Portada » Lengua y literatura » Literatura y Teatro Español de Posguerra: Décadas Clave y Autores
Hasta 1945, algunos narradores cultivaron una novela de propaganda del régimen. Realmente, la historia de la novela española de posguerra se inicia a partir de la obra de dos escritores clave: Camilo José Cela, quien con La familia de Pascual Duarte (1942) inicia la corriente del tremendismo, y Carmen Laforet, que inaugura la novela existencial con Nada (1945). Miguel Delibes sigue esta línea con La sombra del ciprés es alargada (1948).
Con La colmena (1951) de Camilo José Cela, se abrió un nuevo rumbo: el realismo social, un movimiento literario que se desarrolló a lo largo de esta década. Es una literatura de corte realista, atenta a las circunstancias histórico-sociales del individuo y crítica con el franquismo. El realismo social se consolidó en 1956.
A partir de 1960, el realismo social comienza a agotarse y los escritores españoles empiezan a incorporar influencias de la narrativa extranjera y la nueva novela hispanoamericana. Aunque la crítica a la sociedad sigue presente, el estilo adquiere mayor relevancia. La obra que marca el inicio de esta renovación es Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos, seguida por otras novelas innovadoras como Cinco horas con Mario de Miguel Delibes.
La obra de este autor se caracteriza por su compromiso con la dignidad humana, su amor por la naturaleza y su rechazo al materialismo y la deshumanización. Sus novelas suelen centrarse en personajes indefensos y en ambientes humildes, como niños, ancianos, el mundo rural y la pobreza de los pueblos, aunque también retrata la vida en las ciudades y la pequeña burguesía. Su estilo es sencillo, aunque ha experimentado con nuevas técnicas narrativas a lo largo de su carrera.
Inicia su trayectoria con La sombra del ciprés es alargada, de corte existencialista, centrada en Castilla y sus habitantes marginados.
Publica El camino, que narra el despertar a la vida de un niño en un pueblo, y Las ratas, una denuncia social sobre la difícil vida rural.
Destaca Cinco horas con Mario (1966), un monólogo interior en el que Carmen, una mujer de clase media, vela el cadáver de su esposo. La obra contrapone la mentalidad progresista de Mario con la visión tradicional y cerrada de Carmen, reflejando el conflicto entre la España moderna y la conservadora.
La obra de Camilo José Cela se caracteriza por su variedad temática, aunque predominan la Guerra Civil y sus consecuencias, así como una sátira grotesca de la sociedad española. Su narrativa refleja un profundo pesimismo y un humor negro y cruel, aunque a veces muestra ternura por personajes desvalidos. Su estilo destaca por la riqueza expresiva y la experimentación con nuevas técnicas narrativas, acercándose en ocasiones al esperpento de Valle-Inclán.
Inaugura el tremendismo con La familia de Pascual Duarte, que narra la vida violenta y trágica de un campesino condenado a muerte.
Introduce el realismo social con La colmena, una novela coral sin un argumento definido, que retrata la dura vida en el Madrid de posguerra a través de más de trescientos personajes.
A partir de los años 60, se inclina por la narrativa experimental, con obras como San Camilo, 1936, que presenta una visión grotesca del inicio de la Guerra Civil, y Mazurca para dos muertos, ambientada en la Galicia rural de los años 30.
Carmen Laforet ganó, con solo 23 años, la primera edición del Premio Nadal gracias a Nada, su novela más reconocida. En ella, se narra la historia de Andrea, una joven que, tras la Guerra Civil, se traslada a Barcelona con grandes ilusiones para estudiar en la universidad. Sin embargo, se encuentra con un ambiente familiar opresivo y violento, en contraste con la amistad de Ena, quien le muestra nuevas posibilidades en el mundo exterior.
Su producción literaria no es muy extensa. En 1950 publicó La isla y los demonios, ambientada en Canarias, y en 1955 La mujer nueva, influida por su experiencia religiosa. En 1963 lanzó La insolación, primera parte de una trilogía inacabada (Tres pasos fuera del tiempo). También escribió novelas cortas, cuentos y narraciones de viaje. Su obra se centra en el conflicto entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.
