Portada » Ciencias sociales » Fundamentos Teóricos de la Historiografía Crítica en Psicología: De la Crítica Positivista a la Subjetividad
Según Kaulino, la historia positivista es una historia de carácter científico que se basa en tres condiciones fundamentales:
Se generan metodologías para la psicología sin considerar que esta está afectada por factores socioculturales. No se establece una relación, por ejemplo, entre el conductismo y el efecto de la Primera Guerra Mundial (PGM) en Estados Unidos.
La historia positivista lee el pasado, pero el presente permite la manipulación de la historia. Se necesitan académicos que legitimen la psicología como ciencia para tener trabajo, por lo que cada teoría se toma de forma individual sin importar la época, lo que impide generar historicidad. Esta es una crítica central.
La disciplina progresa por acumulación, siguiendo una línea ascendente que valida la disciplina. A ello se agrega la neutralidad, la objetividad, el uso de fuentes secundarias y un carácter celebratorio.
Sin embargo, en la segunda década del siglo XX, comienza a cuestionarse el modelo histórico. Esto llega a la psicología en los años 80. Se asume que los objetos psicológicos son construcciones humanas. Al internalismo se opone el externalismo, que promueve la utilización de fuentes primarias, el saber original y el contexto social.
En este contexto, surge un actor importante: Danziger, quien señala que la historiografía que no justifica el orden anterior debe ser crítica. Propone dos sentidos de crítica:
Acuerdo mínimo para hablar de historia crítica.
Se necesita un nuevo marco teórico; no hay que validar el pasado per se, debe haber consenso al respecto.
Se combate el naturalismo ingenuo, que es la idea de pensar que los objetos de la psicología están en el mundo natural (sensaciones y comportamientos) y que existían antes de la psicología, esperando ser descubiertos como «bellas durmientes».
El Enfoque Crítico problematiza lo que se considera sin reparos, asumiendo que todo son construcciones humanas. Este enfoque propone no tomar como punto de referencia individuos concretos, sino todo el sistema social en el que el individuo está inmerso.
Para Honneth, el reconocimiento es crucial en el devenir de los individuos, pues brinda la posibilidad de tener una relación libre y autónoma con el resto de las personas. Entre ellas están las prácticas normativas o morales creadas por la sociedad para permitir la convivencia. En este sentido, Honneth se centra en el reconocimiento en:
En estos ámbitos están presentes algunos valores liberales, tales como la igualdad. Pero el reconocimiento como construcción del individuo consigo mismo opera tanto en el amor y el derecho como en el maltrato y la humillación.
En torno a estas esferas normativas, los sujetos realizan críticas o demandan otros derechos. Así, la crítica encarna dos procesos: el reconocimiento para un trato justo y la reconstrucción del sujeto, donde se critica la cosificación en la sociedad. De esta manera, la historia crítica de Honneth debe ser capaz de reconocer los movimientos sociales y los grupos que demandan por su sufrimiento y menoscabo social.
Illouz señala que los discursos siempre tienen una función, por ello le da más relevancia a la cultura popular y la forma en que esta se desenvuelve en la sociedad. No comparte la idea de Foucault de que las disciplinas están al servicio de la dominación del ser humano, sino que desmenuzan la cultura para posteriormente generar una crítica al respecto. A esta crítica la llama “Crítica Inmanente”, pues busca introducirse en el interior de la cultura per se para realizar una crítica. Asimismo, dado que la cultura norma las emociones, también aborda la psicología de las emociones. Illouz piensa que la cultura no está separada de las emociones y, por ello, hace énfasis en el valor que tiene estudiar la vida privada de las personas como sujeto de estudio, pues es ahí donde pueden ponerse en relieve los orígenes de los códigos culturales.
Foucault, por su parte, critica la modernidad. Tanto Foucault como Illouz tienen criterios historicistas y externalistas, realizan una crítica deconstructiva y no establecen un naturalismo ingenuo. Sin embargo, Foucault es crítico de la modernidad y se centra en los sistemas de exclusión, mientras que Illouz no lo hace.
La psicología nace de la subjetividad privatizada, donde el ser humano se da cuenta de que no es tan libre como cree.
Para Figueiredo, la libertad y la diferencia son ilusiones. Somos libres para ir a la universidad y elegir nuestra universidad, pero no tanto para elegir nuestros horarios dentro de la misma. Por ello, no todo depende del individuo y no somos tan libres como creemos. Aquí es donde se señalaría que la psicología está al servicio de las lógicas del capitalismo.
Kaulino, en cambio, a pesar de que reconoce parte de lo señalado por Figueiredo, sostiene que la libertad y la diferencia no son ilusiones. Las personas tienen libertad y derechos, pero también están sujetas a prácticas de control por parte de instituciones públicas y privadas, pues debemos ejercer la nueva libertad de una forma controlada. Puede pensarse que esto legitima el control, pero en realidad constituye el reconocimiento de una tensión que es ineludible. De otro modo, viviríamos en una subjetividad inestable, la cual imperiosamente debe ser socializada.
