Portada » Historia » Historia Contemporánea de España: Del Franquismo a la Democracia (1939-2011)
En 1943, comenzaron a formarse las primeras partidas guerrilleras del maquis, que intentaron resistir armadamente al franquismo, principalmente en zonas rurales. Aunque realizaron ataques, no lograron un apoyo popular significativo y resultaron ineficaces. A finales de la Segunda Guerra Mundial, 4.000 guerrilleros cruzaron la frontera pirenaica, pero igualmente fueron derrotados. Durante los años 40, también se produjeron huelgas en ciudades como Barcelona, Madrid y Vizcaya debido al malestar por la carestía, el hambre y la miseria, no necesariamente por motivos políticos. El gobierno logró sofocar fácilmente la oposición, tanto interna como externa. En 1945, se creó un gobierno republicano en el exilio, pero careció de eficacia, confianza y apoyo real. A nivel monárquico, Don Juan de Borbón propuso una monarquía democrática, pero tras dialogar con Franco, su hijo Juan Carlos fue enviado a España en 1948 para completar su formación.
En esta década, el apoyo de Estados Unidos al franquismo, tras los acuerdos de 1953, reforzó notablemente al régimen. Los anarquistas desaparecieron como fuerza organizada y los comunistas, liderados por Santiago Carrillo, se convirtieron en los más activos en la oposición.
Los años 60 marcaron un intento de coordinación entre varios grupos de oposición. En 1962, se celebró en Múnich una reunión en la que se unieron representantes de los socialistas, azañistas, nacionalistas vascos, antiguos falangistas desengañados y otros sectores, aunque los comunistas no participaron. Los sectores obreros, junto con los estudiantes, comenzaron a organizarse en sindicatos clandestinos y a movilizarse en contra del régimen, apoyados por intelectuales y jóvenes.
Los años 70 vieron un aumento significativo de la protesta en las universidades, entre los jóvenes y sectores católicos progresistas. A partir de 1970, las huelgas laborales aumentaron en sectores industriales como el metalúrgico, minero, químico y textil. La represión del gobierno fue cada vez más dura. El asesinato de Carrero Blanco por ETA en 1973 dejó al gobierno en manos de Carlos Arias Navarro, quien no demostró capacidad para frenar los problemas de la dictadura, como la crisis económica, las revueltas sociales y el deterioro de la salud de Franco. Finalmente, la presión social y la creciente oposición marcaron el fin de la dictadura franquista.
La Transición se inició tras la muerte de Franco en 1975, un proceso de cambio hacia la democracia que se desarrolló dentro de la legalidad franquista, sin una ruptura radical. Fue apoyado por sectores del franquismo y de la oposición (liberales e izquierda), pero rechazado por la extrema izquierda y el búnker (franquismo inmovilista). El Rey Juan Carlos I desempeñó un papel clave al impulsar la democratización como monarca constitucional. El proceso se extendió hasta 1982, culminando con la victoria del PSOE.
En el franquismo, se distinguen tres posturas:
La oposición se organizó en la Coordinación Democrática (también conocida como Platajunta), que exigía elecciones libres y derechos políticos, y se dividía entre:
Tras la muerte de Franco, Juan Carlos fue proclamado rey y comenzó la transición hacia la democracia. Nombró a Torcuato Fernández Miranda presidente de las Cortes, pero debido a la presión franquista, designó a Arias Navarro, quien no logró impulsar reformas significativas. La situación empeoró, y tras las protestas y la represión, Juan Carlos nombró a Adolfo Suárez en 1976, quien inició el proceso con el apoyo del Rey.
Suárez presentó la Ley para la Reforma Política, aprobada por las Cortes franquistas y ratificada en referéndum con un 94% de apoyo. La ley facilitó el cambio hacia la democracia sin una ruptura legal. Tras legalizar al PCE y superar varias crisis, Suárez convocó las primeras elecciones democráticas en 1977, donde la UCD resultó vencedora, seguida del PSOE y el PCE.
