Portada » Arte » El Arte Románico: Orígenes, Características y su Impacto en la Europa Medieval
El Arte Románico se desarrolló durante los siglos XI y XII, formando una parte esencial de la recuperación que experimentó Europa Occidental en esta época. Gracias a este periodo, se logró una notable unidad cultural y religiosa en el continente.
En este contexto, las autoridades eclesiásticas no escatimaron en símbolos para emular el poder de los señores laicos. La casa de Dios no podía desmerecer del palacio de un noble o de un rey, y en las iglesias se acumulaban objetos valiosos y donaciones. Se puso gran empeño en construir iglesias hermosas y dignas, con muros de piedra, una decisión que fue determinante en la definición del sistema constructivo románico.
En el año 1054, se produjo la separación de las iglesias de Oriente y Occidente. Los papas necesitaban asegurar su autoridad y, en este sentido, Gregorio VII emprendió una reforma para unificar la liturgia en todos los reinos de Europa Occidental: el rito gregoriano. Paralelamente, el monasterio de Cluny inició una reforma en la orden benedictina, fundando numerosas comunidades y poniéndolas bajo la obediencia del papa. Así, se unió el proyecto de lograr una Iglesia unificada e independiente, utilizando y difundiendo el Románico como el estilo de la Iglesia reformada.
Para reforzar su autoridad, los clérigos, sacerdotes y monjes se distanciaron de los laicos. Solo ellos comulgaban bajo las dos especies (el pan y el vino) y conocían la lengua de la liturgia, el latín. El pueblo, que sentía un sincero temor por el Fin de los Tiempos, en el que Cristo regresaría para juzgar a vivos y muertos, aceptó la Iglesia y sus sacramentos como único medio para obtener la salvación, un mensaje que aparece en las imágenes de todas las iglesias románicas.
En cuanto a la sociedad y la economía, la nueva forma de organización que adoptó Europa, el feudalismo, proporcionó una relativa estabilidad y favoreció el crecimiento económico. Europa comenzó a mostrar confianza en sus propias fuerzas, lo que impulsó la roturación de nuevas tierras, la conquista de territorios y también la realización de obras costosas, como la construcción de iglesias y monasterios.
En el ámbito religioso, la Iglesia adquirió gran independencia y protagonismo. Las autoridades eclesiásticas se identificaron con el grupo de la nobleza, y los papas rivalizaron con los poderes temporales por el poder, un enfrentamiento en el que ambos defendían su autoridad para investir o nombrar a los obispos y en el que finalmente logró imponerse el papa.
A nivel cultural, durante los siglos centrales de la Edad Media, la peregrinación a los lugares con reliquias de santos fue muy común. Los lugares más venerados eran Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, pero existían multitud de peregrinaciones menores, como las de Santa Fe de Conques o Liébana, donde se veneraban restos de la Santa Cruz. De todas ellas, sin embargo, la que alcanzó mayor influencia fue la peregrinación a Santiago, debido en parte a la relativa facilidad del camino. Hay que considerar, en cualquier caso, que ir y volver a Jerusalén costaba unos tres años de viaje. También aparecieron las Cruzadas, que funcionaron como importantes intercambios tanto culturales como sociales.
Se desarrolló un nuevo concepto del espacio interior, volviendo al canon clásico y a la unidad organizada. En las tipologías religiosas, se destacan las iglesias y monasterios, y en las civiles, castillos y murallas. La construcción se caracterizaba por el uso de grandes sillares de piedra.
Los elementos sustentantes son el muro, el pilar y las columnas. Los muros son gruesos, con pocos vanos, y sirven de contrafuerte. Los pilares se diferencian por sus variadas formas. Los elementos sustentados son el arco de medio punto, la bóveda de cañón en la nave central y de arista en las laterales. También se observan el arco fajón y el formero, al igual que la bóveda de cuarto de cañón.
Los techos son achaparrados, a dos aguas. La decoración se caracteriza por la pintura al fresco, la escultura en la portada y los vanos abocinados.
Por último, reaparecen las tribunas, que se sitúan en el segundo piso, entre las bóvedas.
Durante el periodo comprendido entre los siglos V y X, no existe una ruptura total con las instituciones, la cultura y el arte anteriores, ya que en gran medida se produce una continuación de la situación social, económica y artística precedente. En la Alta Edad Media, muchos elementos aún recuerdan al Bajo Imperio Romano. La Iglesia, como institución, también tuvo una función muy importante en este periodo, ejerciendo de mecenas y posibilitando la actividad cultural y la producción artística de esta época. Los pueblos germanos, que no tenían arquitectura, escultura ni pintura propias, perpetuaron el arte romano, pero lo empobrecieron en cuanto a los materiales. Esto permite hablar del Arte Visigodo, Ostrogodo, Carolingio, Anglosajón, Asturiano o Mozárabe.
Los visigodos entraron en la Península Ibérica en el siglo V, cuando fueron desplazados de la Galia por los francos. En el siglo VI, Leovigildo unificó bajo su mandato la mayor parte de la Península y estableció la capital del reino en Toledo. Su arquitectura está influenciada por el arte bizantino, como el iconostasio o el arco de herradura y la planta cruciforme. San Juan de Baños es el ejemplo más claro de dicha época.
El Arte Asturiano se desarrolló en el pequeño reino de Asturias, después de que los cristianos fuesen obligados por los invasores árabes a refugiarse en las montañas del norte en los siglos VIII-IX. En la arquitectura también se emplea la planta basilical o el iconostasio, y los arcos peraltados. Santa María del Naranco es el ejemplo más claro de esta época.
El Arte Mozárabe se sitúa entre los siglos X y XI y se desarrolló como consecuencia de las relaciones entre las comunidades cristianas y las comunidades musulmanas. El nombre de los mozárabes se aplica a los cristianos que vivían en territorio musulmán. En la arquitectura se destacan el arco de herradura califal o la nueva moldura llamada alfiz.