Portada » Filosofía » La Doctrina Social de la Iglesia (DSI): Fundamentos, Fuentes y su Diálogo con la Cultura y la Ciencia
La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) es el conjunto de declaraciones oficiales del Magisterio de la Iglesia acerca de las realidades sociales.
La acción que realiza la Iglesia frente a las realidades sociales se centra en tres pilares:
Las fuentes de la DSI son cuatro, constituyendo un patrimonio o tesoro que la Iglesia ha adquirido progresivamente:
El contenido esencial de la DSI está centrado en el hombre y su dignidad como persona. Cada principio es la aplicación del concepto que la Iglesia tiene del hombre, a partir de la Revelación y fundamentalmente del misterio de la Encarnación de Dios hecho hombre.
Algunos de los temas específicos abordados por la DSI son:
Doctrina que la Iglesia enseña como verdad revelada por Dios y que los cristianos deben creer, aunque su inteligencia no pueda comprenderla (ej.: el dogma de la Santísima Trinidad).
Palabra de origen griego que significa “carta circular”. Son documentos que publican los Papas cuando quieren dar una recomendación de especial importancia, dirigida a toda la Iglesia, a los obispos, o incluso a todos los hombres.
La DSI no es una ideología. Al contrario, cuestiona los límites de diferentes ideologías, aprovecha lo positivo y critica sus errores. La fe cristiana se sitúa por encima y a veces en oposición a las ideologías, en la medida en que reconoce a Dios, trascendente y creador, que interpela al hombre como libre y responsable a través de todos los niveles de lo creado.
Por lo tanto, la DSI no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la Teología Moral.
El Concilio Vaticano II afirmó que cultura es:
Todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; formula, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones, para que sirvan de provecho a muchos e incluso a todo el género humano.
Para que una cultura alcance su plenitud, deben encontrarse tres valores esenciales:
El Concilio Vaticano II afirmó que los vínculos entre cultura y fe son múltiples, señalando que:
La Iglesia ha llegado a reconocer lo positivo de las nuevas teorías en las ciencias físicas, biológicas, sociales y humanas. Aunque existe una imagen de la Iglesia como “oscurantista”, debemos matizar que:
Los textos de la DSI abordan la unidad de ciencia y fe, considerando que una unidad mal entendida podría producir una secularización de la fe o una limitación a la autonomía del hombre y de la ciencia. Cabe hacer dos comentarios:
En cuanto a la autonomía de la ciencia, la Iglesia no solo reconoce su legitimidad, sino que la enfatiza y defiende:
«Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma goza de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía.»
San Juan Pablo II clarificó la naturaleza de esta unidad:
«La unidad que buscamos no es la identidad. La Iglesia no propone que la ciencia se convierta en religión, o la religión en ciencia. La unidad siempre supone la diversidad y la integridad de sus elementos. Se nos pide que seamos uno, no que nos transformemos unos en otros. La religión y la ciencia deben conservar sus diferentes características y su propia autonomía. Ni la religión está fundada en la ciencia, ni tampoco la ciencia es una extensión de la religión. Cada cual posee sus propios principios, sus modos de acción, sus diferencias de interpretación y sus propias conclusiones.»