Tras las elecciones de 1977, se redactó la Constitución de 1978 con el consenso de todos los partidos, estableciendo:
La situación económica empeoró debido a la crisis del petróleo y la presión de grupos involucionistas. En 1981, Suárez dimitió y un intento de golpe de Estado (el 23-F) fracasó. En las elecciones anticipadas de 1982, el PSOE (liderado por Felipe González) obtuvo la victoria, marcando el inicio de una nueva etapa democrática.
En las elecciones de 1982, el PSOE obtuvo mayoría absoluta con 202 diputados, y Felipe González fue elegido presidente, y gobernó durante cuatro legislaturas. Esta etapa se caracterizó por centrarse en reformas económicas y sociales para modernizar España y afrontar la crisis. Se aplicaron medidas como la reconversión industrial y bancaria, necesarias pero impopulares, que provocaron un aumento del desempleo en zonas afectadas. A nivel social, se avanzó en derechos sociales, como la despenalización del aborto en ciertos supuestos, se amplió la educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años (LOGSE, 1990) y se mejoró la sanidad pública. El ingreso en la OTAN fue ratificado en 1986 mediante referéndum nacional, y España se integró plenamente en la CEE (Comunidad Económica Europea) en 1986, tras la firma del Tratado de Adhesión en 1985. La mejora económica global a partir de 1986 favoreció el desarrollo y consolidación del Estado del bienestar:
Sin embargo, el coste social de las reformas tensó la relación con los sindicatos, lo que culminó en la huelga general de 1988. El terrorismo de ETA persistió, a pesar de la firma del Pacto de Ajuria Enea (1988), y se emprendió una profunda reforma del ejército para alejarlo de posturas golpistas. En 1992, España vivió una proyección internacional con:
No obstante, la década de los 90 trajo consigo problemas internos para el PSOE: surgieron divisiones internas entre felipistas y guerristas, y varios escándalos de corrupción (como los casos Roldán, Guerra, Ibercorp y Filesa) dañaron gravemente su credibilidad. Además, se destapó la implicación del gobierno en la denominada «guerra sucia» contra ETA a través de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), que asesinaron a 27 personas entre 1983 y 1987. La recesión económica mundial, iniciada en 1992, agravó la inflación y el desempleo, debilitando aún más al PSOE. En este contexto, el Partido Popular, liderado por José María Aznar, ganó las elecciones generales de marzo de 1996, marcando el final de la prolongada era socialista iniciada en 1982.
Durante el franquismo, la economía española atravesó dos etapas económicas diferenciadas: la autarquía (1939-1959) y el desarrollismo (1959-1975).
Tras la Guerra Civil, España sufrió un estancamiento económico que duró dos décadas. Este periodo estuvo marcado por la destrucción provocada por la guerra, la pérdida de reservas y un severo aislamiento internacional, agravado por la Segunda Guerra Mundial. El régimen de Franco adoptó una política autárquica, inspirada en los regímenes fascistas, basada en el nacionalismo económico y la autosuficiencia. El Estado intervino intensamente en la economía, limitando drásticamente las importaciones y rechazando las inversiones extranjeras. En 1941, se creó el INI (Instituto Nacional de Industria), que promovió empresas estatales en sectores clave como:
La autarquía resultó un fracaso rotundo: la falta de materias primas, energía y alimentos provocó escasez generalizada, la imposición de cartillas de racionamiento, el auge del mercado negro (estraperlo) y el uso de tecnologías ineficaces como el gasógeno. A partir de los años 50, con la Guerra Fría, España rompió su aislamiento:
En 1959, un grupo de tecnócratas impulsó el Plan de Estabilización, diseñado para poner fin al intervencionismo estatal. Sus objetivos fueron:
Estas medidas permitieron la entrada de préstamos internacionales y sentaron las bases del crecimiento económico. En los años 60, se pusieron en marcha los Planes de Desarrollo, liderados por Laureano López Rodó. Estos planes buscaban corregir los desequilibrios regionales mediante la creación de polos de desarrollo y dotar a la iniciativa privada de los recursos e infraestructuras necesarias. Aunque no lograron todos sus objetivos, sí favorecieron una notable expansión industrial. Entre 1960 y 1973, la producción industrial creció a ritmos cercanos al 10% anual, impulsada por una mano de obra barata, la inversión extranjera y la adopción de nuevas tecnologías. Destacaron las industrias:
En el sector agrario, se produjo un masivo éxodo rural, acompañado de mecanización, el uso intensivo de abonos y la concentración parcelaria. El sector servicios creció con fuerza, impulsado principalmente por el auge del turismo y el desarrollo del sector bancario. Aunque la balanza comercial era persistentemente negativa, el turismo, las inversiones extranjeras y las remesas de los emigrantes compensaron eficazmente el déficit.
