conmemoraron el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla. Este vínculo se fue estrechando por la confluencia de rasgos comunes: Tienen conciencia de formar un grupo unitario y parecida procedencia social: burguésía acomodada. La convivencia artística en la Residencia de estudiantes de Madrid y su colaboración en revistas literarias como «La Gaceta Literaria», «Gallo», «Litoral», «La revista de Occidente» o «Verso y Prosa». Casi todos siguen estudios universitarios, viajan, adquieren una importante cultura no solo literaria y presentan influencias literarias comunes: a) Las vanguardias, en especial de Juan Ramón Jiménez, el creacionismo, el ultraísmo y el Surrealismo, en su rechazo artístico contra lo establecido, lo que se tradujo en un afán por encontrar nuevos contenidos y formas de expresión. b) Influencia de la tradición literaria culta (Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Quevedo, Bécquer) y de la tradición popular (romancero, canción popular). – Gerardo Diego, en la introducción a la Antología de poetas del 27 que publicó en 1930, dijo que la principal carácterística que definía al grupo era el equilibrio entre posturas estéticas entendidas tradicionalmente como contradictorias. Así, se busca el equilibrio entre lo intelectual y lo sentimental, entre pureza y revolución, entre lo minoritario y lo mayoritario, entre lo culto y lo popular, entre lo universal y lo español, entre tradición y renovación. Una renovación del lenguaje que alcanzaron gracias al uso de imágenes, que se convierten en
la base del poema. Cultivaron la imagen tradicional y la irracional creando un vocabulario poético brillante y sugerente, donde la metáfora adquiere una gran relevancia. En la métrica incorporaron definitivamente el verso libre a la poética española, cuyo ritmo se consigue mediante la repetición de ideas, palabras y estructuras semánticas. Combinan el verso libre con estructuras tradicionales, tanto cultas (sonetos, décimas…) como populares (romances, letrillas, coplas…). Siguen cultivando los eternos temas líricos (amor, vida, muerte…), pero desde nuevas perspectivas valorando el ingenio y el humor. Además, introducen nuevos temas propios de las vanguardias: cantan los adelantos técnicos, el progreso, la ciudad, las modas… Se señalán 3 etapas comunes:
Hasta 1928. Influencia de las vanguardias y de Góngora en el hallazgo de imágenes y perfección formal. Desde 1928 hasta la Guerra Civil. La fuerte irrupción del Surrealismo y la rehumanización del arte que recupera contenidos humanos, sociales y políticos. Después de la Guerra Civil. El exilio o la muerte marcará el destino de los mismos. Dentro de los miembros de la Generación del 27, podemos reséñar a:
Consideraba la poesía como una manera de penetrar en lo más profundo de la realidad a través de tres carácterísticas básicas: la autenticidad, la belleza y el ingenio. Para llegar a la esencia de la vida, Salinas emplea un lenguaje denso, agudo y plagado de juegos de ideas. Sus obras más importantes las escribíó en una fase central: La voz a ti debida y Razón de amor.
Su poesía se puede dividir en dos vertientes: de vanguardia (Manual de espumas o Imagen) y clásica o tradicional (Alondra de verdad y Versos humanos), donde se vuelca hacia la poesía humanizada tanto en formas como en temas, como refleja su conocido soneto «El ciprés de Silos».
Su trayectoria poética cubre todas las vertientes desarrolladas en la Generación del 27. La lírica tradicional inspira Marinero en tierra, poemario en el que añora el mar y su tierra gaditana. Funde el barroquismo gongorino y el Vanguardismo en Cal y canto, libro que contiene poemas sobre el mundo moderno; la huella surrealista es profunda en el angustioso y desolador Sobre los ángeles. En los años 30 escribíó sobre sus preocupaciones sociales y políticas en obras como El poeta en la calle.
Este poeta solitario, rebelde e inadaptado reuníó, a partir de 1936, toda su producción bajo
el sugestivo título de La realidad y el deseo, que expresa bien la esencia de toda su poesía y su vida: la tensión entre sus deseos (libertad, belleza, amor, felicidad) y la realidad que los frustra. Tras una etapa inicial de poesía clasicista, la influencia surrealista se manifestará especialmente en dos obras: Un río, un amor y Los placeres prohibidos. Además, destacan otras creaciones como Ocnos, Las nubes o Donde habite el olvido.
Figura más representativa de la poesía pura, se distinguíó por su declarado optimismo, que no le impedía ver las injusticias y miserias de la vida. Destacan sus obras Clamor y su gran libro Cántico, considerada por la crítica como una de las obras máximas de la lírica europea del Siglo XX.
Tras la Guerra Civil, publica su obra cumbre, Hijos de la ira, poemario desgarrado, lleno de angustia y cólera por el dolor que le provoca la contemplación de un mundo injusto y cruel; marcando un cambio de rumbo en la lírica del momento, iniciando la tendencia llamada «poesía desarraigada», caracterizada por el malestar y la protesta ante la injusticia social.
Crea una poesía personal que aprovecha, en su 1º etapa, carácterísticas del movimiento surrealista (La destrucción o el amor). En su 2º etapa, a partir de 1945, se aleja del pesimismo de sus primeros libros y su estilo se hace más claro. La solidaridad con los seres humanos, la compasión ante la angustia de sus semejantes y el deseo de comunicarse con ellos son los temas principales de Historia del corazón. Le fue concedido el premio Nobel de Literatura en 1977.
Escribíó con pasión y extraordinaria calidad poesía y teatro desde su juventud hasta su temprana muerte por fusilamiento en 1936. Sus temas principales son la frustración, el destino trágico, el amor imposible, la libertad destruida y la muerte inevitable. Poema de cante jondo (homenaje a su amada «Andalucía del llanto»), Romancero gitano (donde mezcla magistralmente lo popular y lo vanguardista) o Poeta en Nueva York (dura protesta contra la civilización moderna) se erigen en sus principales poemarios. Por otra parte, junto a Valle-Inclán, fue el otro gran renovador del teatro español contemporáneo, siendo sus 3 obras maestras las tragedias rurales Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.
Su obra está a caballo entre la Generación del 27 y la del 36. Su hermético y formalista
Perito en lunas, su primer gran libro formado principalmente por sonetos donde trata los temas del amor, la vida y la muerte, El rayo que no cesa, sus obras de compromiso socio-político Viento del pueblo y El hombre acecha o su última obra en la que pervive el doloroso recuerdo y vuelve su mirada a los suyos, Cancionero y romancero de ausencias, son las magníficas obras que nos dejó el «poeta pastor». Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, María Zambrano, Rosa Chacel, María Teresa León e incluso artistas de otros ámbitos como Dalí (pintura), Buñuel (cine) o Manuel de Falla (música) se acercaron a los ideales de esta Generación