Portada » Arte » Evolución de la Pintura de Paisaje en Occidente: De la Escenificación a lo Sublime
Trataremos de recomponer algunos hitos en la historia de la pintura de paisaje en Occidente, con el fin de trazar la genealogía, es decir, buscar los orígenes de la sensibilidad respecto al término paisaje en las sociedades occidentales.
Esto implica hacer la historia de nuestra propia sensibilidad a través de imágenes que representan porciones de terreno, del mundo. Desde la época romana se han representado lo que hoy podemos considerar “paisaje”, aunque con ejemplos muy escasos. Los historiadores iconográficos suponen que debe haber existido algún mandato, supremo o tácito, que impidiera la continuación de la creación de iconografía paisajista. Sin embargo, a finales del siglo XIV y principios del XV, comienzan a aparecer algunas imágenes de paisajes, aunque de forma muy tímida.
Estas primeras imágenes son inventadas, sin componente naturalista, y no representan ningún paisaje en concreto; no son retratos de terrenos. Tienen una función de acompañamiento o escenificación de imágenes básicamente religiosas. Cierto es que las escenas eran muy “elegidas” en función de la representación. Es decir, se seleccionan con cuidado aquellas escenas que permiten, o incluso exigen, la representación de un espacio abierto, con presencia de rocas y, en algunos casos, de agua.
Es como si, en esos primeros momentos de la recuperación de las representaciones paisajísticas, estas tuvieran que buscar una justificación para aparecer, como si no fuese legítimo representar un paisaje por sí solo. No se consideraba un asunto de representación iconográfica independiente y se encontraba al servicio de la religión (todavía sin relaciones mitológicas) y al servicio de representaciones agrarias o paisajes agrarios.
Este es el origen. A partir de aquí, veremos la evolución en la representación de imágenes de paisaje en Occidente. Esta evolución se desarrollará a partir de dos grandes ejes o escuelas artísticas fundamentales:
Aunque la tradición flamenca fue peor considerada, será desde ella donde se desarrolle realmente el paisaje, que ya no necesitará acompañarse de disculpas para ser representado como protagonista absoluto por sí solo.
Ambas tradiciones proceden de preocupaciones estéticas y prácticas artísticas sustancialmente diversas.
En el mundo italiano, priman las consideraciones perspectivas (perspectiva de punto de fuga único). Estas consideraciones fueron analizadas y teorizadas por matemáticos y pintores italianos del siglo XIV, rompiendo con la perspectiva medieval, románica y gótica. La pintura italiana es básicamente heredera o utiliza las prácticas de perspectiva analizadas por Piero.
La tradición flamenca o de Países Bajos no procede de un mundo estrictamente matemático o perspectivo, sino que procede de otra tradición técnica: la construcción de mapas.
Hay que tener en consideración que, a partir del siglo XVI, las grandes escuelas de cartografía (árabes, mallorquina, catalana, etc.) comienzan a eclipsarse en beneficio de la nueva y gran cartografía nórdica (holandesa). Esto coincide, además, con hechos sociales, económicos y políticos relevantes:
En la tradición italiana, la que podemos considerar como menos paisajista en sus inicios, encontramos autores como Piero della Francesca, uno de los iniciadores de la pintura renacentista. Sus paisajes aún están influenciados por la religión en algunos casos o sirven como mera composición de fondo para adornar un retrato (desarrollado fundamentalmente a partir del siglo XV). Hasta entonces, los pocos retratos que habían aparecido tenían fondo dorado o negro. En Italia, el paisaje comienza a aparecer en los fondos.
Además, son paisajes no inventados, como en los retratos de los Duques de Montefeltro. A pesar de estar aún en un segundo plano, es una representación paisajística ya abierta en la que se reconocen algunos de los elementos de lo que hoy conocemos como paisaje:
Otro ejemplo de Piero es la pintura de San Jerónimo, figura que se distingue con claridad, pues siempre se representa cerca de un roquedo, con libros, un sombrero episcopal y un león tumbado. Esta figura exige en su representación la presencia de un espacio abierto y de un roquedo o unas montañas que lo doten de una mayor verosimilitud. Es decir, se convierte en una estupenda disculpa para la representación de un paisaje y se utiliza recurrentemente tanto en la tradición italiana como en la holandesa.
