Portada » Historia » Euskadi bajo la Dictadura Franquista (1939-1975)
El régimen franquista basó su concepto de Estado en el totalitarismo: España sin divisiones y con una fuerte represión que afectó tanto a los derechos humanos y políticos como a las lenguas y costumbres territoriales.
La caída del “Cinturón de Hierro” en Bilbao el 19 de junio de 1937 supuso el fin de la guerra en Euskadi, aunque prosiguió hasta la firma del Pacto de Santoña (24 de agosto de 1937). Se configuraron dos bandos: los “vencedores” (carlistas, conservadores, falangistas, franquistas) y los “vencidos” (nacionalistas vascos, izquierdistas).
Sin embargo, la «gran represión» no se produjo hasta la finalización de la guerra en 1939.
Durante los inicios del régimen, una importante parte de la sociedad, en su mayoría contrarios al franquismo, sufrió una represión brutal de sus derechos e ideas, prohibiéndose toda expresión y manifestación cultural vasca. Esta represión se extendió al ámbito político, en el que se desarticularon todas las instituciones creadas durante la República, incluido el Estatuto de Autonomía de 1936, y al económico, ámbito en el que Bizkaia y Gipuzkoa se vieron desprovistas de sus Conciertos Económicos, mientras que Araba y Navarra, fieles a los sublevados, los conservaron, pero no se aplicaron. En relación a la actividad política, el Gobierno Vasco, con J.A. Aguirre a la cabeza, se encontraba en el exilio.
Los años de posguerra fueron económicamente muy duros.
Se pasó hambre y la economía vasca quedó debilitada. Políticamente fueron años de esperanza derivados de la evolución de la Segunda Guerra Mundial (la posible victoria aliada serviría para derrotar al régimen y reinstaurar la República y el Estatuto Vasco de 1936). Lo más significativo fue el Pacto de Bayona en 1945 con el resto de fuerzas españolas que apoyaban la República.
La Guerra Fría acabó con las esperanzas de la oposición vasca, ya que Franco pasó a ser aliado de las potencias occidentales por su anticomunismo. La oposición vasca reaccionó con huelgas y la abstención en el referéndum de 1947. Fue de gran trascendencia la huelga de 1947, promovida por sindicatos y el Gobierno Vasco. El Gobierno franquista logró ser reconocido internacionalmente en los años 50 (Concordato con el Vaticano, acuerdos con los Estados Unidos y entrada de España en la ONU).
Un intento de reacción fue el Congreso Mundial Vasco.
Las fuerzas españolas no apoyaron su autonomía, se expulsó a los miembros comunistas en la oposición vasca y hubo fuertes disensiones internas en el PNV.
La Iglesia en el País Vasco estuvo controlada por el régimen franquista, aunque, en la clandestinidad, bastantes sacerdotes y religiosos eran nacionalistas.
El Gobierno Vasco en el exilio firmó en 1957 el Pacto de París (renuncia a la República y apoyo a la democracia para aunar a las fuerzas opositoras más moderadas).
La Iglesia vasca colaboró en la organización de asociaciones católicas surgidas en fábricas y talleres opositores al régimen. A partir de los 60 adquirió una postura militante y nacionalista, denunciando la política del régimen en contra de las libertades humanas, democráticas y vascas.
Partidos políticos opositores históricos tuvieron grandes dificultades por la represión. En 1964, se organizó el Aberri Eguna en Gernika, con una asistencia que desbordó las previsiones del PNV.
Comenzó un nuevo tipo de oposición al régimen: la violencia. A partir de 1968, comenzó su lucha armada contra el régimen. La represión motivó los primeros exilios a Francia.
Los años finales del franquismo (1970-1975) avivaron la oposición en la sociedad vasca que vivía el desequilibrio entre el fuerte desarrollo económico y social y la nula apertura política. Las consecuencias más evidentes de todo ello fueron las notorias desigualdades, los fuertes contrastes territoriales y la violenta reacción del régimen.
La desarticulación de la mayor parte de la organización terrorista ETA llevada a cabo por las fuerzas del Estado trajo consigo conflictos en el núcleo interno de ETA:
En diciembre de 1970 se inició el Proceso de Burgos en el que 16 miembros de ETA estaban acusados de asesinato y actos violentos. El juicio provocó una protesta generalizada tanto en el interior como en el exterior del Estado. Gracias al apoyo internacional se indultaron las penas de muerte. Las manifestaciones de oposición al franquismo eran cada vez más numerosas; en cualquier acto público se aprovechaba para difundir las reivindicaciones de restablecer un sistema democrático, de una amnistía general para los presos políticos…
El periodo franquista terminó con el atentado contra Carrero Blanco, el sucesor de Franco, por ETA. Las ejecuciones de dos miembros de ETA, Txiki y Otaegi, levantaron protestas que se reprimieron de forma brutal. Los últimos años del régimen y los años siguientes estuvieron determinados por un aumento de la violencia.
Durante los primeros años del franquismo se intentaron anular todos aquellos símbolos, manifestaciones y expresiones artísticas que se identificasen con la cultura vasca, ya que resultaba sospechoso y podría ser peligroso para el futuro del franquismo.
A pesar de las circunstancias, a mediados de los años 50, el panorama cultural vasco se reactivó y surgió una nueva cultura que reafirmaba tanto la identidad como la peculiaridad de lo autóctono. El objetivo de esta era aglutinar en un mismo proyecto la tradición vasca y las nuevas corrientes y movimientos de vanguardia existentes en Europa. El desarrollo cultural se produjo fundamentalmente en la década de los 60 con un fuerte componente social, político y reivindicativo.
Ante la imposibilidad de manifestarse libremente, las artes, la música y las letras se convirtieron en vehículos de expresión y a través de esos medios se canalizó cualquier reivindicación contraria al régimen franquista.