Portada » Historia » Transformaciones Económicas y Sociales: Del Antiguo Régimen a la Era Industrial
Llamamos Antiguo Régimen a la estructura social de Europa en los países absolutistas en los siglos XVI-XVIII, en la cual se mantenían los privilegios feudales de la nobleza y la Iglesia. Lo más importante era la exención de impuestos, pero también era de especial importancia el poder administrar justicia en primera instancia en las tierras del señorío. Esto facilitaba actuar con prepotencia y coaccionar a los campesinos. Las propiedades de la nobleza y el clero eran inalienables, no podían ser vendidas ni embargadas. Los rasgos de la economía en los siglos XVI al XVIII eran de dos tipos: por un lado, el mantenimiento de tendencias antiguas, como el hecho de que la producción estuviera orientada al autoconsumo y la subsistencia, llevada a cabo por familias campesinas. En esta situación, el comercio era débil y tendía a limitarse a circuitos regionales o locales. Asimismo, la productividad era baja, y las consecuencias de una mala cosecha eran muy serias. En estos siglos, sin embargo, también se desarrollaron características novedosas que apuntaban al futuro, como el crecimiento del comercio internacional y el aumento de la circulación monetaria.
El Estado absolutista tenía unas necesidades fiscales mayores que en la Edad Media, lo que propició una mayor intervención en la economía. Con el nombre de mercantilismo se conoce al conjunto de prácticas cuyo objetivo era fomentar las riquezas del Estado y, de este modo, facilitar que la Hacienda pública pudiera conseguir más fondos. Los mercantilistas se marcaban como objetivo mantener el oro dentro del país, ya que el oro era un valor en sí mismo y posibilitaba la circulación monetaria, lo que contribuía al desarrollo. Para retener el oro, lo mejor era tener una balanza de pagos favorable. Para conseguirla, el Estado ponía en marcha diferentes métodos, como el mecanismo aduanero, la promoción de compañías privilegiadas en el comercio para que los beneficios se quedaran dentro del país, y el refuerzo de la industria nacional para potenciar las exportaciones.
En el siglo XV, los portugueses empezaron a avanzar por la costa africana porque querían obtener el oro que se obtenía en la zona subsahariana y que las caravanas de mercaderes musulmanes transportaban hasta las ciudades del Mediterráneo, donde era intercambiado con los mercaderes cristianos. Posteriormente, empezaron a interesarse en el comercio de las especias, puesto que a los europeos les llegaban sobre todo desde Asia, y los turcos, que dominaban el Oriente Próximo, solo permitían comerciar con ellas a los cristianos. De ahí que los portugueses rodearan África por el sur hasta la India, logro que consiguió Vasco de Gama en 1498. Por su parte, Colón se propuso buscar otra ruta hacia Asia en busca de especias navegando hacia el oeste, proyecto aceptado por los Reyes Católicos que dio lugar al descubrimiento de América en 1492. Posteriormente, los españoles planearon varias rutas para llegar a Extremo Oriente, siendo la más conocida la de Magallanes y Elcano, que logró llegar a Asia. Aunque la ruta era tan larga que resultaba antieconómica, fue la primera vez que se circunnavegó el globo.
