Portada » Historia » La Evolución del Franquismo (1940-1975): De la Autarquía Falangista a la Crisis Final
El primer período de la dictadura estuvo protagonizado por la Falange. Esta organización abandonó sus objetivos teóricamente revolucionarios, pero su ideología (nacionalismo radical, anticapitalismo retórico, antiliberalismo y anticomunismo) y sus símbolos (el saludo fascista, la camisa azul, el yugo y las flechas, la figura de José Antonio) se identificaron con los del régimen, y sus dirigentes ocuparon posiciones destacadas en el Gobierno y en la Administración del Estado.
La represión del enemigo político que se practicó durante la Guerra Civil se siguió ejerciendo de manera sistemática durante este período. Instrumentos clave fueron la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería (1940), que llevaron a la cárcel, a campos de trabajo y al paredón (ejecuciones) a miles de personas. La oposición política y social fue desarticulada, pero siguió existiendo en la clandestinidad, especialmente a través del Partido Comunista, incluyendo la lucha armada (el maquis), que se mantuvo hasta los años cincuenta.
La España de Franco quedó aislada tras la Segunda Guerra Mundial: no pudo ingresar en la ONU y los países democráticos practicaron un boicot político y económico para debilitar al régimen. Este aislamiento contribuyó al desarrollo en España de un modelo económico que además coincidía con los planteamientos ideológicos del Movimiento Nacional: la autarquía.
Se trataba de conseguir la autosuficiencia económica del país, para lo cual se produjo una intervención generalizada del Estado en la economía. El resultado fue:
El nivel de vida de los españoles cayó por los suelos, como lo demuestra el hecho de que los productos de primera necesidad (alimentos, combustibles, etc.) estuvieron racionados (cartillas de racionamiento) hasta 1951, generándose un mercado negro por el que circulaba al margen de la ley una parte importante de los productos comercializados en el país. El régimen de Franco justificó sus fracasos económicos en la destrucción provocada por la guerra, pero la lentitud en la recuperación tuvo mucho que ver con el sistema político y económico vigente en España.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota de Alemania e Italia, el falangismo fue perdiendo posiciones a favor de una nueva imagen del régimen, menos vinculada al fascismo y al nazismo derrotados, y más centrada en el anticomunismo, que acercaba a la España de Franco a las potencias democráticas, embarcadas ahora en la Guerra Fría contra la Unión Soviética. En la propaganda del régimen, Franco se convertiría en el «Centinela de Occidente». El falangismo siguió siendo durante unos años el principal soporte del régimen, pero la parafernalia fascista fue quedando relegada a un segundo plano.
Al iniciarse la década de los años 50, empezó a hacerse evidente la incapacidad del sistema autárquico para impulsar el crecimiento de la economía española y la mejora de las condiciones de vida de la población.
Por otra parte, el comienzo de la Guerra Fría, con el bloqueo soviético de Berlín en 1947, provocó un cambio paulatino de la política norteamericana con respecto a España, que se convertiría en un aliado en la lucha contra el comunismo. Hitos de esta reintegración fueron:
Al hilo de estas circunstancias, Franco remodeló el Gobierno, dando más peso a los católicos que a los falangistas e introduciendo a personalidades de talante aperturista, como Joaquín Ruiz Jiménez en el Ministerio de Educación. A pesar de las ayudas económicas llegadas de los Estados Unidos, la situación seguía siendo crítica y se produjeron movilizaciones obreras en los principales núcleos industriales, así como las primeras protestas estudiantiles en las universidades, reprimidas con dureza.
En 1957 entraron en el Gobierno políticos procedentes del Opus Dei (Navarro Rubio, Ullastres), los denominados tecnócratas (designados más por su competencia profesional que por su ideología). La política del régimen iba a experimentar a partir de entonces un sensible cambio, que, sin alterar su naturaleza dictatorial, iniciaría una reorientación de la política económica: se abandonaba la autarquía y se iniciaba un proceso de liberalización de la economía frente al intervencionismo estatal dominante hasta entonces.
Las disensiones internas, los casos de corrupción (como el caso MATESA) que afectaron a los tecnócratas y el aumento de la oposición al régimen condujeron a un endurecimiento de la dictadura.
El asesinato del Presidente del Gobierno, Carrero Blanco, en 1973, dio paso al último Gobierno de Franco, presidido por Arias Navarro. El carácter represivo del régimen se mantuvo hasta el final, como muestran:
Desde 1974 los síntomas de deterioro físico de Franco se habían agravado y finalmente moría el 20 de noviembre de 1975 (fecha que coincidía con la muerte de José Antonio Primo de Rivera, en 1936). Dejaba un régimen anacrónico y en profunda crisis. La sensación de incertidumbre con respecto al futuro político y al relevo en el poder eran grandes. Arias Navarro afirmó que Franco había dejado todo «atado y bien atado», pero en 1976 comenzaba la nueva andadura democrática de España.
