Portada » Filosofía » Fundamentos del Conocimiento en la Filosofía de Kant: Espacio, Tiempo y Categorías
La clave de la solución kantiana reside en el análisis trascendental del conocimiento teórico. Kant distingue dos aspectos dentro del conocimiento empírico de los objetos: los racionales y los sensibles. Se denomina trascendental porque no se ocupa de los objetos en sí, sino de nuestro modo de conocer los objetos en la medida en que este pueda ser a priori.
El análisis de nuestro modo de conocer los objetos debe dar respuesta a tres preguntas fundamentales:
Kant propone que nos ajustemos al «modo de proceder de Copérnico«, lo que nos permitirá resolver la cuestión acerca de la metafísica.
La Crítica de la Razón Pura (CRP) en su primera parte realiza el análisis de la sensibilidad (que es la capacidad de recibir representaciones al ser afectada por los objetos). Por otro lado, los objetos generan en la sensibilidad un efecto que denominamos sensación.
El análisis de la sensibilidad le permite a Kant determinar que el espacio y el tiempo son las formas a priori de la sensibilidad.
La espacialidad y la temporalidad constituyen todo objeto, ya que no proceden de la experiencia, ni son puras a priori, ni son propiedades de las cosas. Tampoco son conceptos formados a partir de experiencias de cosas reales, sino intuiciones. Esas intuiciones a priori son el fundamento de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori en las matemáticas.
Kant aporta dos razones para determinar que el espacio es totalmente independiente de la experiencia:
Podemos pensar en el espacio infinito tridimensional, pero no podemos pensar en el «no espacio», ni en un objeto sin ubicarlo en el espacio, y menos aún sin ocupar espacio.
Kant establece que el espacio es una intuición pura y no un concepto discursivo, porque en la intuición se toma conocimiento de una individualidad, de algo único y singular. En conclusión, tenemos la intuición del espacio en la medida en que tenemos la intuición de un sistema de coordenadas tridimensional.
Establece que el espacio es una intuición pura; Kant afirmaría que nuestras percepciones y sensaciones carecerían de objetividad si no se dan ciertas condiciones en el sujeto (algo sobre lo que se sustenten esas sensaciones). Y que el espacio es condición para que sea posible el conocimiento de las cosas, este es el caso de la geometría (el espacio se ha de suponer como punto de partida). En ella los conceptos geométricos se construyen (pero aún no se definen). Así, las condiciones que hacen posible el conocimiento matemático (ciencia), también son las condiciones que hacen posible el de los objetos del conocimiento matemático (como el triángulo).
El análisis del tiempo tiene un procedimiento y una finalidad paralelos a los del espacio. Por tanto, el tiempo es a priori, independiente de la experiencia. Cualquier percepción sensible es una vivencia, algo que nos acontece ahora; eso implica tiempo. Podemos pensar el tiempo sin acontecimientos, pero no podemos pensar un acontecimiento sin tiempo, ni en el «no tiempo».
Kant muestra que el tiempo es una intuición y no un concepto. Por tanto, la unidad de tiempo ya nos indica que solo podemos tener una intuición; hablar de un tiempo determinado es una ‘forma de hablar’, puesto que estos tiempos son partes del tiempo único.
Mostrar que el tiempo es a priori nos permite entender que este es el que hace posibles los juicios sintéticos a priori en la aritmética. Necesitamos intuir el tiempo para sumar, restar, multiplicar… La experiencia sensible es una sucesión de vivencias, es decir, son el 1, 2, 3 sucesivo de los números.
Tiempo y espacio son formas a priori de la sensibilidad, pero el tiempo tiene su peculiaridad: es forma de la sensibilidad externa (objetiva) e interna (subjetiva).
Espacio y tiempo no son cosas que conocemos por la experiencia, son estructuras que conforman nuestras sensaciones para convertirlas en objetos cognoscibles. No podemos conocer las cosas en sí mismas (noúmenos). Conocemos las cosas extensas en el espacio y sucesivas en el tiempo. Nuestro conocimiento se limita al conocimiento de los fenómenos.
La respuesta a las preguntas fundamentales la encontramos en la Estética Trascendental, en la Analítica Trascendental y en la Doctrina Trascendental del Método o Dialéctica Trascendental.
La mirada que Kant lanza sobre la historia de las ciencias y del saber lo ha llevado a destacar, en primer lugar, que una condición fundamental por parte del sujeto para poder alcanzar acuerdos, superando toda contradicción, es que este esté dotado de facultad racional (que se rige por el principio de no contradicción). Y en segundo lugar, que la condición adicional para que esta facultad racional pueda avanzar en sus conocimientos es que el sujeto esté dotado de otra facultad: la sensibilidad (objetos ajenos a la propia razón).
Debemos disponer de estas dos facultades para poder tener conocimientos científicos. El análisis de ambas es fundamental para entender cómo participan en el proceso de conocimiento.
El análisis trascendental del conocimiento ha de resaltar aquello que el sujeto pone (impone) al conocer los objetos mediante las distintas facultades y aquello que anticipa como condición necesaria para ese conocimiento.
Entre los elementos a priori del conocimiento científico teórico, Kant distingue entre elementos que se deben a la facultad sensible, que son las intuiciones puras (a priori) de espacio y tiempo, y los elementos que se deben a la facultad racional, que son los conceptos puros (a priori) o doce categorías.
Newton representa para Kant el momento cumbre de los desarrollos científicos en torno al movimiento de los cuerpos. Kant considera de vital importancia el desarrollo de las ciencias que han conseguido sistematizar sus juicios. Juicios en los que se dan a conocer las propiedades físicas o químicas de las cosas que aparecen o desaparecen según leyes que explican los movimientos de los cuerpos y las conexiones causales de las cosas entre sí.
Una vez analizada la capacidad de sentir los objetos y clarificado qué es el fenómeno, pasamos ahora a la facultad de conocer/juzgar mediante el entendimiento.
Una nueva hipótesis (aplicando el giro copernicano) es que son las cosas las que se ajustan a nuestras categorías. Las categorías no son propiedades de las cosas en sí mismas, ni son extraídas de las cosas; son las que hacen posible las síntesis que los juicios expresan. La intención del análisis de la facultad de conocer (el entendimiento) es averiguar cuáles son los fundamentos que nos permitirán concluir que estos juicios tienen un fundamento a priori de nuestra razón (que se expresan en juicios, cuya función es tanto afirmar la realidad como determinarla atribuyendo predicados a un sujeto) basados en conceptos puros (categorías).
¿Cómo se establece el valor a priori de las distintas categorías? Es decir, ¿cuántas y cuáles son? La pregunta inicial es: ¿hay una categoría o concepto puro asociado a cada forma de juzgar? Y también: ¿es necesaria una categoría para que sea posible un juicio? Como la respuesta es afirmativa, la tabla queda establecida en los doce tipos de juicios y las doce categorías.
En conclusión (tesis): para que exista el conocimiento se requiere de los fenómenos, de intuiciones y de categorías. Sin sensibilidad, ningún objeto nos sería dado; y sin entendimiento, ninguno sería pensado. Esta tesis nos pone ante otra que es categórica: ningún conocimiento procede exclusivamente de la experiencia. No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero Kant advierte que, junto a estas tesis, entra otra: no existiría el conocimiento si no existiera, en toda conciencia humana, un mecanismo que pudiera ordenar y sintetizar las sensaciones. Esta es la función que, según Kant, acompaña a todas las experiencias para que obtengan sentido; es decir, no todo procede de ella (la experiencia).