Portada » Español » Claves Dramáticas y Temáticas de La Fundación de Buero Vallejo
Las acotaciones son largas y pormenorizadas, poseyendo gran relevancia, pues la presencia y posterior ausencia de elementos explican el paso desde la supuesta fundación hasta la cárcel real y son fundamentales para entender el desarrollo de la obra.
Ocurre cuando al espectador se le obliga a compartir el punto de vista de un personaje, experimentando por tanto una sensación más fuerte de simpatía o identificación con él. El público ve lo que ve Tomás y solo descubre la realidad a medida que este la descubre; razona al mismo tiempo que razona Tomás y ambos llegan a la revelación final simultáneamente. Esta “inmersión” en la mente del protagonista se revela como el único modo de poder presentar directamente la sucesiva vuelta a la normalidad de Tomás, que comprueba, sorprendido, cómo la idílica realidad inicial va cambiando progresivamente a medida que recupera su cordura.
Incluye elementos reales e imaginarios como vestuario, iluminación, pintura, etc. Los espectadores vemos el escenario tal y como lo percibe Tomás en su imaginación. Al principio de la obra se nos presenta un lugar imaginado por Tomás, lo que él llama la Fundación.
La obertura de Guillermo Tell de Rossini, al principio y final de la obra, proporciona una estructura circular. La obra comienza y acaba con esta música. Al comienzo, crea el ambiente adecuado para la presentación de una alucinación; mientras que al final, un final abierto, abre el camino a la esperanza y a la aparición de nuevas situaciones que afectan al espectador.
La organización típica de la trama (exposición, nudo, desenlace) queda sustituida por un avance gradual hacia la consciencia, anticipado por variados signos de indicio (como el olor que produce el muerto, la televisión y la radio que no se encienden). La acción abarca unos tres días y se divide en dos partes:
La trama se centra en los cinco condenados, entre los cuales distinguimos un verdadero protagonista: Tomás. Cada uno de los personajes principales de La Fundación contiene un gran valor simbólico. Se enfrentan los personajes contemplativos y los activos. Son personajes idealistas y con principios éticos.
Clasificación:
Otros personajes:
Es quien soporta todo el peso de la obra y gracias a él los lectores o espectadores conocen el significado pleno del drama. Tomás nunca abandona la escena. Cree residir en una moderna fundación, becado junto a sus compañeros para desarrollar investigaciones o, en su caso, escribir una novela. El factor clave para la curación de Tomás es el mismo que había provocado su locura: el dolor. Si el sufrimiento causado por la tortura lo había conducido a la delación de sus compañeros, los remordimientos y la locura son la consecuencia. Los cuatro acontecimientos clave en este proceso evolutivo serán:
Coincide con los activos en:
Al igual que los contemplativos:
Es, en un principio, colérico, caracterizado por su hosquedad e intransigencia. Pero todo queda compensado por su personalidad soñadora. Tulio se nos presenta con una primera impresión engañosa porque, pese a todo, su ejecución al final es la más dolorosa.
Está caracterizado por su bajeza moral, ya que se entrega a fáciles compensaciones a cambio de una traición.
Apático en un principio, hombre de acción más tarde, impetuoso. Es el que mata a Max, en un acto de violencia gratuita censurado por el protagonista. Al obrar así se equipara a los carceleros.
Es un personaje atípico, fruto de la imaginación de Tomás. El verdadero sentido de los diálogos de Tomás y Berta no puede ser entendido por el público hasta el final de la obra.
Compañero de celda enfermo con el cual habla Tomás hasta que descubre, cuando se lo llevan, que está muerto. Tiene una doble función: representa a las víctimas del sistema represivo y es el primer eslabón del proceso de curación de Tomás.
La obra se desarrolla en una habitación donde seis hombres, con supuestas profesiones, conviven en una institución llamada «la Fundación». A medida que avanza la trama, se revela que son prisioneros políticos en una celda convertida ilusoriamente en un cómodo refugio por uno de ellos, Tomás. Gradualmente, la realidad se impone, mostrando la verdadera situación de encierro. Tomás delató a sus compañeros en un momento de debilidad, pero al enfrentar la realidad, se une a ellos en un plan de fuga. Descubren a un delator entre ellos y, en un acto de sacrificio, Asel elige suicidarse para evitar delatar de nuevo. Finalmente, Tomás finge locura para salvar a sus compañeros y continuar con el plan de escape. La obra termina con ellos siendo llevados a un destino incierto, mientras la habitación vuelve a ser una celda, con nuevos prisioneros acercándose.
Al final de la obra se llega a la conclusión de que el ser humano es un prisionero (como el ratón de Berta, llamado Tomás, igual que el protagonista), encerrado en una sociedad engañosa, con apariencia de mundo feliz. Partiendo de esta premisa, Tomás (ya cuerdo) y Asel debaten si merece la pena luchar por la libertad, arriesgarse a intentar la fuga, siguiendo un plan laborioso y con pocas posibilidades de éxito, diseñado por Asel, que consiste en excavar un túnel desde las celdas de castigo.
La locura de Tomás es muy parecida a la de Don Quijote. Consiste en transformar la realidad que no le gusta para crear un mundo idílico. Así pues:
El simbolismo, tanto de los hologramas, como de la Fundación o los ratones, sugiere que la diferencia entre realidad y ficción es más leve de lo que parece a simple vista.
Ante la locura de Tomás, Asel y Tulio mantienen posturas enfrentadas:
La obra mantiene unidad de lugar, desarrollándose completamente en un único espacio que cambia su percepción a lo largo de la trama, desde una habitación confortable en una fundación hasta convertirse en la celda de una cárcel. Este escenario, visto a través de los ojos de Tomás, refleja su proceso mental al acercarse a la realidad, manifestándose en la transformación gradual del entorno: sillones se convierten en petates, librerías en paredes desnudas, entre otros cambios. Además, se destacan los cambios de iluminación mencionados anteriormente, así como la transformación final que lleva de vuelta a la habitación confortable, ahora recibiendo a nuevos huéspedes.
La obra presenta un tiempo interno circular, donde el inicio y el final coinciden en el mismo punto, marcado por el decorado de la Fundación, la música de Rossini y una luz que crea una sensación de irrealidad. Aunque no hay indicaciones temporales precisas, se divide en cuatro «cuadros» que transcurren en pocos días, sin saltos cronológicos internos. En la primera parte, los dos primeros cuadros tienen lugar en una mañana y tarde respectivamente, mientras que en la segunda parte, el tercer cuadro sucede tres días después y el último cuadro, pocos días más tarde, quizás solo uno.
La obra comienza in medias res, con los personajes en una situación ya establecida debido a acciones previas desconocidas para los espectadores, reveladas gradualmente a través de los diálogos. Termina abiertamente (final abierto) con los carceleros llevándose a los supervivientes, sin revelar si los llevan al paredón o a celdas de castigo. La historia se desarrolla lentamente para el espectador, siguiendo el proceso de comprensión del protagonista, revelándose al final proyectos de fuga y la identidad del delator. La acción principal se centra en el desmoronamiento del mundo ficticio de Tomás y su confrontación con la realidad. Se destacan momentos de tensión dramática, como el descubrimiento del cadáver y la ejecución de Tulio. El proyecto de evasión a través de un túnel surge como otro nudo de la trama, intensificando la tensión en el último cuadro. Estos dos ejes de acción se entrelazan y son impulsados por Asel, quien planea la ocultación de la muerte con el propósito de influir en la recuperación de Tomás y potencialmente facilitar la fuga desde las celdas de castigo.