Portada » Historia » Ideología y Soporte Social del Régimen Franquista en España
El Régimen franquista estuvo marcado por principios ideológicos, sostenidos por instituciones dirigidas por adictos al régimen y una amplia base social. Esta base social incluía una clase enriquecida con negocios de la Guerra Civil, grandes capitales, un amplio sector de la clase media y militares.
La dictadura se definía como la concentración de todos los poderes en el Caudillo de España, Francisco Franco. Durante la Guerra Civil, fueron prohibidos todos los partidos políticos contrarios al Movimiento Nacional, manteniéndose el anticomunismo y el antiliberalismo. La supresión de partidos democráticos se extendió también a los partidos de derecha. Se anuló el sistema parlamentario y todas las organizaciones sindicales.
Por el Decreto de Unificación (1937), Franco solo aceptó a la Falange, un partido donde se unieron, en contra de la voluntad de sus propios integrantes, la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET-JONS) y los requetés de tradición carlista. Se impuso el caudillismo, donde Franco aunaba poder político y militar con una concepción del Estado unitaria y centralista.
Los principios ideológicos del régimen se mantuvieron a través de unas instituciones que definían un determinado ideario:
El Régimen de Franco se identificó con el ideario social, político y económico de la Falange (ni capitalismo, ni comunismo). Se anularon los sindicatos y se estableció el sindicato único, la Organización Sindical, donde se encuadraban empresarios y trabajadores. El Estado se convertía en el regulador de las actividades económicas, lo que se denominó nacionalsindicalismo, donde la Falange controlaba toda la vida laboral.
Dentro del Movimiento Nacional se organizaron varias instituciones clave: la Sección Femenina, que canalizó la incorporación del movimiento sufragista de los años 30, relegando a la mujer a un papel auxiliar y valorando su rol como madre de familia, además de atender comedores y servicios sociales; y la Organización Juvenil Española (OJE) o Frente de Juventudes, que se ocupó de formar a las nuevas generaciones con multitud de actividades deportivas y campamentos de verano.
La Iglesia Católica, perseguida durante la II República, fue reconocida y unida al Estado durante la Guerra Civil, con la participación de sus jerarquías en las instituciones políticas. La Guerra Civil, entendida como “liberación de la revolución roja” y como “cruzada nacional”, significó una alianza e identificación de la nación con el catolicismo, lo que se conoció como nacionalcatolicismo. En 1953 se firmó el Concordato con la Iglesia Católica. A partir de 1962, con el Concilio Vaticano II, se produjo el alejamiento de la Iglesia con respecto al Régimen.
Los símbolos militares y el papel del Ejército fueron de suma importancia. La defensa de la nación justificaba todas las actuaciones políticas, lo que se denominó nacionalpatriotismo. El Ejército ocupaba un lugar preeminente: se realizaban desfiles militares, se exaltaba la educación física, las marchas y la instrucción militar, así como la austeridad, el orden, la jerarquía y la autoridad. También adquirió jurisdicción para juzgar los delitos políticos contra la patria en los Consejos de Guerra, manteniendo permanentemente la idea de defensa de la patria contra el comunismo, la masonería y el separatismo.
Franco no tenía una ideología política definida; elegía a sus colaboradores en función de su fidelidad personal, la eficacia profesional y su adhesión a las normas fijadas. Aunque no existían partidos políticos, sí había grupos ideológicos, denominados “las familias”, que representaban diferentes ámbitos socioeconómicos, religiosos y políticos. Si bien no eran organismos institucionales, cada una de ellas contaba con un sector de la opinión pública. A la hora de formar gobierno, Franco procuraba que todas estuvieran representadas en los cargos ministeriales.
Apoyaron incondicionalmente a Franco durante la Guerra Civil y fueron los mayores defensores del Régimen, en su mayor parte militares.
En este grupo se integraban también los carlistas de tendencia tradicionalista, a quienes se les permitía mantener la idea de “diversidad en la unidad”.
Se convirtieron en el instrumento ideológico de la dictadura, ocupando siempre los Ministerios de Trabajo y del Movimiento Nacional.
Influyentes como la Asociación Católica Propagandista (ACNP), fueron reemplazados posteriormente por el Opus Dei, que aportó cuadros dirigentes con una formación técnica superior a la de las otras “familias” del Régimen, formando los gobiernos tecnocráticos.
A nivel social, el Régimen contó con el apoyo mayoritario de las clases acomodadas y las clases medias de pequeños propietarios que habían recuperado sus propiedades. Surgió una clase social pequeñoburguesa, adicta al Régimen, que se enriqueció durante la Guerra Civil o en la posguerra. El respaldo entre jornaleros y proletarios era muy escaso; la oposición estaba silenciada por el miedo a la represión, el hambre y, especialmente, por el hundimiento moral tras la derrota, ya que sus principales líderes se habían exiliado antes de terminar el conflicto.