Portada » Filosofía » ChatGPT y la Medicina: Desafíos Éticos y Filosóficos de la Inteligencia Artificial
Vivimos en una era en la que la tecnología ha cambiado radicalmente nuestra forma de vivir, comunicarnos y también de cuidar nuestra salud. Uno de los avances más relevantes en este campo es la inteligencia artificial (IA), especialmente herramientas como ChatGPT. Su capacidad para procesar grandes cantidades de información médica y generar respuestas rápidas puede ser de gran utilidad para salvar vidas. No obstante, su implementación en medicina plantea una serie de cuestiones éticas y filosóficas que deben ser consideradas.
La filosofía, como reflexión crítica sobre el ser humano, el conocimiento y la moral, es clave para entender el impacto que tiene el uso de IA en contextos tan delicados como la medicina. Preguntas como “¿quién decide en una situación de vida o muerte?” o “¿es justo dejar decisiones médicas en manos de una máquina?” no se responden solo con ciencia, sino con reflexión ética y filosófica.
En este punto es útil recordar el pensamiento del filósofo René Descartes, quien defendía la razón como fuente del conocimiento verdadero. Descartes distinguía entre el cuerpo (como objeto físico) y la mente (el pensamiento consciente), y sostenía que solo el ser humano es capaz de pensar, dudar y tomar decisiones con responsabilidad. ChatGPT puede imitar el lenguaje humano, pero no tiene conciencia ni voluntad. Desde una visión cartesiana, la IA no posee verdadera comprensión; es una herramienta que debe estar subordinada al juicio racional humano.
Por otro lado, el uso de esta tecnología nos obliga a preguntarnos qué entendemos por conocimiento. La medicina tradicional se basa en años de estudio, experiencia y razonamiento clínico. La IA, en cambio, funciona con estadísticas y datos. Aunque puede ser muy precisa, carece de comprensión profunda. Como bien decía Descartes, conocer no es solo acumular datos, sino pensar con claridad, dudar, y buscar certezas a través del razonamiento. Por eso, aunque ChatGPT pueda ayudar, nunca debe sustituir la reflexión ética ni el juicio humano.
En definitiva, el uso de la inteligencia artificial en medicina puede ser una gran aliada para salvar vidas, siempre que se utilice con conciencia y responsabilidad. Filosóficamente, debemos recordar que la tecnología es una creación humana, no un ser autónomo. Su función es complementar la inteligencia y la ética del ser humano, no reemplazarlas. El pensamiento de Descartes, centrado en la razón como guía del conocimiento y en la importancia del sujeto pensante, nos recuerda que, aunque las máquinas pueden asistirnos, solo el ser humano tiene la capacidad de actuar con intención, responsabilidad y valores. En un mundo cada vez más tecnológico, la filosofía sigue siendo esencial para guiarnos en el uso justo, ético y humano de las herramientas que creamos.
La deshumanización del ser humano en la sociedad del rendimiento y la sustitución de lo humano por lo técnico.
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano-alemán, analiza cómo la sociedad contemporánea del rendimiento convierte al ser humano en una máquina de eficiencia. En lugar de descansar, contemplar o simplemente “ser”, las personas viven bajo una presión constante por producir más, ser más eficientes y superarse sin pausa. En este contexto, lo técnico sustituye lo humano, y la libertad se convierte en autoexigencia. Este fenómeno, relacionado con el transhumanismo, pone en riesgo aspectos esenciales de nuestra humanidad. Han advierte que al perseguir un ideal de perfección técnica y rendimiento sin límites, nos alejamos de la vida auténtica, del contacto con los demás y de nuestra dimensión espiritual.
Byung-Chul Han (n. 1959) es un filósofo y ensayista nacido en Corea del Sur y afincado en Alemania. Sus obras critican la cultura neoliberal, el individualismo, la tecnología y la pérdida de profundidad en la vida moderna. Es autor de La sociedad del cansancio, La agonía del Eros y La sociedad paliativa.
La tecnolatría es la adoración o veneración excesiva de la tecnología, considerándola como la solución a todos los problemas humanos y sociales. Se trata de una actitud que otorga a la tecnología un estatus casi divino, como si fuera infalible y capaz de sustituir completamente a lo humano.
El término suele utilizarse de forma crítica para denunciar cómo, en sociedades actuales, se tiende a confiar ciegamente en la técnica, olvidando los límites éticos, sociales y espirituales del ser humano. Autores como Byung-Chul Han advierten que esta fe ciega en la tecnología nos puede llevar a la deshumanización y a la pérdida del pensamiento crítico.