Portada » Historia » España bajo Alfonso XIII: Crisis de 1917 y la Dictadura de Primo de Rivera
En 1921, el general Silvestre, gobernador de Melilla, llevó a cabo una imprudente campaña para ocupar la zona que separaba Ceuta de Melilla. Las tropas españolas sufrieron una desastrosa derrota en Annual frente a los rifeños dirigidos por Abd el-Krim, muriendo más de 12.000 soldados. El desastre tuvo un enorme efecto sobre la opinión pública, por lo que socialistas y republicanos no desaprovecharon la ocasión de atacar al régimen, apuntando directamente al rey como responsable último por su conocimiento y aprobación de los hechos. Se inició una investigación (Expediente Picasso) en la que varios mandos militares y políticos fueron acusados de negligencia, pero el informe no llegó a ser conocido, ya que lo impidió el golpe de Estado del general Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923. Dos días después, el rey Alfonso XIII mandó formar Gobierno a Primo de Rivera, que decidió convertirse en dictador militar único, aunque contaría con la asistencia de un Directorio Militar.
El nuevo régimen se presentó al país, a través de un Manifiesto, como un proyecto de regeneración, un «paréntesis de curación» de los males del país. Así, la dictadura fue la solución autoritaria a una situación insostenible y se divide en dos periodos: el Directorio Militar y el Directorio Civil.
Estaba formado por militares cuyas primeras medidas fueron la suspensión (no derogación) del régimen constitucional (la dictadura se presentaba como una solución transitoria). La acción política de aquellos dos años se encaminó a acabar con los viejos partidos de la Restauración y el régimen parlamentario. Se disolvieron el Congreso y el Senado y se prohibieron los partidos políticos y sindicatos. También se procedió a la militarización del orden público, implantándose el estado de guerra durante dos años. El orden público fue otra de las obsesiones de Primo de Rivera, para quien el movimiento obrero, las acciones anarquistas y la delincuencia eran una misma cosa. Se dictaron instrucciones terminantes a los gobiernos civiles para reprimir cualquier tipo de manifestación o protesta, al tiempo que se establecía una rígida censura de prensa. De esta manera, la organización anarquista quedó desarticulada. Creó un partido político único llamado Unión Patriótica, que perseguía dar apoyo social a la dictadura (al que se afiliaron fundamentalmente sus partidarios).
Sin duda, el gran éxito del Directorio Militar fue terminar con la guerra de Marruecos. Solventó el conflicto mediante el desembarco de Alhucemas en 1925. En 1927, España había ocupado totalmente su zona de protectorado. La victoria en Marruecos colocó a Primo de Rivera en la cumbre de su prestigio.
Primo de Rivera propuso al Rey la sustitución del Directorio Militar por un Gobierno civil con la entrada de políticos civiles, como José Calvo Sotelo. Este cambio demostraba la intención del dictador de perpetuarse en el poder. Para ello, necesitaba transformar la dictadura en un nuevo régimen a su medida. El proceso de institucionalización de la Dictadura se realizó mediante la formación de una Asamblea Nacional Consultiva, convocada en 1927. Además, inició un proyecto de nueva Constitución presentado en 1929.
La prosperidad económica mundial de la segunda mitad de la década de los veinte permitió en España un crecimiento importante. El Gobierno aprovechó ese clima para realizar una política de intervencionismo económico mediante:
Sin embargo, no se propusieron cambios de fondo en la estructura de la propiedad ni en la situación social de la producción. Además, creó los «comités paritarios» para resolver los conflictos entre obreros y patronos. Estas medidas, combinadas con la represión, redujeron la conflictividad social. Los dirigentes del PSOE y UGT cooperaron con el dictador hasta que este se volvió impopular.
A partir de 1928, la oposición fue ganando más apoyos. Los intelectuales como Valle-Inclán, Unamuno y Ortega y Gasset criticaban la falta de libertades. Esta actitud enraizó en las universidades con la Federación Universitaria Escolar (FUE), que organizó manifestaciones. En las fuerzas militares reinaba la desunión y se multiplicaba la oposición al dictador, incluso con intentonas golpistas. La crisis económica de 1929 devolvió los disturbios a las calles.
Al final de la década, la mala coyuntura económica de 1929 impidió la continuación de las obras públicas y el régimen entró en crisis. Tanto la Asamblea Nacional como la Unión Patriótica demostraron ser un fracaso: ni obtuvieron respaldo popular ni eran una alternativa viable a la Dictadura. Alfonso XIII decidió retirar su apoyo a Primo de Rivera, que dimitió en enero de 1930 y se marchó a Francia, donde murió dos meses después.
