Portada » Latín » Un Recorrido por la Literatura Latina: Géneros, Autores y Transmisión
Solo nos ha llegado una parte de las obras producidas por los escritores latinos. En el mundo antiguo, difundir y hacer llegar las obras al público no era tarea fácil; muchas se transmitían por vía oral.
Los principales soportes usados como libro fueron el papiro y el pergamino.
Los textos de los escritores griegos fueron recogidos en la biblioteca y museo de Alejandría, fundada por Ptolomeo en el siglo III a. C. Su misión fue recopilar volúmenes, clasificarlos y difundirlos.
En Roma, a partir del siglo I a. C., se favoreció el uso del libro por distintos factores:
Esta transmisión continuó durante la Edad Media en bibliotecas monásticas y en el scriptorium. Copistas o amanuenses y eruditos transcribieron las obras. Algunas, por su dificultad, no se copiaron, y otras se transmitieron con errores. La caligrafía también evolucionó: se modificó la caligrafía capital o mayúscula de las inscripciones y apareció la uncial, una escritura redonda a medio camino entre la minúscula y la mayúscula. En el siglo IX se generalizó el uso de las minúsculas.
En el Renacimiento se descubrieron muchos manuscritos. Hoy día, se puede leer a los clásicos latinos en traducciones actualizadas y con magníficos comentarios.
Este género agrupa obras de diversos autores que pretenden informar. Por ello, los elementos estéticos están al servicio de los contenidos didácticos; es decir, importa más el contenido que la forma.
El público destinatario debía tener una formación bastante elevada para comprender los textos. El lenguaje empleado podía ser abigarrado y complejo, con un léxico específico de la materia que se tratase.
Los poemas didácticos cubrían una laguna en el terreno educativo, ya que en la sociedad romana aún no se había generalizado ni la lectura ni la escritura, y la cultura era básicamente oral. Por ello, varios contenidos que hoy llamaríamos ensayo, bien humanístico o científico, se plasmaron en verso, ya que el ritmo puede ayudar a la memorización.
Sin embargo, los romanos no tuvieron conciencia de la poesía didáctica como un género propio, pues las obras escritas en hexámetros se clasificaron dentro de la épica o la lírica. Estos escritos, que tienen sus raíces en la literatura helenística, gozaron del favor de los romanos y sobrevivieron a lo largo del tiempo.
El primer exponente del género es Lucrecio (99-55 a. C.), un personaje enigmático, culto e inestable. Escribió un extenso poema, De rerum natura, en seis libros, que se basa en los postulados del filósofo griego Epicuro.
Cada libro va precedido de proemios o prólogos que no siempre tienen relación con el contenido que les sigue; destaca “el himno a Venus”. Al final de cada sección aparecen epílogos un tanto apocalípticos.
La poesía de Lucrecio es un reflejo de la crisis de la religión romana cuando entra en contacto con las divinidades orientales y el escepticismo griego. Intenta liberar al hombre del miedo a través del conocimiento: del miedo a los dioses, que “no existen”, y del miedo a la muerte. La ciencia, y no los dioses, debe liberar al hombre de sus angustias y supersticiones.
Son un tratado en el que se desgranan todos los saberes del campesino. Es un poema en cuatro libros escrito en hexámetros.
Virgilio intercala mitos y leyendas para evitar la monotonía.
Es una composición poética breve que expresa un único pensamiento, de carácter festivo o satírico, de forma ingeniosa. De origen griego, se empieza a cultivar en Roma en el siglo II a. C.
Sus características son: brevedad, concisión, ingenio y vivacidad expresiva. Sus aspectos, cercanos al chiste y la caricatura, resultaron muy atractivos para los escritores latinos. Algunos que lo cultivaron fueron:
Los temas eran variados y ligeros.
El autor más representativo del género es Marco Valerio Marcial (40-104 d. C.). Nació en Bílbilis, ciudad de la Hispania Tarraconense, y fue un personaje pintoresco e ingenioso. Retrata a toda la sociedad romana, exaltando sus virtudes o, sobre todo, resaltando sus vicios y defectos. Sus caricaturas no tienen una intención moralizante y no nombra a sus contemporáneos por su nombre real.
Su estilo se caracteriza por dejar en el último verso la carcajada, la resolución del epigrama. Entre sus obras destacan el Libro de los espectáculos, Regalos para los huéspedes y Regalos para llevarse.
La longitud de los epigrammas varía: desde un dístico a diez o más versos. Los temas son variados: poemas en los que alaba o llora a una persona muerta, dedicatorias, celebraciones de acontecimientos, descripciones de obras de arte o confesiones personales. Actúa como un observador imparcial, no emite juicios morales. No persigue la crítica social, sino que solo busca divertirse y divertir con su ingenio mordaz. Es una poesía ligera.
Es un género poético que permite criticar el poder y las costumbres mediante la ironía, burlándose de personas y situaciones o ridiculizándolas.
La sátira la inventaron los romanos. Como decía Quintiliano:
Satura quidem tota nostra est.
Este género no nace en Grecia, pero tampoco es una creación latina ex nihilo. Es un género peculiar y novedoso, fruto de mezclar elementos muy diversos del epigrama y de manifestaciones dramáticas populares. Miscelánea y crítica son sus características principales. Se consolida en los siglos II-I a. C.
Es el creador de la sátira genuinamente romana en verso hexamétrico. Su obra constaba de 30 libros de Saturae. La invectiva y la crítica directa y agresiva son sus rasgos más característicos. Se ha perdido gran parte de su obra.
Escribió los Sermones, dos libros de sátiras de tono menos mordaz y agresivo. Horacio quiere, más que criticar, educar y corregir.
Escritor culto del siglo I d. C., escribió seis composiciones que tuvieron éxito en la época.
Décimo Junio Juvenal es el mayor representante de la sátira en Roma. Personaje pintoresco, tuvo una vida azarosa. Critica la corrupción de la sociedad. No cree que la poesía pueda mejorar la sociedad; critica desde el cansancio y el resentimiento, sin la intención de mejorar. Su obra consta de dieciséis Sátiras en cinco libros. Arremetió contra todo y contra todos, en especial contra personajes del pasado (Mesalina, Claudio…). Su caricatura es ácida y agresiva.
Las sátiras de tipo social son demoledoras. Era un nacionalista que exaltaba el mos maiorum. Denostó sin piedad a extranjeros y emigrantes, especialmente a los griegos. Las mujeres tampoco se libraron de sus dardos.
Presenta una sociedad degenerada, inmersa en vicios, que deseaba regenerarse. Propugna una especie de limpieza moral y anhelaba tiempos pasados porque los consideraba mejores. Muchas de sus propuestas, entresacadas de sus escritos, han dado la vuelta al mundo:
Mens sana in corpore sano. (Sátira X, 356)
El género pervivió en la Edad Media y en autores como Quevedo. Hoy en día está presente en géneros como el rap o la poesía callejera.
Es un relato breve de ficción en el que los protagonistas, casi siempre animales, se enfrentan a un conflicto que deben resolver. Tiene un carácter didáctico y ético, que se muestra en la moraleja que aparece (casi siempre) al final. La moraleja suscita una reflexión sobre la conducta humana.
Como género didáctico-moral, la fábula es, ante todo, una negación del heroísmo. El hombre ordinario, con sus problemas cotidianos, se asimila y compara con animales, que son los verdaderos protagonistas, y todo ello con una intención moral. Pretende hacer mejores a los hombres: fustiga sus vicios y estimula sus cualidades y virtudes.
La fuente temática es el griego Esopo, que escribe en prosa, pero, por el contrario, la fábula latina emplea el verso.
El autor representativo es Fedro (15 a. C. – 50 d. C.). Nació en Macedonia y llegó a Roma como esclavo de Augusto, quien le dio la libertad en consideración a su cultura. Murió en la época de Claudio.
Escribió cinco libros de Fabulae aesopicae, un total de 103 fábulas. Su espíritu reivindicativo le acarreó problemas judiciales con hombres importantes del momento. Los personajes son animales que representan las costumbres, virtudes y vicios de los hombres. Las fábulas de Fedro son breves, sencillas y con diálogos llenos de vivacidad. Critican conductas y vicios de la humanidad desde una visión desencantada de la realidad.
La Fontaine en Francia, o Iriarte y Samaniego en España, son herederos de este género.
La literatura científica romana es, ante todo, enciclopédica; es decir, engloba conocimientos y los relaciona entre sí. Los romanos partían de textos ya escritos en griego y procedían a su imitación o a su traducción. Trataron todos los campos del saber: la agricultura, la geografía, la arquitectura e ingeniería, la veterinaria, la medicina y las ciencias naturales.
Plinio el Viejo (24-79 d. C.) escribió una enciclopedia titulada Naturalis Historia, en la que recogió saberes de todo tipo. Fue un erudito que intentó separar lo natural de lo sobrenatural; tenía una gran curiosidad y un interés coleccionista. Su obra es un testimonio de los conocimientos técnicos y profesionales de la época. Murió en la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.
Plinio el Joven (62-114 d. C.), sobrino de Plinio el Viejo, escribió, recopiló y editó sus propias cartas: 122 en diez libros. Las nueve primeras colecciones son correspondencia personal y nos hablan de temas de la vida cotidiana. Por ejemplo, las dos cartas dirigidas a su amigo Tácito en las que cuenta la muerte de su tío y la erupción del Vesubio, o la carta de la casa encantada de Atenas, en la que cuenta un hecho fantástico sobre una casa alquilada por un filósofo en la que había un fantasma que desaparece por la incredulidad del filósofo.
El libro X abarca las cartas dirigidas al emperador Trajano y las respuestas del mismo, en las que se observa la posición institucional del emperador. La más famosa es la carta sobre los cristianos.
Los romanos conocían las distintas doctrinas de la filosofía griega.
El estoicismo fue la tendencia predominante. Afirma que:
Lucio Anneo Séneca (Córdoba, 4 a. C. – 65 d. C.) fue uno de sus máximos exponentes. Sus obras filosóficas se dividen en tres apartados, destacando sus Diálogos, como De otio o De brevitate vitae.
Los romanos, al igual que los griegos, no tuvieron conciencia de la novela como género literario. Fue en época tardía cuando se etiquetaron como tales algunas narraciones. Es un género abierto, sin normas estrictas, de carácter narrativo (aunque no único) donde la realidad y la fantasía se mezclan de forma arbitraria.
No tenía pretensiones pedagógicas, sino que solo buscaba entretener al público, que en Roma era culto y minoritario. Además, en la novela romana hay siempre un elemento de crítica, de burla y de parodia de la realidad que recuerda a la sátira, de ahí que se aproxime a la novela realista y picaresca.
Los dos títulos emblemáticos de la novela latina son el Satiricón y las Metamorfosis o El Asno de Oro.
En ambas obras se reconocen los rasgos esenciales del género:
No lo sabemos con exactitud, pero sus raíces están en la sátira y en relatos griegos conocidos como Historias milesias. Estas historias eran narraciones breves, de tono un tanto obsceno, que trataban temas amorosos, viajes, aventuras y asuntos de familia.
Cayo Petronio Árbitro (¿14-27? – 66 d. C.) fue un aristócrata contemporáneo de Nerón, seguidor de la filosofía epicúrea y amante de los placeres refinados. Cayó en desgracia y se suicidó en el año 66. Hay dudas sobre la autoría de la obra.
Se conserva de forma fragmentada. Se cree que tenía 16 libros y solo nos han llegado el 15 y el 16, además de fragmentos del 14. El núcleo básico conservado es La Cena de Trimalción, una caricatura feroz de vicios y excesos.
Argumento: Encolpio, un hombre de vida libertina, narra sus aventuras vividas por diversas ciudades de Italia con sus amigos Gitón y Ascilto. La obra tiene un marcado carácter humorístico y realista.
Lucio Apuleyo (125-180 d. C.), natural del norte de África, emigró a Atenas y luego se trasladó a Roma. Su obra es totalmente diferente al Satiricón en cuanto al argumento y el lenguaje, pero comparte con él el gusto por la peripecia y los entresijos de la sociedad romana como marco en el que se mueve el protagonista.
Argumento: El joven Lucio, de viaje por Grecia, se aloja en casa de una mujer que realiza prácticas de magia y hechicería. Fascinado por ello, se introduce a escondidas en el laboratorio e ingiere por error una pócima que no le convierte en pájaro, como él pretendía, sino en asno. Así, conserva sus facultades psíquicas y mentales, pero tiene cuerpo de asno. Se suceden un sinfín de aventuras, y todos los intentos por recuperar la forma humana son baldíos hasta que se incorpora al cortejo de la diosa Isis (libro XI y último); lame un manojo de rosas, recobra su forma humana y se inicia en el culto de Isis y Osiris.
En la obra se insertan relatos de índole diversa; el más famoso y hermoso es el cuento de Cupido y Psique. El clima fantasioso que envuelve a El Asno de Oro nos lleva a Oriente y a las fábulas milesias (insertar un relato dentro de la trama general es un recurso que influye en el Quijote cervantino). Es un documento de la sociedad de más baja estofa del Imperio romano del siglo II d. C.
En el Renacimiento, autores como Cervantes, Boccaccio, Calderón o Quevedo se vieron influidos por este género, pero sobre todo dejó su huella en la novela picaresca. El título de El Asno de Oro se debe a San Agustín y después se hizo célebre.
