Portada » Historia » El Imperio de los Austrias: Carlos I y Felipe II, Expansión y Crisis del Siglo de Oro Español
Tras la muerte de Isabel de Castilla (1504) y Fernando de Aragón (1516), los reinos de la Monarquía Católica recayeron en su nieto Carlos I, hijo de Juana de Castilla, La Loca, y Felipe de Habsburgo, el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I y María de Borgoña.
En 1515, Carlos asumió la gobernación de los estados que le correspondían por herencia materna: los Países Bajos, el Franco Condado y Borgoña. Al año siguiente, heredó las Coronas de Castilla (a la que se había incorporado Navarra y las tierras que se iban descubriendo en las Indias) y de Aragón.
En 1519, al morir su abuelo paterno, heredó los vastos estados patrimoniales de los Habsburgo, que llevaban aparejada la candidatura a la Corona imperial de Alemania, para la que Carlos fue elegido aquel mismo año.
En 1555, Carlos I abdicó a favor de su hijo, Felipe II, todos sus reinos, excepto el Sacro Imperio, que dejó a su hermano Fernando. Además, Felipe II:
Ambos monarcas defendieron los intereses de su dinastía, los Habsburgo o los Austrias, así como la unidad del cristianismo, frente a la tradicional amenaza musulmana y la reciente Reforma Protestante.
Carlos I tuvo que afrontar diversos conflictos internos y externos:
Por su parte, Felipe II tuvo que afrontar:
Inicialmente, se produjo un reparto de las zonas de influencia de los reinos de Castilla y Portugal en las nuevas tierras descubiertas mediante el Tratado de Tordesillas. Durante el reinado de Carlos I se procedió a la exploración y colonización sistemática del continente americano. Entre las campañas destacaron las conquistas del Imperio Azteca de México por Hernán Cortés (1519-1521) y del Imperio Inca de Perú, por parte de Pizarro (1531-1533). Entre 1540 y 1550, se había explorado casi toda América, desde California hasta el Río de la Plata.
Políticamente, el rey necesitó colaboradores para gobernar sus dominios americanos, creando instituciones clave:
Se ayudó también de altos funcionarios, sometidos a juicios de residencia al finalizar sus mandatos, como los virreyes, los gobernadores y los capitanes generales.
La colonización de América convirtió a la monarquía española en una gran potencia económica, que intentó sacar el máximo beneficio: España enviaba a América toda clase de productos, y América enviaba a España oro y plata. Estos metales aumentaron la circulación monetaria que se tradujo en un aumento de la demanda de bienes, que desembocó en un fuerte aumento del precio de los productos (inflación). Este aumento en la demanda de bienes también repercutió en un fuerte crecimiento del comercio internacional y un abaratamiento del crédito.
Las Indias fueron incorporadas a la Corona de Castilla y, legalmente, todos los territorios tuvieron igual categoría, de forma que sus habitantes eran vasallos del rey en igualdad de condiciones y no podían ser esclavizados, como recogen las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542). El maltrato a los indios se vio cuestionado por figuras como Fray Bartolomé de las Casas. Las castas superiores de la población indígena recibieron privilegios y enlazaron con los conquistadores, y se produjo un amplio mestizaje en todos los niveles sociales. La población se redujo debido a las pandemias (viruela), aunque aumentaría gracias a la inmigración europea.
Los validos fueron ministros nombrados por los reyes, especialmente durante los reinados de los Austrias Menores (los duques de Lerma y de Uceda con Felipe III; el conde-duque de Olivares y Luis de Haro con Felipe IV), que ejercían el poder en nombre del rey, llegando a suplantarlo en las tareas de gobierno.
Sin embargo, los validos ejercieron sus funciones en función de sus intereses particulares, por lo que predominó el nepotismo y la corrupción. De hecho, se considera que sus actuaciones son unas de las causas de la crisis de la Monarquía Hispánica en ese siglo.
Recogidos sobre todo en su Gran Memorial de 1624 a Felipe IV, el conde-duque de Olivares deseaba moralizar la sociedad, combatiendo la corrupción instaurada por el duque de Lerma mediante la constitución de la Junta de Reformación para velar por la moralidad de la vida pública.
Sus objetivos principales fueron el intento de controlar el poder de la nobleza y de la Iglesia, y el de favorecer el comercio mediante la creación de una clase mercantil. Buscó promover un mayor autoritarismo regio, reduciendo todos los reinos ibéricos de la Monarquía a las leyes de Castilla y eludiendo los privilegios legales o forales de los otros reinos peninsulares.
La guerra contra Francia de 1639 instó a la Corona a trasladar los tercios reales junto a tropas italianas a Cataluña, lo que provocó el choque entre la Corona y la autonomía del principado catalán. El 7 de junio de 1640 se produce una rebelión campesina (segadores) en la ciudad de Barcelona el día del Corpus (Corpus de Sangre), en la que asesinaron al Virrey de Cataluña, el conde de Santa Coloma. Tras esto se le ofrece al rey Luis XIII de Francia el condado de Barcelona, siendo derrotadas las tropas reales del marqués de Los Vélez en la batalla de Montjuic (enero de 1641). La conclusión del conflicto se produce en 1652, cuando las tropas de Felipe IV, comandadas por don Juan José de Austria, acaban con la secesión por la fuerza.
Por otra parte, la sociedad de Portugal, que formaba parte de la Monarquía Hispánica desde 1580, era muy crítica con el gobierno de la Corona española, a la que acusaba de no defender debidamente las colonias portuguesas, por lo que en diciembre de 1640 se inicia la rebelión, provocada por la negativa de las Cortes portuguesas y de la nobleza lusa a apoyar la lucha contra la rebelión catalana. El duque de Braganza fue nombrado rey con el nombre de Juan IV, consiguiendo el apoyo inglés y francés. La guerra se prolongó hasta el reconocimiento de la independencia portuguesa en 1668.
Los fracasos del conde-duque de Olivares frente a ambas rebeliones provocaron que este fuese desterrado el 23 de enero de 1643 por Felipe IV, sin que se lograse la unificación de los reinos. Una tercera revuelta, cuyas cabezas visibles fueron el duque de Medina Sidonia y el marqués de Ayamonte, fue sofocada con éxito.