La crisis de 1917 se desarrolló en un contexto internacional presidido por la Primera Guerra Mundial, en la cual España se mantuvo neutral. Los beneficios económicos generados por los negocios durante los años de la guerra fueron distribuidos de manera muy desigual socialmente. Mientras la burguesía y los empresarios se enriquecían rápidamente, las clases populares y el proletariado resultaron perjudicados por la escasez y el continuo incremento de precios en los alimentos de primera necesidad. Lo cierto es que en 1917 el coste de la vida aumentó aproximadamente un 68 %, pero los salarios de los obreros no crecieron al mismo ritmo. Esta coyuntura socioeconómica, generada por los efectos de la I Guerra Mundial, explica parcialmente algunos de los problemas de la crisis de 1917.
Se originó por el descontento entre los oficiales «peninsulares» ante los rápidos y, a veces inmerecidos, ascensos de los «africanistas». Culminó con la creación de las Juntas de Defensa (una especie de sindicatos militares).
Inicialmente reprimidas por el presidente García Prieto, sus amenazas llevaron a Alfonso XIII a destituirle y dar el gobierno a Eduardo Dato (conservador), quien las aceptó, aunque iban contra la disciplina militar y la subordinación del ejército al poder civil.
Como no tenía el apoyo del parlamento, el nuevo mandatario cerró las Cortes. En el duro pulso entre el gobierno y las Juntas, que contaron con el apoyo del rey, estas lograron imponer sus demandas.
Ante la suspensión de las garantías constitucionales por parte de Dato, sesenta y ocho diputados y senadores de la Lliga Regionalista, republicanos, socialistas e incluso del partido liberal constituyeron en Barcelona una Asamblea Nacional de Parlamentarios que demandó un cambio de gobierno y la convocatoria de Cortes Constituyentes.
Esta Asamblea fue rechazada por las Juntas, y el Gobierno la disolvió mediante el empleo de la fuerza.
La huelga general de 1917, convocada en agosto por la CNT y la UGT, apenas tuvo impacto en las zonas rurales, pero contó con un amplio seguimiento en las ciudades (centros industriales de Madrid, Barcelona, País Vasco y Asturias), donde se produjeron los incidentes más graves.
Dato se vio obligado a dimitir y a ceder el puesto a Manuel García Prieto, del partido liberal.
La huelga general fracasó por la no incorporación de los campesinos, el miedo de la burguesía y la falta de apoyo del ejército.
De hecho, el ejército cumplió la orden de disparar contra los obreros.
En 1902, Alfonso XIII llegó al trono y se inició la segunda etapa de la Restauración. Durante este periodo, se intentó modernizar el sistema político, pero el miedo a la democratización plena frenó la reforma del sistema, llevándolo a su quiebra.
En este contexto, los partidos marginados del sistema de la Restauración, que habían tenido poco peso hasta entonces, iniciaron un progresivo aumento de su apoyo social que les hizo ganar protagonismo en la nueva escena política: republicanos y nacionalistas.
Fueron la fuerza de oposición más importante en las primeras décadas del siglo XX.
Representaban el deseo de intelectuales y algunos sectores de las clases medias de una democratización política que identificaban con el régimen republicano.
En 1903 se formó la Unión Republicana, que tuvo éxito electoral en las grandes ciudades gracias a su base social en las clases medias urbanas.
Este partido defendió la democratización del régimen y diversas reformas sociales, pero sus miembros estuvieron desorganizados y no contaron con el apoyo del movimiento obrero.
Las diferencias internas terminaron por dividir de nuevo al republicanismo y, en 1908, se escindió el sector radical liderado por Alejandro Lerroux, que formó el Partido Radical.
Lerroux fue un político populista que destacó por su anticlericalismo.
Creó la Alianza Republicana el 11 de febrero de 1926, aniversario de la Primera República Española. La componían cuatro fuerzas políticas que iban desde el republicanismo histórico hasta las nuevas formaciones republicanas.
Por otro lado, estaba el Partido Reformista fundado por Melquiades Álvarez, republicano, al que se acercaron Azaña, Ortega y Gasset y otras personalidades de la cultura española, debido a su preocupación por la cultura y la educación.
Evolucionó hacia posiciones monárquicas y representaba un republicanismo más moderado.
Era el de mayor relevancia en las primeras décadas del siglo XX.
Estuvo dominado por la Lliga Regionalista, fundada en 1901, que propugnaba la necesidad de aunar regeneración política, modernización económica y autonomía para Cataluña.
La Lliga era el partido que defendía los intereses de la burguesía catalana, sin contar con el apoyo de la clase obrera, ya que no atendía a las reformas sociales.
Practicó una política pactista, colaborando en ocasiones con los partidos del turno (Partido Conservador y Partido Liberal).
La izquierda catalanista tardó más tiempo en organizarse y no tuvo un papel destacado hasta la creación de Estat Català, bajo la dirección de Francesc Macià, que se convirtió en la expresión del nacionalismo radical no conservador.
Sufrió un duro y largo enfrentamiento tras la muerte de Sabino Arana (1903), fundador y líder del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Se dividió en dos bandos:
Con la nueva estrategia del sector moderado autonomista, el nacionalismo vasco se expandió desde Vizcaya.