Portada » Filosofía » La Conexión Intrínseca entre Racionalidad y Lenguaje Humano
La capacidad racional del ser humano está intrínsecamente vinculada a su capacidad lingüística. A diferencia de los sistemas de comunicación animal, que se basan en señales ligadas a estímulos en una relación causa-efecto, el lenguaje humano se caracteriza por el uso de símbolos. Estos símbolos representan cosas y hechos del mundo, estableciendo una relación representativa y, fundamentalmente, convencional-cultural.
El término griego logos encapsula esta dualidad, significando tanto razón como lenguaje. Las funciones racionales se manifiestan a través del uso del lenguaje:
Justificar con argumentos lo que se afirma es una característica fundamental del saber racional.
Los conceptos son abstracciones que nos permiten clasificar las cosas. Esta clasificación conceptual es, en esencia, arbitraria y convencional.
Un juicio es un acto mental que relaciona conceptos, resultando en una proposición, que es la representación de un hecho del mundo. El lenguaje cumple diversas funciones:
Los enunciados pueden ser:
Según el principio de bivalencia, todo enunciado es verdadero o falso, pero no ambos simultáneamente. Existen dos casos extremos en la asignación de valores de verdad:
Un enunciado es contradictorio o inconsistente cuando es siempre falso, independientemente de los hechos, debido a la forma en que se relacionan sus elementos. Ejemplo: «Un triángulo no tiene tres lados». En una contradicción, se afirma y niega algo simultáneamente, lo que resulta en una imposibilidad lógica, no una mera falsedad empírica. No es necesario recurrir a la experiencia para saber que es falsa. Ejemplo: «Llueve y no llueve».
Un estado de cosas es lógicamente posible si la proposición que lo describe no es contradictoria. Es empíricamente posible si concuerda con las leyes de la naturaleza. Ejemplo: Que suelte una piedra y esta no caiga.
Un enunciado es tautológico cuando es siempre verdadero, independientemente de los hechos, por la forma en que se relacionan sus elementos. Es una verdad lógicamente necesaria, no una verdad empírica. Las tautologías incluyen los enunciados analíticos, donde el predicado está incluido en el sujeto, siendo explicativos y no ampliando nuestro conocimiento. Todas las leyes lógicas son tautologías. Ejemplos:
Un enunciado es contingente cuando no es contradictorio ni tautológico. Su verdad o falsedad es empírica y depende de que el hecho que representa ocurra o no. Los enunciados contingentes son sintéticos, donde el predicado no está contenido en el sujeto, ampliando nuestro conocimiento sobre el mundo y pudiendo ser verdaderos o falsos.
Existen dos tipos principales de argumentos, diferenciados por la relación entre sus premisas y conclusión:
La inducción parte de premisas particulares (casos específicos) para extraer una conclusión general. La conclusión va más allá de la información de las premisas mediante un proceso de generalización. La conclusión inductiva no deriva de las premisas con necesidad lógica, sino con un grado de probabilidad.
La fuerza de una inducción se mide por el grado de probabilidad que las premisas otorgan a la conclusión. Una inducción basada en miles de observaciones es más fuerte que una basada en solo diez.
En un razonamiento deductivo, las premisas son más generales (o igual de generales) que la conclusión. La conclusión está implícita en las premisas y deriva de ellas con necesidad lógica. Si las premisas son verdaderas, la conclusión debe ser necesariamente verdadera.
La lógica es la rama de la filosofía que estudia la corrección de las formas de razonamiento deductivo. Cuando razonamos de forma válida, partiendo de premisas verdaderas, llegamos necesariamente a una conclusión verdadera.
La verdad y la falsedad son propiedades de los enunciados según su contenido. La validez y la invalidez son propiedades de los argumentos deductivos según su forma. Un argumento deductivo es sólido cuando, además de ser válido por su forma, sus premisas (y por ende su conclusión) son verdaderas.
Los argumentos incorrectos se denominan falacias. Si se emplean con la intención de engañar, se conocen como sofismas.
Las paradojas son problemas lógicos aparentemente irresolubles. Al intentar resolverlas, incluso con razonamientos válidos, se llega a contradicciones lógicas. Ejemplo: «Sólo sé que no sé nada».
Muchas paradojas se resuelven distinguiendo entre diferentes niveles de lenguaje: