Portada » Filosofía » Grados del Saber y Niveles de la Realidad en Platón: Del Mundo Sensible a la Idea del Bien
El texto aborda los distintos grados del saber y los niveles de la realidad a través del símil de la línea, mediante el cual Platón diferencia el ámbito sensible del inteligible, así como la opinión (doxa) de la ciencia verdadera (episteme).
Según Platón, el conocimiento no es uniforme ni idéntico en todos los casos, sino que presenta diversos niveles de verdad en función del tipo de realidad al que se refiera. El grado más elevado de conocimiento es el dialéctico, gracias al cual el alma puede acceder al mundo de las Ideas y, finalmente, a la Idea del Bien, principio supremo.
Para explicar esto, Platón distingue en primer lugar dos grandes ámbitos de lo real:
Esta división se aclara con el símil de la línea, que organiza tanto la realidad como el conocimiento en cuatro niveles ordenados según su claridad y veracidad.
Dentro del mundo sensible se encuentran los dos grados inferiores de conocimiento:
Ambos niveles pertenecen al ámbito de la opinión o doxa.
En el mundo inteligible se sitúan los grados superiores del conocimiento:
Este planteamiento se vincula estrechamente con el dualismo ontológico de Platón, que separa el mundo sensible del inteligible, y con su teoría del conocimiento, que distingue entre doxa y episteme. Además, el símil de la línea se complementa con el mito de la caverna, que representa de forma simbólica el tránsito desde la ignorancia hasta la contemplación del Bien.
La dialéctica aparece, por tanto, como el método filosófico esencial, necesario para alcanzar el conocimiento de la Idea del Bien, fundamento último de la realidad, del saber y también de la ética y la política platónicas.
En definitiva, Platón afirma que solo el conocimiento racional y dialéctico conduce a la verdad, ya que se orienta hacia las realidades eternas e inmutables del mundo inteligible. El símil de la línea ilustra el ascenso progresivo del alma desde la opinión hasta la ciencia, destacando el papel central de las Ideas y, especialmente, del Bien como principio supremo.
Los sofistas surgieron en un contexto de desarrollo de una democracia aún limitada que exigía homonía (equilibrio y armonía social) y en el que se produjo un importante giro antropológico: el interés filosófico se centró en el ser humano y en su papel como ciudadano dentro de la polis, nuevo horizonte en el que tenían lugar todas las actividades políticas, técnicas y científicas. Estos maestros enseñaban que «el que sabe, ejerce de sabio» y se presentaban como expertos en el arte o técnica de lo político, ya que dominaban los conocimientos necesarios para participar en la vida pública.
Para ellos, era importante diferenciar entre physis (la naturaleza, lejana e inalcanzable para el ser humano) y nomos (la ley, lo establecido por la sociedad y base de la justicia, la educación y la acción ética). Entendían la areté o virtud como la capacidad de alcanzar el éxito social y político, y por ello se dedicaron a enseñar a hablar bien y convencer mediante técnicas del discurso como la retórica (persuasión), la oratoria (elocuencia) y la dialéctica (refutar y discutir). Su pensamiento se caracteriza por el relativismo según el cual no existe una verdad absoluta, sino distintas versiones dependiendo de cada individuo y por un escepticismo que sostiene que los seres humanos no pueden alcanzar respuestas definitivas sobre la naturaleza.
En el debate socio-político y ético entre Sócrates y los sofistas, el objetivo fundamental es buscar la verdad y la virtud, pero sus enfoques son muy distintos. Sócrates emplea el método dialéctico, que pretende conducir al verdadero conocimiento y que tiene dos fases:
Para Sócrates, la virtud, lo bueno y lo justo se encuentran en el alma racional, lugar donde residen el pensamiento y los valores morales, y solo pueden captarse mediante la razón. Sus ideas principales son el intelectualismo moral («quien conoce el bien actúa bien»), de modo que obrar mal es una forma de ignorancia y la defensa de una verdad universal basada en valores objetivos como la justicia o el bien. La virtud es conocimiento y se puede enseñar mediante el diálogo racional. Aunque la palabra puede ser un instrumento de manipulación para Sócrates debe utilizarse para buscar la verdad. Su ética tiene una dimensión sociopolítica, ya que la vida moral del individuo se entiende dentro de la comunidad y orientada al bien común.
A continuación, se definen algunos términos relevantes en el contexto filosófico:
