Portada » Economía » Transformación del Modelo Agrícola y Pautas de Consumo Alimentario en la Era Moderna
La satisfacción de las necesidades alimentarias y la obtención de rentabilidad y capital influyen directamente en los modos de consumo de la población, en cómo producían y en los modos de compraventa de productos. Esto ha sido propiciado por las grandes corporaciones y movimientos sociales. La agricultura, al margen del sistema económico de acumulación, se encargaba de satisfacer las necesidades alimentarias y obtener ganancias para el capital, además de proteger y crear una sostenibilidad ambiental; esto ha ido cambiando hacia una agricultura integrada en la dinámica general de la economía.
Un régimen alimentario es un conjunto de reglas que determina cómo producir, qué producir, para quién producir, etc. A lo largo de los distintos regímenes hemos pasado de una agricultura puramente campesina (como veíamos en los años 70) que buscaba generar una economía basada en la autosuficiencia, a una agricultura integrada en el actual sistema económico, acompañada de una migración de la población rural a las ciudades. Esta nueva agricultura se fundamenta en la industrialización, es moderna y con un alto aporte tecnológico en el campo, privando en ocasiones la producción de alimentos que no son muy comerciales y que terminan quedando en el olvido.
A partir de los años 50, en los países desarrollados se empieza a producir un gran crecimiento económico que implica la aplicación de procesos industriales en la agricultura. Antes, esta suministraba alimento a las ciudades, mano de obra y materias primas, pero con la industrialización este modelo se rompe: la agricultura empieza a carecer de mano de obra y las ciudades son las que suministran insumos y maquinaria para la producción, desarrollando así la agricultura moderna. Cambian entonces las pautas de consumo y producción, y el sector primario queda supeditado a las grandes empresas agroalimentarias. En España, los cambios que se generan en la década de los 60 (etapa fordista) favorecen la expansión de la economía, generando un aumento de rentas y capacidad adquisitiva, lo que trajo consigo una mayor exigencia por parte del consumidor.
El sistema agroalimentario es el conjunto de relaciones socioeconómicas que incide de un modo directo en los procesos de producción primaria, de transformación agroindustrial, distribución, comercialización y consumo de los productos agroalimentarios. El sistema agroalimentario es el conjunto de actividades que concurren en la formación y distribución de productos agroalimentarios para satisfacer las necesidades de una sociedad determinada. Es un concepto importante para entender las relaciones económico-productivas (relaciones de poder, competencia, dominio) entre quienes conforman dicho sistema y para entender la generación y aportación de valores añadidos, así como la apropiación y reparto de riesgos.
En la década de los 50, España intensificó su proceso industrializador, impulsando la migración del campo a la ciudad. Se implementó la Revolución Verde, promovida por EE. UU., reduciendo el peso de los cultivos tradicionales y fomentando la producción ganadera intensiva. La importación de soja y maíz favoreció el desarrollo de la industria de piensos, beneficiando al sector avícola y porcino. Se diversificaron los cultivos, introduciendo girasol y soja, lo que aumentó la producción de carne y mejoró la oferta alimentaria en las ciudades.
En los años 60, la expansión del consumo urbano se consolidó con avances tecnológicos como neveras y cocinas de gas, que cambiaron la forma de comprar y conservar alimentos. Se modernizó la distribución con la creación de mercados centrales y supermercados. La industria agroalimentaria y transnacional transformó el concepto de alimento, impulsando los procesados y precocinados, alejando al consumidor del productor.
El aumento de la renta familiar permitió destinar más presupuesto a la alimentación y a bienes como automóviles y televisores. Se diversificó la dieta con mayor consumo de carne de pollo y cerdo, leche, frutas, huevos y pescado. El aceite de girasol, por su bajo precio, se convirtió en la segunda grasa vegetal más consumida después del aceite de oliva.
Este periodo marcó la culminación de la transición nutricional en España, alineando su modelo alimentario con el de los países desarrollados. Sin embargo, estos cambios también introdujeron hábitos que afectarían la salud de la población a largo plazo.
En los años 60, el aumento de la renta permitió a los consumidores destinar menos porcentaje de su salario a la alimentación (del 45% al 38%), favoreciendo la compra de otros bienes. El consumo de carne de pollo creció un 2550%, el de leche más del 30% y el de huevos un 75%. Se consolidó la transición nutricional, pero nuevos hábitos como una alimentación menos saludable y un estilo de vida más sedentario comenzaron a afectar la salud.
En los años 70, la crisis económica generó desequilibrios macroeconómicos, saturación del consumo de masas, obsolescencia industrial y aumento de los costes de producción y transporte debido al alza del petróleo. Esto ralentizó el crecimiento y llevó a una nueva estrategia de rentabilidad basada en la reducción de costes y la precarización laboral.
