Portada » Filosofía » La Ilustración y el Legado de Kant: Razón, Ética y Paz Perpetua
La Ilustración fue un amplio movimiento de ideas que impregnó todas las actividades literarias, artísticas, históricas y religiosas. Se desarrolló durante el siglo XVIII, denominándose Ilustración, y se generalizó a todos los aspectos y dimensiones de la vida humana. Cabe destacar que la Ilustración pretendía liberar a la razón de la situación precaria en la que aún se encontraba. La exigencia de «mayoría de edad» que impulsó la Ilustración no significó, sin más, que fuera antiteológica y antirreligiosa. La Ilustración prosiguió y se radicalizó, siendo compatible en el siglo ilustrado con el reconocimiento de lo divino y una forma peculiar de interpretar la religión.
Sin embargo, otras cuestiones abordadas fueron de primer rango, como la naturaleza de la historia, su sentido y su progreso. En segundo lugar, se abordó la importante cuestión de cómo concebir la constitución del Estado.
La razón ilustrada es una razón autónoma, y su carácter autónomo quedó modélicamente expresado. Es una razón crítica, que se alza contra todo aquello que la ahoga y no la deja manifestarse como un poder autónomo. También es una razón secularizada, que se lleva a cabo trasponiendo los grandes temas del pensamiento teológico a un orden mundano, donde se mantienen reinterpretados en un sentido secular. La Ilustración no pretendía ser entendida como un movimiento antiteológico ni antirreligioso, sino como una interpretación racional de la religión.
Kant critica las éticas materiales, que proponen un fin (por ejemplo, en las éticas cristianas, alcanzar el cielo). Además, proponen acciones específicas para alcanzar dicho fin, de modo que si se realizan buenas acciones, se logrará. El problema de las éticas materiales radica en que obligan a seguir un camino específico, y quien no comparta esa creencia no tiene por qué seguirla. Por ello, Kant propone una ética universal para todos: una ética formal que no establece un fin ni acciones concretas, sino que se centra en la forma en que debemos actuar. Su principio fundamental es el Imperativo Categórico: «Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal».
Para Kant, el respeto al deber implica hacer lo que se debe. A esto, Kant añade que debe existir un ajuste perfecto entre voluntad y razón, denominándolo postulado de la razón práctica. Otro postulado es la inmortalidad del alma, ya que considera que la justicia moral es necesaria para alcanzar un alma pura y la salvación sin pecado alguno.
Kant es ampliamente conocido por sus tres críticas, que abordan la metafísica, la epistemología, la ética y la estética. Sin embargo, también desarrolló una profunda teoría política. A lo largo de su vida, Kant mostró una constante preocupación por los acontecimientos políticos y la teoría política en general. Su pensamiento en este ámbito se encuentra reflejado en un gran número de obras dispersas. Es importante destacar que su pensamiento político se halla en total correspondencia con sus teorías epistemológicas y éticas, fundamentándose en ellas.
El pensamiento político de Kant estuvo fuertemente influido por dos hechos históricos clave de su época: la Revolución Francesa y la Independencia de Estados Unidos. De estos acontecimientos, le impresionó profundamente la reivindicación de los derechos del ser humano. Las ideas políticas de Kant se enfrentaron a los planteamientos clásicos: mostró desacuerdo con Hobbes por la dificultad de alcanzar un consenso, y rechazó el realismo político de Maquiavelo. Las ideas de Kant supusieron una superación de los planteamientos tradicionales.
Central en su pensamiento es la idea de progreso como un plan de la naturaleza para la humanidad. Por tanto, el antagonismo es el medio del que se sirve la naturaleza para que los seres humanos alcancen un orden legal donde puedan realizarse como fines en sí mismos. Así nacen el derecho, la constitución, la confederación de estados y, finalmente, la paz perpetua. Todo esto es producto de mentes ilustradas que se dejan guiar por los preceptos de la razón. Así, Kant explica cómo la naturaleza ha dispuesto un antagonismo inherente a la naturaleza humana como medio para instaurar la paz. Por ello, considera que la humanidad está inevitablemente destinada al progreso en la ley y el conocimiento.
Kant concibe la sociedad como una libertad bajo leyes externas, es decir, la insociable sociabilidad nos obliga a entrar en una constitución civil que limite nuestra libertad cuando esta dañe la de los demás, evitando conflictos. El problema radica en determinar cuál debe ser el fundamento de una ley de carácter universal. Kant recurre a su ética y defiende que el fundamento de la ley no debe ser la felicidad, sino la obediencia a la ley misma.
Para Kant, los principios a priori del Estado son la libertad, la igualdad y la independencia. El Estado debe garantizar la mayor libertad posible para el ciudadano y asegurar la igualdad de coacción para todos sus miembros. En cualquier caso, Kant estima que la felicidad del pueblo es una especie de termómetro para calibrar en qué medida se están desarrollando los principios, pero no defiende la revolución como mecanismo de corrección de los errores del Estado.
Finalmente, Kant augura que la humanidad avanza hacia una época ilustrada de paz perpetua, caracterizada por la desaparición de los ejércitos y la convivencia armónica entre los países. El pensamiento kantiano se erige así en una propuesta utópica que defiende la construcción de un reino donde los seres humanos y su comunidad sean fines en sí mismos.