Portada » Historia » De la Revolución Francesa a la Primavera de los Pueblos: La Era Napoleónica y las Revoluciones del Siglo XIX
Se estableció el sufragio universal masculino para la nueva Convención Nacional* (nombre con que se designaba a la Asamblea).
La Convención llevó a cabo un juicio contra el rey Luis XVI y su mujer María Antonieta, que fueron acusados de traición, condenados y ejecutados en la guillotina. La muerte del rey provocó la alianza de las monarquías europeas, que formaron una coalición contra la Francia revolucionaria.
En junio de 1793, los jacobinos se hicieron con el poder y detuvieron a los principales dirigentes políticos girondinos. Ese mismo año promulgaron una nueva Constitución basada en la democracia social: soberanía popular, sufragio universal directo y derecho a la igualdad.
El poder ejecutivo quedó en manos de un Comité de Salvación Pública, que concentró todo el poder en Robespierre. Para hacer frente a la amenaza exterior, la república organizó un ejército, decretó la leva en masa* e impulsó la política del Terror. El Comité suspendió las libertades y unos tribunales revolucionarios castigaron con prisión o muerte a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios (Ley de Sospechosos).
A medida que los peligros disminuyeron, la radicalización de la revolución, el Terror y el gobierno dictatorial de los jacobinos provocaron la oposición de gran parte de la población. Así, mediante el golpe de Estado de Termidor, en julio de 1794, fueron derrocados y ejecutados Robespierre y otros dirigentes jacobinos.
Tras el golpe de Estado, la burguesía conservadora volvió a tomar el control de la Revolución. Se elaboró una nueva Constitución (1795) que otorgaba el poder ejecutivo a un gobierno colegiado (Directorio). El nuevo liberalismo se situaba entre el absolutismo y la democracia social de los jacobinos.
En 1799, Napoleón Bonaparte protagonizó un golpe de Estado que puso fin al Directorio e inauguró el Consulado (1799-1804).
En 1799, Napoleón fue nombrado cónsul y su política de gobierno se encaminó a consolidar los logros de la revolución burguesa. También llevó a cabo una reforma administrativa de carácter centralista. Se promulgó un Código Civil* que racionalizaba y unificaba todas las leyes anteriores, y se reformó la Hacienda y el sistema de enseñanza. En 1804, Napoleón se sentía tan fuerte que se hizo coronar emperador.
Uno de los motivos del prestigio y el poder de Napoleón fue su capacidad para derrotar a los monarcas absolutos europeos. Las tropas de Napoleón consiguieron conquistar una gran parte de Europa. Su imperio se extendía de Alemania a España y, excepto Gran Bretaña, buena parte del resto del continente se situaba bajo el control de Francia.
En todos los países conquistados, se impusieron las ideas revolucionarias:
Los ejércitos napoleónicos actuaron como conquistadores, sometiendo a las naciones ocupadas. Todo ello desencadenó en los territorios ocupados fuertes sentimientos nacionales contra la Francia invasora.
El levantamiento protagonizado por los españoles en 1808 contra la invasión e imposición de un rey extranjero (José Bonaparte), fue el primero y el que marcó el declive del Imperio napoleónico. En 1814, tras ser vencido en Rusia y en España, Napoleón abandonó el poder. A pesar de un efímero retorno, en 1815 fue derrotado en Waterloo y desterrado a la isla de Santa Elena, donde murió en 1821.
El liberalismo es un sistema político que fundamenta la sociedad en el individuo. El Estado, por tanto, debe garantizar los derechos y las libertades fundamentales de las personas. Propugna un sistema representativo (Parlamento), elegido por sufragio. También defiende la división de poderes y el derecho de propiedad.
El nacionalismo es una ideología política que sostiene el derecho de los pueblos a decidir sobre ellos mismos y a defender su soberanía. Aunque hay diversas concepciones, se puede definir nación como un conjunto de individuos que poseen una serie de lazos culturales propios (religión, lengua, tradiciones, pasado…) y que desean vivir en común. Los nacionalismos mostraron su voluntad de hacer coincidir Estado y nación, es decir, de reagrupar en el interior de unas mismas fronteras a los miembros de una comunidad nacional.
Hacia 1820, una serie de levantamientos liberales dirigidos por activistas, sobre todo militares, intentaron en diversos países acabar con el absolutismo y tomar el poder mediante insurrecciones armadas, pero fueron vencidos por la intervención de los ejércitos de la Santa Alianza.
En Grecia, triunfó una insurrección contra el Imperio turco, y los griegos proclamaron su independencia. También resultaron victoriosos los movimientos de las colonias españolas de América continental, que se declararon independientes.
La segunda oleada revolucionaria se produjo en Europa central y occidental, entre 1829 y 1835, y su extensión y repercusiones fueron mucho mayores. Sus principales focos fueron:
Esta oleada revolucionaria significó la aparición de los ideales democráticos: sufragio universal, soberanía popular e igualdad social. Como en otras ocasiones, la revolución se inició en Francia. En la Europa oriental, la lucha fue esencialmente contra los regímenes absolutistas y la dominación imperial austriaca. Aunque la mayoría de estas revoluciones fueron finalmente sofocadas, las reformas liberales y muchos procesos de independencia nacional se consolidaron en la segunda mitad del siglo XIX.