Durante la dictadura franquista (1939-1975), España experimentó una profunda transformación, pasando de ser una sociedad predominantemente agraria, empobrecida y autoritaria a una sociedad más urbana, industrializada y en constante cambio cultural. Este proceso puede dividirse en dos grandes etapas claramente diferenciadas: la posguerra (1939-1959) y el desarrollismo (1959-1975).
Tras la Guerra Civil, la población activa disminuyó drásticamente debido a las muertes, el exilio y la represión, afectando especialmente a los trabajadores cualificados. La economía quedó devastada: se produjo una drástica caída de la producción, las infraestructuras estaban arrasadas y el atraso técnico era generalizado. La miseria era generalizada, afectando tanto a campesinos y obreros como a las incipientes clases medias. Solo la oligarquía afín al régimen se benefició de la corrupción y el control económico. Socialmente, el régimen impuso un modelo autoritario, nacionalista y católico. Se promovió un regreso idealizado al campo, en contraposición a la vida urbana. La Iglesia Católica desempeñó un papel central en la vida pública: ejerció un estricto control sobre la educación, impuso la censura moral y promovió un adoctrinamiento religioso bajo el concepto de nacionalcatolicismo. Instituciones como el Frente de Juventudes y la Sección Femenina ejercieron un férreo control sobre la juventud y las mujeres, respectivamente. En la enseñanza, se introdujeron clases obligatorias de religión y formación política falangista, acompañadas de una fuerte censura y propaganda del régimen.
A partir de la implementación del Plan de Estabilización de 1959, España entró en una fase de crecimiento económico sostenido. Aumentó la natalidad (el llamado baby boom), se incrementó la población urbana y creció el número de asalariados, profesionales liberales y ejecutivos. La industrialización favoreció la aparición de un nuevo proletariado moderno (especialmente en Madrid, Cataluña, País Vasco y Asturias), lo que impulsó un incipiente movimiento obrero antifranquista. También se consolidaron las clases medias y emergió una nueva burguesía urbana. Se produjo un masivo éxodo rural, que dejó pueblos abandonados y generó infraviviendas en las ciudades, acentuando los desequilibrios regionales. Más de un millón de trabajadores españoles emigraron a Europa en busca de oportunidades. La apertura al exterior, el turismo y el contacto con otras culturas impulsaron cambios sociales. Aumentó el nivel de vida, manifestado en la adquisición de:
La educación experimentó una gran expansión con la promulgación de la Ley General de Educación de 1970, que extendió la enseñanza obligatoria hasta los 14 años, redujo significativamente el analfabetismo y multiplicó el número de universitarios. También se observó un cambio en el modelo familiar: mayor movilidad, salida temprana de los hijos del hogar e incorporación progresiva de la mujer al trabajo, aunque aún con importantes limitaciones. En el terreno religioso se inició un proceso de secularización:
El Partido Popular ganó las elecciones de 1996 por escaso margen y gobernó en minoría parlamentaria con el apoyo de CiU, PNV y Coalición Canaria. Aznar adoptó una política centrista para asegurar estos apoyos, centrando su acción en la recuperación económica tras la crisis de 1992. Se llevaron a cabo privatizaciones masivas de empresas públicas, lo que permitió reducir el déficit público y financiar grandes infraestructuras (como el AVE, aeropuertos y viviendas). Gracias a esta política y al contexto económico internacional favorable, España cumplió los criterios de convergencia para la entrada en el euro (2002) y redujo significativamente el desempleo. En cuanto al terrorismo, tras el secuestro de José Antonio Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1997), se produjo una movilización social masiva conocida como el «espíritu de Ermua«. La reacción de los partidos nacionalistas vascos fue distanciarse del gobierno y firmar el Pacto de Lizarra (1998), un acuerdo que excluía pactos con partidos no nacionalistas y polarizó aún más la política vasca.
