Portada » Historia » Orígenes de Estados Unidos y la Dinastía Borbónica en España (Siglo XVIII)
Desde comienzos del siglo XVIII, los habitantes de las trece colonias inglesas del este de Norteamérica criticaron la política de la metrópoli porque les exigían constantes impuestos y no les permitían participar en las decisiones políticas. Por otra parte, las nuevas ideas de la Ilustración avivaron el deseo de libertad e independencia de Gran Bretaña.
Los motines y levantamientos contra las autoridades coloniales eran cada vez más numerosos, y fueron siempre reprimidos cruentamente por el ejército británico. En 1773, un nuevo impuesto británico gravó el consumo del té, que era muy demandado. En diciembre del mismo año, en Boston, un grupo de jóvenes vestidos de pieles rojas arrojaron al mar un cargamento de té para impedir que fuera enviado a Gran Bretaña. Esta revuelta fue conocida con el nombre del Motín del Té.
La población se levantó y el ejército inglés reprimió con dureza las protestas, cerrando al tráfico el puerto de Boston. La rebelión contra el gobernador británico se extendió a todas las colonias. Todo esto dio lugar a la Guerra de la Independencia.
Sublevados contra la metrópoli, los colonos formaron un ejército al mando de George Washington. Sin embargo, era un ejército de milicias que apenas tenían armas, por ello los patriotas pidieron ayuda a otras potencias extranjeras como Francia (enemiga de Inglaterra) o a la propia España.
De este modo, en 1775 comienza la guerra de los colonos contra las tropas británicas. Al poco de empezar la guerra, el 4 de julio de 1776, se reunieron en Filadelfia los representantes de las 13 colonias y aprobaron la Declaración de la Independencia (un documento firmado por los representantes de las 13 colonias donde se declara la independencia de Gran Bretaña y se reconoce una serie de derechos para todos los seres humanos).
Tras encarnizadas batallas, el 19 de octubre de 1781, el ejército británico es derrotado en la batalla de Yorktown por las tropas de Washington. En 1783, Gran Bretaña reconoció la independencia de los nuevos estados.
Durante la Guerra de la Independencia, cada una de las colonias había redactado sus propias normas de gobierno. Una vez terminado el conflicto, era necesario resolver los problemas de unión de todas ellas. En 1787, 55 representantes de los 13 estados se reunieron en Filadelfia para redactar los principios de esa unión. El 17 de septiembre de 1787 se proclamó la nueva Constitución americana, que adopta una nueva forma de gobierno: la república americana, de forma federal, ya que respeta los autogobiernos de los estados.
Fue la primera Carta Magna moderna escrita en la historia de la humanidad y que sigue en vigor en la actualidad. Con esta Constitución se reconocían las principales ideas de la Ilustración, los más importantes derechos del hombre y se suprimían los privilegios del Antiguo Régimen.
Una vez organizado políticamente, el nuevo país alcanzó rápidamente un gran desarrollo. Los estados del Norte se dedicaron a la industria, a la agricultura y al comercio. Mientras que los estados del Sur se dedicaron a la agricultura latifundista (tabaco y algodón). Los estados del Sur empleaban como mano de obra a esclavos. Las diferencias entre el Norte industrial (Yankees) y los del Sur agrícolas y esclavistas (Confederados) desembocaron en una guerra civil llamada Guerra de Secesión. El Norte ganó la guerra, lo que supuso el fin de la esclavitud.
La victoria borbónica supuso cambios importantes en la organización de la Corona. Felipe V importó una monarquía absoluta al estilo de Luis XIV y organizó un solo estado, suprimiendo la autonomía mediante la abolición de fueros (leyes) y privilegios de los reinos de la Corona de Aragón. Estos, derrotados en la Guerra de Sucesión, fueron asimilados a la estructura política y administrativa de Castilla.
El proceso de asimilación se realizó por medio de los Decretos de Nueva Planta. La integración de Valencia se reguló en 1707, Aragón en 1711, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716. A partir de estas fechas, estos reinos se gobernaron directamente desde la corte a través de las Capitanías Generales, las Audiencias y los Intendentes; solo el País Vasco y Navarra conservaron una cierta autonomía.
Felipe V reinó entre 1701 y 1746. Consolidó la monarquía absoluta y centralista y renovó la administración. Intervino militarmente en Italia con el fin de asegurar el trono de los hijos de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. Intentó, asimismo, pero sin éxito, que se revisase el Tratado de Utrecht.
Fernando VI reinó entre 1746 y 1759 y su hermano Carlos III entre 1759 y 1788. Ambos monarcas se enfrentaron a problemas similares: los ingleses amenazaban las colonias en América y era difícil mantener el papel de España como potencia internacional.
Fernando VI y Carlos III intentaron una política de neutralidad exterior con la estrategia de desarrollar económicamente el interior. Asimismo, intentaron una racionalización en las estrategias coloniales de América, que seguían suministrando metales preciosos.
Surgen las reformas en la organización del Estado, la economía y la cultura, impulsadas para superar el atraso existente respecto a otros países. Este problema era conocido por los reyes, ya que eran monarcas ilustrados, quienes encabezaron y dirigieron los cambios, poniéndolos en manos de técnicos e intelectuales preparados.
A lo largo del siglo XVIII, España se vio implicada en numerosos conflictos internacionales. En tiempo de Carlos III, los intereses británicos en América fueron una preocupación constante. A causa de los Pactos de Familia entre los Borbones españoles y franceses, los ingleses tuvieron motivos para atacar las posesiones españolas después de la Guerra de los Siete Años.
Carlos III también intervino a favor de la Revolución Americana, lo que llevó al surgimiento de Estados Unidos y a la Paz de Versalles en 1783. Gracias a esto, pudo recuperar territorios arrebatados por los británicos.
Carlos IV reinó entre 1788 y 1808. Su reinado fue poco afortunado, ya que se vio sometido a las turbulencias de la Revolución Francesa y a un conjunto de desgracias (guerra contra Francia, contra Gran Bretaña) que arruinaron cualquier posibilidad de desarrollo del país.
En el reinado de Carlos III, en 1766, el gobierno prohibió el uso de las capas largas y los sombreros de ala ancha. El pueblo de Madrid, a raíz de esto, se levantó en el Motín de Esquilache, motivado sobre todo por la carestía de los productos básicos (pan o harina de trigo). La ley de las capas y sombreros y la inquina del pueblo de Madrid hacia Antonio Esquilache (primer ministro), junto a la carestía de los productos del momento, fueron las causas del motín.
A causa de este motín, los jesuitas fueron expulsados de España, acusados de haber sido los instigadores del mismo.