Aquí nos encontramos con tres grandes etapas:
En el siglo XVI, los Países Bajos se caracterizaban por tener una alta densidad de población y una fuerte producción industrial. Su agricultura tenía una característica muy distinta de la del conjunto de Europa: estaba orientada hacia el mercado y no hacia el autoconsumo del campesino. En los Países Bajos se establecieron rotaciones de cultivos para reducir el barbecho, y se utilizó el cultivo de forrajes para alimentar, por una parte, al ganado y, por otra, para refertilizar el suelo. También se cultivaron plantas industriales, y con esto se incrementó el rendimiento del cereal por hectárea, pero los Países Bajos necesitaron importar cereal del Báltico. Durante el siglo XVII, esta tendencia continuó con la inversión en la agricultura comercial, sobre todo en las propiedades de campesinos que invirtieron en el saneamiento de tierras mediante la construcción de los pólderes. En Inglaterra, durante el siglo XVI, se combinaron las rotaciones agrícolas con las ganaderas en la misma tierra con el objetivo de producir lana para las industrias inglesas. Estas explotaciones, al mismo tiempo, tuvieron una orientación más comercial que las típicas del autoconsumo campesino. Además, en estas explotaciones se aprovechaba mejor el estiércol. Todo esto supuso un importante cambio cualitativo. En el siglo XVII, se dedicaron también a cultivar forrajes y leguminosas alternando con el cereal de forma similar a los Países Bajos, siendo el sistema de alternancia más famoso el conocido como Norfolk. En Inglaterra y en los Países Bajos, con estos sistemas, se consiguió un rendimiento del cereal mucho mayor que en el resto de Europa. En Inglaterra también se produjo en el siglo XVIII un sistema conocido como el «Cerramiento de Tierras» (Enclosures), consistente en la suspensión de derechos comunales en las tierras privadas, de forma que se considerara más rentable. El fenómeno se originó en el siglo XVI y se desarrolló en el siglo XVIII, cuando la legislación lo favoreció en el marco de la llamada Revolución Agrícola, caracterizada por la producción dirigida hacia el mercado y por las innovaciones puestas en marcha, normalmente, por grandes arrendatarios y en el marco de latifundios o grandes propiedades. Los pensadores de toda Europa, de carácter innovador en temas agrícolas, se mostraron favorables al cerramiento de las tierras, pero las clases populares se resistían porque los aprovechamientos comunales eran un importante complemento para su economía.
Durante el siglo XVI, se roturaron tierras a costa de los pastos y, siguiendo métodos extensivos, se dedicaron sobre todo al cultivo de cereal, ya que no se introdujeron innovaciones técnicas. El crecimiento de la producción fue impulsado por el crecimiento demográfico, lo que generó una mayor demanda de alimentos y, consecuentemente, una elevación del precio de los alimentos y de la renta de la tierra. Durante el siglo XVII, se redujo la población, y ello llevó al abandono de tierras, por ejemplo, en Castilla, y también en otros países como Alemania, aunque este último no sea mediterráneo. En este caso, la nobleza vio cómo se reducían sus ingresos y, para mantener su nivel, recurrió a dos vías: avivar y recuperar viejos derechos feudales que habían caído en desuso, y adquirir tierras en momentos de grave crisis para los campesinos. Durante el siglo XVIII, el momento de la producción agrícola, los precios y las rentas fue similar al del siglo XVI, ya que también se produjo un crecimiento demográfico. En general, se puede decir que en Europa occidental, la situación del campesinado fue más favorable en el siglo XV y más desfavorable en los siglos XVI y XVIII, en unos momentos por la subida de las rentas y en otros por la pérdida de tierras en épocas de crisis.
En el siglo XVI, creció la dedicación a tiempo parcial de los campesinos, en algunas zonas, a la producción de productos artesanales. En un primer momento eran comprados por los mercaderes, lo que se llamaba Kaufsystem, pero después los mercaderes encargaban directamente a los campesinos la producción artesanal. Los campesinos aprovechaban su habilidad artesanal para elaborar productos, dedicando a esta labor sus tiempos libres de la agricultura. Esta tendencia se introdujo en Inglaterra y Flandes a finales de la Edad Media. Los mercaderes se convertían en empresarios que entregaban las materias primas a los campesinos y recogían los productos manufacturados. En ocasiones, les proporcionaban créditos, equipos o herramientas. Y finalmente comercializaban la producción, dado que los mercaderes dominaban los circuitos comerciales regionales y de larga distancia. Este sistema tenía ventajas para los campesinos, que obtenían unos ingresos complementarios aprovechando los tiempos muertos en la agricultura, siendo un trabajo a tiempo parcial. Para los mercaderes, el trabajo resultaba más económico que en las ciudades y, al no estar sujetos a las restricciones gremiales, este sistema se adaptaba mejor a las fluctuaciones de la demanda. Por ello, la industria gremial quedó relegada a las pequeñas ciudades. Este sistema de encargos también podía operar en el ámbito urbano y con gremios, siempre que estos no se dedicaran a la exportación.
Es la proliferación de industrias rurales orientadas al mercado hasta el siglo XVIII. Según algunos autores, este fenómeno propició un ambiente favorable para el posterior desarrollo de la Revolución Industrial. Sin embargo, no en todas las zonas donde se desarrolló la industria rural se produjo la industrialización moderna en el siglo XIX. Durante gran parte del siglo XIX, la industria rural convivió con la industria moderna e incluso se complementaron en diversas fases de la producción. El hecho de que la industria rural sirva como paso previo a la industria fabril depende de varios factores: de si el capital mercantil reside o no en la propia comarca o región, de si las relaciones de tipo comunitario se mantienen más o menos vivas en las comarcas, y de si la comarca está integrada en un mercado más amplio.
La principal industria era la textil, y la más significativa era la lanera, aunque había otras como las del lino o la seda. Durante los siglos XVI y XVII, se produjo un importante cambio de tendencia en la producción lanera: los tejidos tradicionales conocidos como «Draperies» eran gruesos, lujosos, caros y menos agradables al tacto, lo que les hizo perder mercado frente a las llamadas «New Draperies», tejidos más baratos, ligeros y agradables al tacto. La tendencia hacia las New Draperies se inició en Flandes e Inglaterra. Estas regiones tenían la ventaja de contar con su propia producción de lana y redes comerciales muy desarrolladas, lo que facilitó el crecimiento de la industria textil en el siglo XVII. En Italia, por el contrario, hasta el siglo XVII la producción textil fue muy importante, pero en este siglo decayó debido al predominio de la industria urbana con gremios fuertes y al mantenimiento de la producción de «Old Draperies». Holanda, por su parte, tenía una desventaja frente a Inglaterra al no disponer de lana propia, pero gozaba de una magnífica organización. Se especializaron en «New Draperies» y también desarrollaron el Verlag System. Gracias a ello, Holanda pudo mantenerse como potencia en el siglo XVII, pero decayó en el siglo XVIII ante el empuje inglés.
Durante el siglo XVII, además de la crisis demográfica y agrícola, se produjo una crisis social y política. El historiador inglés Hobsbawm señaló que, durante el siglo XVI, el crecimiento económico había alcanzado un límite que no podía superarse sin una importante revolución económica y social que significara el fin de los privilegios feudales y posibilitara el desarrollo de la burguesía. Esto solo ocurrió en Inglaterra, con las revoluciones de 1648 y 1688, y en Holanda, donde la burguesía había desplazado a la nobleza durante las guerras contra España. Las necesidades fiscales de la monarquía llegaron al extremo durante la Guerra de los Treinta Años, y los consiguientes incrementos de impuestos provocaron, a su vez, frecuentes revueltas. En cualquier caso, durante el siglo XVII, la monarquía absoluta triunfó frente a sus adversarios, salvo en el caso de Inglaterra.
En 1808, al iniciarse la Guerra de la Independencia, se produjo un vacío de poder que fue aprovechado por las Cortes de Cádiz para crear un nuevo orden liberal burgués. Trataron de crear una economía de tipo capitalista en la cual los agentes económicos tuvieran libertad para decidir cómo utilizar la tierra, el capital y el trabajo. Las Cortes actuaron sobre una serie de aspectos clave. El primer aspecto fue la liberalización de la tierra. Se trataba de poner fin a la existencia de tierras inalienables, para que pudieran ser explotadas por las manos más eficientes y se posibilitara una mayor inversión en la tierra. En segundo lugar, había que liberalizar las relaciones de producción. Aunque en Europa occidental eran bastante libres desde el fin de la servidumbre en el siglo XV, era necesario suprimir también los señoríos jurisdiccionales y el diezmo. En tercer lugar, era necesario liberalizar el comercio interior, ya que las ciudades se abastecían con frecuencia de productos básicos a través de determinados comerciantes en régimen de monopolio. En cuarto lugar, había que liberalizar el uso de la tierra para que esta acabara siendo libre y absoluta. Esto significaba, por una parte, acabar con los usos colectivos de la tierra y, por otra, con algunos privilegios de instituciones del Antiguo Régimen, como la Mesta. Este programa se vio suspendido en 1814 con el regreso de Fernando VII y tuvo que esperar hasta la década de 1830 para su reanudación.