La formación filosófica y el interés por la experimentación narrativa llevaron a este autor a renovar la novela española de los años cincuenta, apostando por innovaciones lingüísticas y estructurales. Su obra más destacada es Tiempo de silencio, que marcó el inicio de la narrativa experimental en España. Además, dejó un libro póstumo de cuentos (Apólogos) y materiales inacabados de Tiempo de destrucción, donde trataba el aislamiento cultural de España.
Tiempo de silencio combina elementos de novela folletinesca y negra, pero su originalidad radica en el tratamiento de la historia. Narra la vida de Pedro, un investigador implicado en un aborto clandestino que termina en tragedia. Tras ser detenido y luego liberado, sufre la venganza de un chabolista que mata a su novia, obligándolo a abandonar su carrera científica y convertirse en médico rural.
El teatro posterior a la Guerra Civil española se caracteriza por un fuerte compromiso social y político, ya que los dramaturgos de la época buscan reflejar las injusticias y las consecuencias del conflicto bélico, así como la situación de represión en la que vivía la sociedad española bajo el régimen franquista. Este teatro está marcado por el realismo social, donde se muestran las dificultades y la dureza de la vida cotidiana, especialmente en los sectores más humildes de la población.
Antonio Buero Vallejo critica en su obra diversos aspectos del franquismo, como la represión política, la falta de libertad y la injusticia social. Utiliza recursos simbólicos como la luz y la oscuridad para representar la verdad y la ignorancia, además de presentar personajes con limitaciones físicas o mentales que simbolizan la sociedad española mutilada por la dictadura. Para sortear la censura, sitúa sus obras en épocas y espacios ambiguos, lo que le permite abordar temas de forma indirecta. Un elemento recurrente en su estilo es el uso del «efecto de inmersión«, que permite al público identificarse con la realidad del personaje.
En la primera etapa, hasta 1957, adopta un enfoque existencialista, con un estilo realista y una estructura clásica en obras como Historia de una escalera, que refleja la vida gris y frustrante de las familias pobres, y En la ardiente oscuridad, en la que se muestra la lucha de un grupo de ciegos que, gracias a la rebeldía de uno de ellos, dejan de ser resignados, pero finalmente su comunidad los asesina.
En la segunda etapa, de 1958 a 1970, su enfoque se hace más social, abordando temas como la injusticia, la tortura y la libertad. Para burlar la censura, utiliza el drama histórico, lo que le permite tratar problemas contemporáneos sin enfrentarse directamente a la represión. En esta fase, introduce cambios en la estructura narrativa, como la complejidad de la acción y rupturas temporales. Obras como Las Meninas, Un soñador para un pueblo y El tragaluz ejemplifican este período, en el que profundiza en la vida de las familias afectadas por la Guerra Civil y la opresión social.
En su tercera etapa, desde 1970, Buero intensifica las innovaciones técnicas que había empezado a desarrollar, especialmente el «efecto de inmersión«. En esta etapa destaca La Fundación, una obra que presenta la vida de los presos políticos, donde se exploran sus angustias y esperanzas a través de la realidad de su encarcelamiento.
Alfonso Sastre se dedica al teatro comprometido y de protesta, centrado en mostrar las luchas individuales contra un poder injusto. Sus tragedias muestran cómo el ser humano siempre sale derrotado en su lucha por cambiar la sociedad. En su trayectoria, se observa una evolución hacia nuevas formas de expresión teatral. En sus primeras obras, la tragedia realista muestra las consecuencias del poder injusto sobre los individuos, como en Escuadra hacia la muerte (1953), una tragedia antibelicista que aborda la relación entre un cabo tiránico y un grupo de soldados que deben realizar una misión suicida, reflexionando sobre la tiranía y la libertad.
A partir de los años 60, Sastre desarrolla lo que se conoce como tragedia compleja, en la que el espectador debe identificar la tragedia de los personajes tras haber percibido críticamente la situación. Para lograr este distanciamiento, introduce elementos como el humor, la ironía, las expresiones coloquiales y el uso de proyecciones y música. En esta etapa, obras como La sangre y la ceniza, sobre la figura de Miguel Servet, y La taberna fantástica, que denuncia el abandono social de los jóvenes en los arrabales de Madrid, muestran sus preocupaciones sociales y su crítica a la intolerancia y la marginación.