Portada » Francés » Envejecimiento Saludable: Funcionalidad, Riesgos y Hábitos Esenciales
Para el individuo promedio, el envejecimiento se asocia con una disminución de las capacidades funcionales, primero físicas y luego mentales, y un aumento de la prevalencia de enfermedades agudas y crónicas. De esta forma, el deterioro funcional aparece como un destino común al que confluyen las consecuencias de las enfermedades y la condición de fragilidad de los ancianos. La investigación gerontológica ha demostrado que las tasas de disminución típicas de las poblaciones modernas no están fisiológicamente determinadas y que un envejecimiento con estilos de vida saludables puede retrasar el proceso de forma significativa. La movilidad y la función mental son los elementos que mejor definen la autonomía, independencia y contacto social en el anciano. Los instrumentos más usados para estudiar la funcionalidad en el adulto mayor son aquellos que miden las Actividades de la Vida Diaria (AVD). Las AVD son las acciones que realiza una persona de forma cotidiana para la subsistencia y el autocuidado. Dentro de ellas se pueden diferenciar las que miden las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD), las Actividades Instrumentales de la Vida Diaria (AIVD) y las Actividades Avanzadas de la Vida Diaria (AAVD). Estas AVD mantienen entre ellas una relación jerárquica, de tal forma que, en general, se tienden a perder primero las más avanzadas y al final las básicas, lo cual tiene importancia pronóstica, preventiva y programática. Dentro de ellas se pueden diferenciar los que miden las actividades básicas de la vida diaria.
Son las más elementales y consisten en poder realizar de forma independiente las actividades de alimentación, aseo, vestuario, movilidad, continencia y uso del baño.
Llamadas así porque requieren algunos instrumentos y precisan mayor integridad del individuo para ser realizadas, posibilitando a la persona tener una vida social mínima. Dentro de ellas se cuentan el uso del teléfono, el cuidado de la casa, salir de compras, la preparación de la comida, el uso de medios de transporte, el uso adecuado del dinero y la responsabilidad sobre sus propios medicamentos.
El envejecimiento saludable es influenciado por varias condiciones discapacitantes que se hacen más comunes a medida que transcurre la edad. Estas incluyen enfermedades cardiovasculares, tales como la hipertensión y la enfermedad vascular cerebral (EVC); cáncer; problemas musculoesqueléticos, como artropatías y osteoporosis; enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); problemas degenerativos, como pérdida de visión y audición; y problemas neuropsiquiátricos, como demencia y depresión. Todas estas condiciones pueden ser en gran parte prevenidas o pospuestas a través de la adopción de estilos de vida saludables. La actividad física, la cesación del hábito de fumar y de beber en exceso, y una nutrición adecuada han demostrado ser los mejores predictores de un envejecimiento saludable.
El cigarrillo es el factor de riesgo modificable más importante para enfermedades cardiovasculares, tanto en adultos jóvenes como en ancianos. Aunque, afortunadamente, es menos prevalente en ancianos, se pueden obtener importantes reducciones en las tasas de ECV y enfermedad coronaria con la cesación del tabaquismo. La disminución del riesgo aumenta cuanto mayor es el tiempo que transcurre desde la cesación; sin embargo, en plazos muy cortos también se observan algunos beneficios, tal como ocurre con el riesgo de ECV, que disminuye después de 2 años de abstinencia y al cabo de 5 años se hace comparable al de quienes nunca fumaron.
El consumo excesivo de alcohol es un importante factor de riesgo de hipertensión, daño hepático, accidentes y violencia, problemas de salud mental y una situación socioeconómica precaria. En Chile se estima que el 20% de la población adulta tiene problemas con el alcohol, especialmente en hombres, en los que, de acuerdo con la encuesta de calidad de vida efectuada en el país en el año 2000, asciende al 30% de los hombres entrevistados.
El envejecimiento se acompaña de importantes cambios en la composición corporal. Existe una disminución del agua corporal total, de la masa ósea y muscular; un aumento relativo de la masa grasa y una redistribución de la masa grasa que se acumula en el abdomen. La medición del estado nutricional es esencial para entender la salud de los ancianos, tanto a nivel individual como colectivo. Los datos más fáciles de obtener son las medidas antropométricas; de allí el uso generalizado del IMC como indicador. Los valores de normalidad del IMC no han sido establecidos de forma universal; sin embargo, existe consenso en que no deben aplicarse los mismos puntos de corte que para el adulto joven, ya que subestiman el déficit y sobrestiman el sobrepeso. Se observó una alta prevalencia de obesidad, mayor en los más jóvenes y en las mujeres. Si se suma el sobrepeso a la obesidad, se observa que el trastorno por exceso afecta a casi la mitad de las mujeres y a un tercio de los hombres. La prevalencia de estado nutricional deficitario fue menor que la de obesidad y, a la inversa de esa situación, es mayor en hombres y en los grupos de edad más avanzada.
En la encuesta de consumo de alimentos se hizo énfasis en lácteos, frutas, verduras y proteínas.
De acuerdo con la encuesta de calidad de vida INE-MINSAL en el año 2000, el 4,8% de los mayores de 75 años le agrega sal a la comida antes de probarla.
La actividad física es uno de los factores protectores de mayor importancia en el adulto mayor, ya que influye sobre las principales causas de enfermedades, muerte y discapacidad. En Chile, las cifras de sedentarismo son muy altas. En 1997, en Valparaíso, la segunda ciudad más grande del país, el 93% de las mujeres no hacía ejercicio en su tiempo libre; la prevalencia ascendía al 97% en el grupo socioeconómico bajo. De acuerdo con la encuesta Calidad de Vida 2000, el 90% de los chilenos adultos efectúa menos de 3 sesiones de actividad física por semana. La razón más frecuente para los AM (adultos mayores) para no practicar deporte es el estado de salud.