Portada » Historia » Dinámicas de la Guerra Civil Española: Zonas en Conflicto y la Integración Europea de España
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos esenciales, como los transportes. En el campo tuvo lugar una ocupación masiva de fincas, tierras y su producción. En las zonas de hegemonía anarquista se produjo una colectivización total de la propiedad. En septiembre de 1936, se estableció un gobierno de unidad, presidido por Largo Caballero, con ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes. En noviembre, se incorporó a dirigentes anarquistas como Federica Montseny.
El principal desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo bélico. Los gobiernos autónomos y las milicias, que a menudo se enfrentaban entre sí, eran un factor de disgregación. Se enfrentaron dos modelos ideológicos y estratégicos:
En mayo de 1937, el gobierno de la Generalitat trató de tomar el control de la Telefónica de Barcelona, que estaba en manos de un comité de la CNT. Este intento desencadenó una insurrección y combates callejeros, conocidos como los Sucesos de Mayo. La crisis resultante provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El nuevo gobierno, presidido por Juan Negrín, contaba con ministros del PSOE y se inclinaba hacia las posturas defendidas por el PCE. La ayuda soviética había convertido a los comunistas en una fuerza muy influyente.
A partir de marzo de 1938, las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo y dividieron la zona republicana en dos. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el PCE y parte del PSOE, defendía la “resistencia a ultranza”, algunos anarquistas y socialistas empezaron a hablar de la necesidad de negociar.
Acontecimientos internacionales como el Pacto de Múnich en septiembre de 1938, la retirada de las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética, los conflictos internos y la caída de Cataluña, reforzaron la idea de que la guerra estaba perdida. En marzo de 1939, el coronel Casado desalojó del poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó cuando este exigió la rendición incondicional.
La muerte de Sanjurjo el 20 de julio de 1936, cuando volaba de Portugal a España, dejó la insurrección sin un líder claro. El 24 de julio tuvo lugar una reunión de los generales sublevados en Burgos, donde se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la zona nacional.
Entre las primeras medidas adoptadas, se estableció el estado de guerra, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange y los Requetés Carlistas. En esos momentos, la propaganda nacionalista comenzó a configurar la justificación del golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido.
La insurrección militar fue presentada como un Alzamiento Nacional contra una república marxista y antiespañola. La Iglesia Católica contribuyó a que la guerra se convirtiera en una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
En el ámbito económico, se procedió a la cancelación de todas las reformas republicanas y a una fuerte intervención del Estado en la economía.
El 1 de octubre de 1936, Francisco Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado Español. Su liderazgo al frente del Ejército de África y el apoyo de Alemania e Italia explican su rápido ascenso al poder. El Caudillo estableció una dictadura personal basada en un régimen militar.
En abril de 1937, se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como Movimiento Nacional. El modelo de partido único, propio del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en Franco los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo tipo de publicaciones, y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical, estableciendo el control del Estado sobre las organizaciones patronales y obreras.
El nuevo régimen estableció un Estado confesional. Se restauró la subvención estatal a la Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil. Se estableció el nacionalcatolicismo como ideología oficial. Además, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos. En febrero de 1939, se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, que designaba «rebeldes» a todos los que se hubiesen enfrentado al Movimiento Nacional.
Durante la Dictadura franquista, España tenía vetada su entrada en la CEE, que se percibía como un factor clave de modernización y progreso. La llegada de la Democracia eliminó esa traba política; sin embargo, los asuntos económicos eran el principal obstáculo, especialmente en los sectores agrícola y pesquero. La entrada en la CEE fue gestionada por el gobierno socialista de Felipe González, que buscó el apoyo de líderes europeos como François Mitterrand y Helmut Kohl. De este último, González consiguió su apoyo a cambio de que España permaneciera en la OTAN. El Tratado de Adhesión se firmó en Madrid el 12 de junio de 1985 y entró en vigor el 1 de enero de 1986.
A partir de entonces, España adquirió un gran protagonismo en la escena europea e internacional. Además, la integración en la CEE benefició significativamente a la economía española, tanto por la reactivación del comercio con los países europeos como por la llegada de fondos europeos que contribuyeron a paliar el atraso español en sectores clave como las infraestructuras, los servicios sociales y el desarrollo regional.