A mediados del siglo XIX, Juglar inició el estudio de ciclos económicos sistemáticos, basándose en factores monetarios como los tipos de interés y el precio de los productos básicos clave, llegando a la conclusión de que existían unos ciclos predecibles de unos 7 a 10 años. Kondratieff inició, después de la Primera Guerra Mundial, el estudio de unas ondas largas en la economía, basándose de nuevo en los precios de productos clave y en la circulación del oro, llegando a la conclusión de que existían unas ondas de unos 50 años. Maddison critica estos estudios porque solo tienen en cuenta factores monetarios, como los tipos de interés y la circulación del oro, y fenómenos relativos a los precios de los productos clave, sin considerar cómo varían las características institucionales de cada periodo, es decir, cómo varía el papel del gobierno, el tamaño de las empresas, etc. Maddison no cree en la existencia de ondas o ciclos sistemáticos, sino que afirma que cada crisis tiene sus propias particularidades y características específicas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se ha puesto especial interés en el estudio del desarrollo y las posibilidades de los países en vías de desarrollo. En su momento, tuvo mucha influencia la obra de Rostow publicada en 1960, «Las etapas del crecimiento económico», basada en el estudio del caso británico. Rostow sistematizó cinco etapas:
El esquema de Rostow ha sido muy criticado porque concede un papel excesivamente preponderante a la inversión. Hoy en día, se considera que el crecimiento económico es un fenómeno muy complejo y que los factores no se pueden medir solo por su cantidad, sino que también hay que tener en cuenta la calidad. Hay que tener en cuenta el papel de la educación en el desarrollo económico, la llegada de capitales y tecnologías extranjeras, los recursos naturales, el progreso técnico, la eficacia en la asignación de recursos y los factores institucionales que influyen en todos los anteriores.
A principios del siglo XVIII, Newcomen inventó la llamada Máquina de Fuego, que era muy rudimentaria y que solo se utilizaba para extraer agua de las minas. En la década de 1760, Watt patentó su primera máquina de vapor y, junto con Boulton, comenzaron a producir en Soho, donde se desarrolló la producción industrial de esta máquina. Para la industria, su principal ventaja era que superaba las limitaciones impuestas por la naturaleza en el uso de otras energías como la hidráulica o la eólica, que afectaban al desplazamiento geográfico y a la irregularidad climatológica. En la industria, a partir de 1775, empezó a utilizarse la tecnología del vapor, del hierro y de los ferrocarriles, lo que requería importantes conocimientos científicos.
Las primeras innovaciones en esta industria fueron obra de simples artesanos que no requerían grandes inversiones ni eran novedades científicas complejas. En 1733, Kay inventó la Lanzadera Volante, un telar perfeccionado. En 1764, Hargreaves inventó la Spinning Jenny. Ambos inventos se siguieron utilizando en la industria rural a domicilio. En 1768, Arkwright inventó la Water Frame también para el hilado, y en 1779, Crompton creó la Mule Jenny, que poco después empezó a usar la energía del vapor en el hilado. Los progresos técnicos se produjeron sobre todo en el hilado, que fue lo que se concentró en fábricas. El tejido siguió durante mucho más tiempo en la industria a domicilio hasta que en 1825 se impuso un telar mecánico, a pesar de la resistencia de los tejedores. La evolución de la industria lanera y del lino fue más lenta. Por una parte, el hilado mecánico de la lana o del lino era más difícil que el del algodón, y por otra, hubo mayor resistencia por parte de los trabajadores a la mecanización porque eran industrias más tradicionales en Inglaterra.
El carbón vegetal fue el principal combustible hasta la década de 1760, pero a partir de entonces fue encareciéndose, lo que facilitó su sustitución por el carbón mineral, utilizado por primera vez en 1735 y con mayor poder calorífico. Sin embargo, en Europa, el uso del carbón mineral no se impuso en la metalurgia hasta la segunda mitad del siglo XIX. En Gran Bretaña, las minas de carbón y de hierro estaban además muy próximas, lo que facilitó el desarrollo de la siderurgia. También progresó el sector gracias a una nueva técnica, el pudelado, que consistía en recubrir el interior de los hornos altos con una sustancia que facilitaba la absorción de las impurezas que contenía el mineral de hierro. A partir de la década de 1830, se desarrolló una etapa de avances técnicos en la metalurgia mediante el procedimiento de insuflar aire en los hornos para mejorar la combustión, con lo cual se mejoró la calidad del hierro. La fabricación masiva de acero, sin embargo, fue ya propia de la Segunda Revolución Industrial. En el último tercio del siglo XIX, el crecimiento de la metalurgia se produjo gracias al rápido aumento de la demanda para la agricultura, para sectores muy diversos y para el ferrocarril. Otros sectores de la metalurgia que también experimentaron un rápido desarrollo fueron el cobre y el estaño.