Portada » Historia » Evolución Histórica de Iberia: Prehistoria, Romanización y Monarquía Visigoda
Durante el Paleolítico pueden encontrarse rasgos comunes en las sociedades humanas de este período: eran nómadas, tallaban sus útiles en piedra, conocían el fuego y eran recolectores y cazadores. Se asentaban en torno a los lagos, a orillas de los ríos y vivían al aire libre en chozas o resguardados en cuevas. Se agrupaban en tribus, formadas por unas pocas familias. Todos los miembros colaboraban en todo tipo de actividad (caza, recolección, elaboración de alimentos, etc.).
El Neolítico comienza en el Próximo Oriente, llegando a la Península Ibérica hacia el 6.000 a.C. Los humanos empiezan a hacerse sedentarios (poblados estables) y se produce una división del trabajo. Además de la agricultura y la ganadería, se inició el comercio y la navegación, junto a la aparición de la rueda, la cerámica, el tejido, etc.
Durante la Edad del Hierro y hasta la ocupación romana, la Península Ibérica (P.I.) y Baleares estuvieron ocupadas por los pueblos prerromanos: celtas, íberos y celtíberos. El primer reino del que se tienen noticias fue Tartesos (s. IX-VIII a.C.), asentado en el valle del Guadalquivir. Estaba dividido en pequeños reinos independientes. Fue un pueblo próspero, agrícola, con un gran desarrollo de la minería y el comercio, sobre todo con fenicios.
La Península Ibérica fue objeto de colonización por parte de pueblos del Mediterráneo oriental:
La presencia de Roma en la P.I. se debió a su deseo de contrarrestar a los cartagineses, rivales por el control del Mediterráneo Occidental. La victoria romana en la II Guerra Púnica despertó el interés por conquistar la Península, lo que se llevó a cabo en tres etapas:
La romanización es el proceso de asimilación cultural de los modos de vida romanos por parte de los pueblos indígenas. Este proceso no fue homogéneo en el tiempo (se intensificó a partir del siglo I a.C. bajo la Pax Romana) ni tuvo la misma incidencia en todas las áreas (más fuerte en el este).
La economía era colonial y esclavista, exportando materias primas (trigo, aceite y minerales como el oro en Las Médulas) e importando productos manufacturados. La sociedad se dividía en libres, libertos y esclavos. El legado cultural es amplio y duradero, incluyendo figuras públicas (emperadores Adriano y Teodosio), filósofos (Séneca), poetas (Lucano, Marcial) e infraestructuras monumentales: teatros (Mérida), anfiteatros (Tarragona), puentes (Alcántara), acueductos (Segovia) y murallas (Lugo).
En el siglo V, la P.I. fue invadida por pueblos bárbaros (suevos, vándalos y alanos). El Imperio Romano mandó a los visigodos (pueblo federado) para pacificar el territorio. Tras la desaparición del Imperio Romano (476), los visigodos ampliaron el reino, pero tras su derrota por los francos en Vouillé (507), se establecieron definitivamente en Hispania, creando el reino visigodo con capital en Toledo (509-711).
En un principio, los visigodos se mantuvieron separados de la población hispanorromana, pero pronto llevaron a cabo la unificación de ambos pueblos:
La monarquía era casi siempre electiva y, por tanto, con un poder débil, inestable y limitado por la nobleza y el alto clero. Los reyes se apoyaron en una serie de instituciones: