Portada » Historia » España en Crisis: Guerra, Revolución Liberal y Restauración Absolutista (1808-1833)
Napoleón debió venir con un ejército de 250.000 hombres y en poco más de un mes había restituido a su hermano en el trono. Las repetidas derrotas del ejército español en Espinosa de los Monteros, en Uclés y en la Batalla de Ocaña, permitieron a los franceses ocupar la Mancha y Andalucía. La Junta Suprema tuvo que refugiarse en Cádiz. Para evitar el enfrentamiento se produjo entonces un cambio de estrategia iniciando una “guerra de guerrillas”: Grupos de varios cientos de voluntarios civiles, dirigidos por líderes guerrilleros como Espoz y Mina, el Cura Merino, Julián Sánchez o Juan Martín Sánchez, atacaban la retaguardia de columnas francesas. Así los guerrilleros, el conocimiento del terreno y el apoyo popular, consiguieron desgastar al ejército francés que nunca pudo ser inferior a los 300.000 soldados.
Napoleón concentró buena parte de sus tropas para iniciar la campaña de Rusia. A este se unió un ejército inglés al mando del Duque de Wellington, que desde Portugal derrotó a los franceses en Torres Vedras, Ciudad Rodrigo, y en la Batalla de los Arapiles. El desastre de la Campaña de Rusia impidió a los franceses resistir en España, siendo derrotados en Vitoria, en San Marcial, en San Sebastián. José Bonaparte con el ejército francés pasaron la frontera con un importante botín conseguido del saqueo de iglesias…
Los efectos de la Guerra de la Independencia fueron en general desastrosos:
La Junta Suprema abandonó Aranjuez y se estableció primero en Sevilla y finalmente en Cádiz. Allí la Junta Suprema decidió disolverse en 1810, convocando antes unas Cortes que pudieran llenar el vacío de poder. A pesar de que la Junta Suprema hubiese querido convocar unas Cortes de tipo estamental, los liberales, partidarios de la monarquía limitada, de la separación de poderes, de la igualdad de la ley para todos y de la libertad económica, consiguieron que se convocara de modo unicameral al asumir el concepto de “soberanía nacional”. En las elecciones los diputados fueron elegidos por sufragio universal masculino e indirecto. En las zonas de España ocupadas por los franceses fue muy difícil realizar las elecciones, por lo que hubo diputados refugiados en Cádiz. La sesión inaugural se celebró en septiembre de 1810 prestando juramento en la Iglesia de San Pedro y San Pablo de San Fernando. Hubo unos 200 diputados por término medio a lo largo de los cuatro años que duraron las sesiones, pertenecientes mayoritariamente a las clases medias, antiguos ilustrados y liberales. Durante las sesiones manifestaron dos tendencias: liberales y absolutistas.
Las Cortes de Cádiz pusieron en marcha una serie de Decretos-Ley cuyo objetivo era modernizar el país y acabar con el régimen absolutista:
Los diputados debatieron la elaboración de una Constitución liberal:
Fue aprobada por las Cortes el día de San José Obrero. Se la conoce como “La Pepa” y como Constitución de Cádiz o Constitución de 1812.
Derrotado Napoleón, las potencias vencedoras establecen un programa político conocido como “Restauración”, organizado desde el Congreso de Viena. En diciembre Napoleón firmaba el Tratado de Valençay por el que devolvía la corona de España a Fernando VII, “El Deseado”. Se dirigió a Zaragoza y luego a Valencia, sin decidirse a llegar rápidamente a Madrid. En Valencia recibe una comisión de diputados que le hacen entrega de un “Manifiesto de los Persas”, firmado por sesenta y nueve diputados de Cádiz. Recibía también el apoyo explícito del general Francisco Javier Elío. Fernando VII publicará el Real Decreto de 4 de mayo por el que declaraba nulos todos los actos, decretos y la Constitución de 1812. Instaurado el absolutismo, llegó a Madrid. Los liberales, pocos, ricos e influyentes, fueron perseguidos y debieron exiliarse a Londres, o pasar a la clandestinidad formando la masonería desde la que no dejaron de conspirar y de organizar “pronunciamientos”. Lo intentarán Espoz y Mina en Pamplona, Díaz Porlier en La Coruña, Luis Lacy en Barcelona; todos fracasarán. La situación económica es angustiosa tras la Guerra de Independencia y las guerras iniciadas por la Emancipación de la América Española. Rafael del Riego hará un pronunciamiento sublevando en Cabezas de San Juan a las tropas que marchaban hacia Cádiz para embarcarse y combatir la insurgencia en América. Triunfó y Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812 y un nuevo manifiesto.
Los gobiernos liberales fueron aprobando una serie de medidas dirigidas a acabar con el Antiguo Régimen:
Se escindieron en dos tendencias: liberales moderados (reformas a un ritmo prudencial) y liberales exaltados (reformas amplias y rápidas). Los absolutistas organizaban pronunciamientos antiliberales, como el de Madrid en 1822 que fracasó, mientras en las áreas rurales pequeños labradores, pequeña nobleza y eclesiásticos antiliberales organizaron guerrillas o partidas realistas. La Santa Alianza decidió poner fin a la monarquía constitucional en España. En el Congreso de Verona decidieron enviar a los “Cien mil hijos de San Luis” al mando del Duque de Angulema, que cruzó España, llegó a Cádiz y liberó a Fernando VII, tomado por el gobierno liberal como rehén.
Fernando VII hizo público el “Manifiesto Real” por el que declaraba nulos todas las leyes y actos del Trienio Liberal y ponía en marcha una feroz represión contra los liberales. Los más significados debieron marchar al exilio. Las “Comisiones Militares” y las “Juntas de Purificación” depuraron el ejército y la administración de elementos liberales. No era posible volver al absolutismo puro por la situación económica derivada de la pérdida de la América Española; era necesario permitir un absolutismo reformista. Se creó el primer Consejo de Ministros y se nombró Ministro de Hacienda a Luis López Ballesteros quien puso en marcha el Código de Comercio, el Banco Real de San Fernando y la Bolsa de Madrid. La Década Absolutista estuvo marcada políticamente por las conspiraciones e intentos de pronunciamiento de los liberales y por la radicalización de los absolutistas o “ultrarrealistas” contrarios a cualquier medida reformista. En la Cataluña interior se levantaron partidas de realistas, los “els Malcontents”.
Felipe V introdujo la “Ley Sálica” de tradición en la familia Borbón. Carlos IV quiso anularla mediante la “Pragmática Sanción” en las Cortes, pero al ser clausuradas no llegó a firmar esa Pragmática. Fernando VII no tenía descendencia, por lo que su hermano Carlos Mª Isidro de Borbón se postulaba como el heredero seguro. Fernando VII se volvió a casar con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y pocos días después promulgó la Pragmática Sanción. Fernando VII sufrió una enfermedad y, presionado por varios miembros de su familia en los llamados “Sucesos de la Granja”, anuló la Pragmática. Una vez recuperado volvió a promulgar la Pragmática Sanción, pero Carlos Mª Isidro y sus partidarios “apostólicos” o “carlistas” se negarán a reconocer a su sobrina como heredera. En septiembre de 1833 moría Fernando VII, quedando su viuda y sobrina María Cristina de Borbón como Regente. La princesa Isabel cuenta solo con tres años. Los carlistas protagonizarán levantamientos en toda España mientras los liberales apoyan a la Regente a cambio de acceder al poder.