(Prácticamente coetáneo es otro autor, Messina, siglo XVI, además de otros como Mantegna, Giorgione, Tiziano y Leonardo, durante los siglos XV, XVI y XVII en Italia). El paisaje poco a poco se va desprendiendo de la disculpa. La sensibilidad particular de esos pintores, a través de los apuntes de sus cuadernos personales, en materia de paisaje se adelantaba con mucho a la demanda de su tiempo.
En el mundo nórdico (norte de Europa), autores como Durero (pintura mitológica y religiosa) y sus representaciones de paisajes reproducibles a través de grabados, muestran un interés por el paisaje en sus cuadernos de apuntes de uso privado.
Como decíamos antes, técnicamente hablando, esta tradición parte de la edición de mapas. Autores holandeses como Vermeer utilizaban de manera recurrente grandes mapas como fondos para sus retratos. Estos mapas, además, son conocidos, es decir, existieron en la realidad. A partir de ellos, la vista se irá modificando progresivamente hasta convertirse en paisaje. Van Eyck, por ejemplo, presenta una tradición bastante parecida a la italiana hasta la llegada de Patinir (segunda mitad del siglo XVI), que es el primer pintor que se conoce que logra vivir de pintar paisajes, lo que demuestra que ya existía una demanda específica (aunque con algo de apoyo en asuntos mitológicos o religiosos, como en “El paso de la laguna Estigia”); Brueghel también es relevante.
Desde finales del siglo XVI y muy claramente a lo largo del siglo XVII, el mundo de la pintura de paisaje experimenta un renacer, a través de dos linajes distintos:
Estas dos grandes corrientes de pintura paisajista arrancan de tradiciones técnicas distintas:
Tradiciones muy diferentes que, sin embargo, tienen un elemento en común: ambos son modelos matemáticos completamente irreales. No existen, son construcciones mentales, construcciones matemáticas (abstractas).
Rembrandt es conocido por sus retratos, y aunque vivía de esas pinturas, no son menos conocidos sus dibujos y grabados de paisajes, algo importante desde el punto de vista de que se convierten en imágenes fácilmente reproducibles. En ellos se pueden identificar algunos de los principales elementos que se han identificado como paisaje (agua, naturaleza, etc.).
Rubens supone un caso intermedio entre el mundo nórdico y el mundo italiano. En sus dibujos destaca la presencia del paisaje como objeto fundamental en sus cuadernos de trabajo.
Durante el siglo XVIII, se producen hechos que nos interesan especialmente:
A pesar de esto, la teorización para ambos es similar, identificando tres tipos de belleza en la representación del paisaje.
Estos tipos de paisaje no son rangos, sino modos de percepción del paisaje:
Sería aquello que representa un paisaje real o inventado y que produce determinados efectos en el contemplador: serenidad, calma, equilibrio. Coloca al contemplador en una situación tal que ni él domina el paisaje ni se siente dominado por el paisaje (una especie de situación intermedia). Ejemplos de este tipo de paisajes se encuentran en los trabajos de Claudio de Lorena (tradición italiana).
Aquí se busca que el contemplador esté muy por encima de aquello que contempla (cierta superioridad). Se tratan asuntos de tipo costumbrista, con atención a los motivos de detalle y a distintos elementos (lo que es pequeño y lo que es distinto al mundo civilizado conocido). Buenos ejemplos de este tipo de paisajes los encontramos en la obra de Jenaro Pérez Villamil.
Sería el otro extremo: el contemplador se deja abrumar por aquello contemplado. Es un paisaje impresionante, enormemente grande (cataratas, tormentas, etc.). Existen buenos ejemplos de pintura de paisajes sublimes en la obra del pintor alemán Caspar David Friedrich. En Estados Unidos, destacan Frederic Edwin Church o Thomas Cole.
En el mundo moderno de la sensibilidad del paisaje, es decir, del siglo XVIII en adelante, la aparición del paisaje pintoresco y del paisaje sublime permitió ampliar el catálogo de paisajes cada vez más demandados por la sociedad.
Desde finales del XIX y principios del siglo XX, existe lo que se conoce como la pintura realista de paisaje. Ejemplos de estos paisajes se encuentran en la obra de Carlos de Haes, cuyas características difieren notablemente de las obras de los pintores sublimes, aunque los motivos sean los mismos.