En el año 2000, el PP logró la mayoría absoluta en las elecciones generales, lo que le permitió aplicar su programa sin necesidad de alianzas. Se aprobaron leyes clave como:
Además, se suprimió el servicio militar obligatorio (2001) y se avanzó en la profesionalización del ejército. Hubo varias crisis durante este periodo:
Aznar alineó la política exterior española con la de Estados Unidos, integrando a España en el denominado «Trío de las Azores» junto a Bush y Blair. El apoyo a la invasión de Irak (2003), sin el respaldo explícito de la ONU, generó un fuerte rechazo social y masivas manifestaciones en todo el país.
Tres días antes de las elecciones generales de 2004, el 11 de marzo, estallaron diez bombas en varios trenes de cercanías en Madrid. Murieron 192 personas y hubo cerca de 2000 heridos, convirtiéndose en el peor atentado terrorista en la historia de España. El gobierno, en un primer momento, señaló a ETA como responsable, a pesar de los indicios que apuntaban a una autoría islamista (vinculación con Al-Qaeda). Esta gestión de la información generó una gran polémica y una profunda desconfianza pública. Las elecciones se celebraron el 14 de marzo: el PSOE, liderado por José Luis Rodríguez Zapatero, obtuvo una victoria inesperada. El PP achacó su derrota al clima social generado tras los atentados, lo que marcó el inicio de un nuevo periodo de fuerte confrontación política.
Tras los atentados del 11-M de 2004, que causaron 192 muertos y cerca de 2000 heridos, el gobierno del PP acusó inicialmente a ETA, a pesar de que las pruebas apuntaban a un ataque islamista vinculado a Al-Qaeda. La gestión de la información generó una profunda desconfianza social y alteró significativamente la campaña electoral, lo que propició la victoria del PSOE, con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente. El nuevo gobierno retiró las tropas españolas de Irak y se alineó con la política exterior europea, aunque reforzó la presencia en Afganistán. Se derogó el Plan Hidrológico Nacional, se impulsó la L.O.E. (2006) y se aprobaron numerosas leyes sociales, entre las que destacan:
Estas medidas generaron tensiones con sectores conservadores y la Iglesia. Se reformaron varios estatutos de autonomía (como los de Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía), ampliando el autogobierno de estas comunidades. Hasta 2008, el favorable crecimiento económico permitió una fuerte inversión en infraestructuras y un aumento del salario mínimo y las ayudas sociales, con tasas de desempleo relativamente bajas. El PSOE ganó nuevamente las elecciones en 2008, pero poco después estalló una crisis económica global que afectó duramente a España, debido principalmente al estallido de la burbuja inmobiliaria, lo que provocó una fuerte subida del desempleo, graves problemas financieros y un creciente déficit público. El gobierno se vio obligado a adoptar medidas de austeridad, incluyendo recortes presupuestarios, reformas como el retraso de la edad de jubilación a los 67 años y otras políticas de ajuste fiscal. En respuesta a esta situación, surgió el movimiento 15-M en mayo de 2011, con protestas masivas contra el bipartidismo, la corrupción, los recortes y la percibida falta de democracia real, dando paso a diversas «mareas ciudadanas» (como la verde por la educación y la blanca por la sanidad). Las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011 reflejaron el notable desgaste del PSOE, agravado por el aumento de la prima de riesgo y el imparable crecimiento del desempleo. Ese mismo verano se aprobó la segunda reforma constitucional de la democracia, que priorizaba el pago de la deuda pública, con el apoyo tanto del PP como del PSOE. El único dato positivo de este periodo fue el anuncio del cese definitivo de la violencia por parte de ETA en octubre de 2011. En las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, el PP obtuvo una contundente mayoría absoluta, con Mariano Rajoy como presidente, iniciando así una nueva etapa política.