Portada » Ciencias sociales » La mercantilización de la educación: Neoliberalismo, eficacia y la crisis del Estado de Bienestar
Como afirma Santos Guerra (2007), la visión empresarial escolar da importancia a la eficacia. La principal obsesión la constituye la medición de los resultados académicos conseguidos, dejando al margen dimensiones totalmente esenciales como:
Estas dimensiones no se contemplan cuando se considera a la escuela como una empresa.
Nos encontramos en un momento histórico en el que las escuelas se contemplan como empresas. Cada vez se le da más importancia al producto, los conocimientos y los resultados, en lugar de darle importancia al acto en sí de educar. Estos “males” impiden un posible cambio del sistema educativo:
Para Santos Guerra (2010), la cultura neoliberal se sustenta en unos ejes ideológicos que contravienen muchos valores de la educación. Por eso, la escuela tiene que mostrarse totalmente contraria a estas nuevas ideologías e intentar paliar dicha situación. Estos ejes son:
Para Alcrudo y otros (2012), las actuaciones del Estado en cuanto al sector privado provocan diversas consecuencias:
La falta de inspección, de supervisión y de control público por parte del Estado sobre los centros privados de la “red asistencial” provoca un grave fraude a la Seguridad Social, debido al escaso número de establecimientos dados de alta y a las irregularidades que se producen en materia de contratación. Además, las trabajadoras contratadas en los servicios infantiles de titularidad pública y gestión privada, así como en los servicios infantiles privados, sufren condiciones laborales indignas e impropias del trabajo que realizan.
El neoliberalismo es un modelo político-económico que retoma la doctrina del liberalismo clásico y consiste en exagerar la libertad de mercado. Los defensores del neoliberalismo muestran su acuerdo con el libre comercio, lo que implica que los mercados están totalmente abiertos y que el Estado se mantiene al margen de su participación y control.
Además, tiene otra característica principal que es la privatización, de modo que determinados servicios públicos pasan a ser gestionados por empresas privadas. Así, derechos universales como la educación, la sanidad o las pensiones se convierten en bienes privados a los que no todo el mundo puede acceder.
Los neoliberales buscan que el Estado no intervenga de ninguna forma en el mercado (ni a través de impuestos, pagos, etc.), bajo la premisa de que con las ganancias podría mejorarse la situación invirtiendo en educación, sanidad y pensiones. El representante de esta corriente fue Milton Friedman, fundador de la Universidad de Chicago. Él pensaba que no debería haber intervención en el mercado por parte del Estado de Bienestar. Actúan bajo la premisa de que el mercado es mágico y resuelve todos los problemas.
Por otro lado, San Fabián Maroto (2014) nos presenta un modelo totalmente diferente: el Estado de Bienestar. Keynes es considerado el pensador por excelencia de este modelo, que persigue una buena calidad de vida para toda la sociedad. Con este modelo, el Estado proporciona ciertos servicios básicos para que todos tengamos los mismos derechos. El Estado de Bienestar se relaciona con la creación y el mantenimiento de los servicios sociales universales.
El Estado de Bienestar persigue dos grandes objetivos:
El modelo de Estado de Bienestar en España es el modelo sureño, en el cual el Estado garantiza un nivel básico de seguridad social, asumiendo la existencia de una ayuda informal provista por redes familiares, ya que la familia resulta imprescindible en el bienestar social de los ciudadanos.
Los grandes sectores proveedores de servicios sociales son:
Se puede añadir un cuarto sector, de carácter informal, que incluiría los sistemas familiares y la comunidad. El sector resultante de la fusión del público y privado es el sector medio público. Las escuelas católicas se han movido a este sector, que es el propio de las escuelas concertadas religiosas.
Desde los años 70, como señala San Fabián Maroto (2014), se habla de una crisis del Estado de Bienestar que, junto con la crisis económica actual, lleva a cuestionar si el Estado puede cubrir todas las necesidades sociales, revalorizando el papel de las iniciativas privadas. Esta situación también se traslada al ámbito educativo.
Se considera así la educación como un producto de mercado que funciona mediante la oferta y la demanda. Debemos referirnos a Friedman, quien consideró que la educación es un mercado donde sus consumidores (los padres) pueden elegir el colegio en el que estudien sus hijos. Los padres intentarán mandar a sus hijos a aquellos centros que el Estado haya seleccionado como de «mejor calidad», porque creen que será el que más beneficio les aporte. Esta escuela será la más demandada, y cuanta más demanda, más alumnos y también más subsidios para el centro.
No es de extrañar que Torres Santomé (2001) compare en sus artículos las instituciones educativas con una empresa. Los centros influenciados por corrientes neoliberales fomentan la competitividad y rivalidad que las empresas utilizan para obtener mayores beneficios. Además, priman los conocimientos cuantitativos frente a los cualitativos, al igual que en las empresas, que prefieren una gran cantidad de producto aunque su calidad sea mala. Así, se le suma importancia al resultado final y se le resta al proceso.
La educación funciona como una filosofía de mercado que exige a personas con una «subjetividad de mercado» (Torres Santomé, 2001), creando a individuos consumistas, con espíritu competitivo y afán de enriquecerse sin límites. Se pretende así que la educación se adapte a una sociedad capitalista.
