Portada » Filosofía » Fundamentos del Pensamiento de Karl Marx
Los filósofos alemanes Hegel y Marx marcaron el inicio de la filosofía contemporánea al dialogar con las ideas críticas de Kant. Fichte, Schelling y Hegel desarrollaron el idealismo trascendental, intentando acercar la filosofía a la ciencia mediante una justificación racional de la realidad. Hegel, como principal exponente del idealismo y del racionalismo occidental, consideró la filosofía como un saber absoluto, aunque más tarde esta visión fue cuestionada. Sus sucesores, incluidos los positivistas y Marx, rechazaron la primacía de la filosofía, criticaron la metafísica y promovieron ciencias como la sociología como herramientas para transformar el mundo. Así, la filosofía pasó a centrarse en lo concreto, aplicando métodos empíricos al estudio del ser humano, la sociedad y temas ético-políticos, como hicieron Comte, Bentham y Mill. La disciplina filosófica se detuvo cada vez más en el ámbito de lo concreto, dejando de interesarse por la abstracción propia del idealismo. La filosofía aplicó el método empírico e inductivo al estudio del ser humano y la sociedad (Auguste Comte) o a las cuestiones morales y políticas (Jeremy Bentham y John Stuart Mill).
El pensamiento de Marx es una síntesis personal de diversas influencias, principalmente de Hegel, los economistas clásicos y el socialismo utópico. Aunque tomó ideas de estos autores, también las corrigió y transformó. De Hegel, adoptó la visión dialéctica de la historia como un proceso con dirección y finalidad, pero rechazó su enfoque metafísico, proponiendo en su lugar un análisis basado en condiciones materiales. De los economistas clásicos, especialmente David Ricardo, asumió la idea de que el valor de un bien proviene del trabajo. Criticó su aceptación pasiva de que la economía, por sí sola, perjudica a los trabajadores. Del socialismo utópico, valoró su denuncia de la desigualdad, pero lo criticó por no ofrecer medios prácticos para cambiar la situación de los oprimidos. Marx reemplazó el idealismo de Hegel por el materialismo histórico, cuestionó la propiedad privada en la economía, y transformó el socialismo utópico en un socialismo científico, basado en leyes históricas que conducirían al comunismo.
Marx tomó la idea de “alienación” de Hegel, pero le dio un giro propio. Para Hegel, en cierto momento del proceso histórico, el Espíritu se “extraña” de sí mismo, como si se saliera y se convirtiera en otra cosa. Marx aplicó esto al ser humano: también nos “salimos de nosotros mismos” cuando nos relacionamos con el mundo y con otras personas. Pero, según él, la alienación real es la negativa, la que nos aleja de lo que somos de verdad, como pasa con las ideologías o la religión. Para Marx, no hay verdades absolutas, ya que todo está en constante cambio y todo se basa en lo material. Las ideologías, entonces, son como historias falsas sobre el mundo y las personas que terminan por confundirnos y alejarnos de nuestra verdadera naturaleza. También dijo que la religión es “el opio del pueblo”, es decir, algo que adormece y calma a la gente ante el sufrimiento que vive. Según Marx, la religión nace de un mundo que no da respuestas ni consuelo, y por eso busca refugio en lo espiritual. Pero esta alienación no es solo cosa de una persona: surge de toda una red de relaciones sociales que hacen que la gente se sienta desconectada de sí misma.
A la temprana crítica marxista a la religión le siguió otra que se dirigió al trabajo asalariado, que es el modo paradigmático (vigente en la actualidad) de concebir el trabajo en el mundo contemporáneo. El trabajo asalariado transforma al trabajador en una mercancía. En primer lugar, porque este se objetiva en su trabajo. En segundo lugar, porque ni el producto ni los medios de producción que utiliza son de su propiedad. Al tener que objetivarse, el obrero se aliena: entrega su ser mismo objetivado (producto) como condición para subsistir. Las consecuencias de esta organización del trabajo para el obrero son paradójicas: cuanto más trabaja el obrero, más padece. Pero, sobre todo, el ser humano deja de ser persona para transformarse en un mero animal. En principio, el trabajo permite al ser humano humanizarse y humanizar la naturaleza. Sin embargo, las condiciones materiales que Marx denuncia lo transforman en una práctica que deshumaniza al individuo en lo más profundo de su ser. Esta deshumanización del trabajador es consecuencia de las relaciones de producción alienantes en las que se desarrolla su labor. Para Marx, ese trabajo es forzado en la misma medida en que satisface unas necesidades ajenas.
El filósofo alemán Karl Marx analizó la alienación del trabajador y su impacto en la economía, en particular, a través de su obra El Capital. En ella, explica conceptos clave:
Marx explica que los trabajadores solo reciben el valor de cambio de su fuerza de trabajo, lo mínimo para subsistir. La plusvalía, entonces, es la diferencia entre el valor de cambio de un producto y el salario del trabajador que lo produce, constituyendo la fuente del beneficio del capitalista. Marx utiliza la noción de plusvalía para explicar cómo se genera el capital y la raíz de la opresión obrera, que está en la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada justifica que el capitalista se apropie de ese valor añadido por el trabajo, lo que lleva a la opresión de los trabajadores. Según Marx, solo la abolición de la propiedad privada puede poner fin a esta opresión.
En el Manifiesto Comunista (1848), firmado conjuntamente con Friedrich Engels, Marx señaló como motor de la historia la lucha de clases. «La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora no es más que la historia de la lucha de clases». Las clases en disputa son, esencialmente, dos: los opresores y los oprimidos. Esta lucha puede desembocar en dos escenarios: o bien en una transformación revolucionaria de toda la sociedad, o bien en la ruina y destrucción de la sociedad misma. Las dos figuras en conflicto que Marx identificó en su época eran la burguesía (capitalistas) y el proletariado (asalariados). El burgués domina los medios de producción material (estructura económica) y los medios de producción intelectual (superestructura ideológica). Así, consigue perpetuar su dominio sobre el proletariado. La estructura económica condiciona la superestructura. Esto significa que, según este filósofo, las condiciones materiales de la vida condicionan la vida intelectual de las personas y las sociedades. Esta concepción se denomina materialismo histórico. Marx afirmó que las ideas dominantes de una sociedad son las ideas de sus clases dominantes. Así, la clase que posee los medios de producción material domina las ideas de una sociedad.
El materialismo dialéctico, según Marx, sostiene que la sociedad avanza a través de contradicciones y negaciones sucesivas. La sociedad feudal dio paso a la burguesa, y esta, a su vez, generó su propia negación: el proletariado, que lleva dentro de sí la semilla de una futura sociedad comunista sin clases, política ni propiedad privada. Marx consideraba el comunismo como el resultado inevitable de las contradicciones del capitalismo, pero antes de su llegada será necesaria la dictadura del proletariado, donde los oprimidos se convierten en clase dominante y centralizan los medios de producción. Este proceso histórico está regido por la dialéctica, que representa las luchas internas de cada sistema social, comparadas con el camino del autoconocimiento hegeliano.