Durante los años 80, los estados incentivaron la recuperación económica mediante la privatización de sectores rentables y la apertura de mercados, favoreciendo la actividad de las grandes multinacionales. En los años 90, solo una cuarta parte del ingreso se destinaba a la alimentación, y actualmente es apenas el 14%.
Para reducir costes, el Estado dejó de intervenir en la economía como antes, apostando por la desregulación financiera y laboral. La producción se flexibilizó con modelos como la deslocalización y la mercantilización del trabajo.
La globalización permitió ampliar mercados y reducir costes, lo que llevó a la internacionalización de la economía y a una mayor competencia en el sector primario. La diversificación productiva impulsó una oferta más variada y personalizada, pero con ciclos de vida de productos cada vez más cortos.
El enfoque estratégico pasó de la producción a la comercialización, consolidando el dominio de la distribución comercial por grandes empresas transnacionales. Esto permitió el acceso a productos de cualquier parte del mundo, pero también redujo el consumo de alimentos frescos, favoreciendo el de productos procesados y comidas fuera del hogar.
El desperdicio alimentario se ha convertido en un problema global: un tercio de los alimentos se desperdicia. En España, se pierden 7,7 millones de toneladas al año, lo que afecta la economía, el medio ambiente y la sociedad.
Nos permite como consumidores disfrutar del producto en el momento preciso en el que lo necesitamos. La dinámica de comercialización es la encargada de situar el producto en el momento en que se necesita.
Es aquella que nos permite situar los productos en los lugares en los que se encuentra el consumidor. Por ejemplo, el transporte forma parte del proceso de comercialización, ya que hace que los productos lleguen donde están los consumidores.
Aquí está la esencia de la compraventa. Engloba el traspaso de la posesión del producto a quien finalmente lo disfruta.
Asociada a las campañas de comunicación, producción, etiquetado, trazabilidad del producto. También los procesos de producción y distribución satisfacen estas utilidades de información.
Permite adaptar los productos a los gustos y preferencias de los consumidores. Esto hace referencia al empaquetado, la cantidad de paquetes, diseño del producto, enlatado, etc. Todo esto forma parte de la forma que se le da al producto; por ejemplo, si vamos a un restaurante de lujo no nos van a servir la comida igual que en uno de comida rápida.
Una vez el producto finaliza el proceso de producción hay que llevarlo hasta donde está el consumidor final, y es la distribución comercial quien desarrolla esa función de ponerlo a su disposición. La distribución comercial conforma un subsector económico dentro del sector servicios/terciario y que explica un importante porcentaje del PIB español. En este subsector siempre nos vamos a encontrar:
Por tanto, surgen nuevas fórmulas de relación entre productores y distribuidores, nuevos intermediarios y nuevas formas/hábitos de vida que hacen que cambien nuestras formas de consumo y compra.
Un canal de comercialización se define como el circuito a través del cual el producto llega hasta el consumidor final, y este circuito es el paso de un agente a otro que participan en el proceso de distribución comercial. Estos agentes trasladan el producto de un sitio a otro hasta el destino, a través de distintos intermediarios. Normalmente las zonas de consumo están en las grandes ciudades y no coinciden con las zonas de producción; aquí es donde empieza a generarse una distribución que permite llevar el producto desde el inicio hasta el final.
Los mayoristas son aquellos intermediarios que adquieren productos frescos bien de los productores o de otros mayoristas para venderlos a otros mayoristas, minoristas o al canal HORECA (hoteles, restaurantes, etc.). Se podría dar el caso de que un mayorista vendiera al consumidor final, aunque no es común.
Sus funciones son: aglutinar productos en un punto de venta, almacenar temporalmente productos, añadir valor a los productos mediante el envasado, etiquetado, etc.
Se clasifican según la labor que ejercen en el canal:
Se clasifican también según la variabilidad de la oferta:
Se clasifican también según cómo gestionan las funciones:
Los mercados mayoristas son lugares físicos donde los profesionales venden y compran sus productos a otros intermediarios. Son los espacios donde se producen transacciones, se negocia, se subasta y donde se clasifican los productos por su categoría. Estos mercados se clasifican:
Hay que tener en cuenta que, en los últimos años, se están produciendo cambios que modifican la función comercial de los mayoristas como, por ejemplo, el hecho de que los productores en origen se concentren cada vez más en comercializar la producción directamente con agentes minoristas o que estén creando plataformas de distribución y acuerdos de aprovisionamiento para los productos frescos.
Los agentes minoristas son aquellos que venden su producto al por menor, es decir, venden al consumidor final, lo cual no quiere decir que un agente minorista no pueda venderle a otro agente minorista. Se caracterizan por ser la tienda tradicional que suele ser especializada, regida por un pequeño empresario (panadería, carnicería).
La distribución moderna y los supermercados que operan bajo fórmulas de autoservicio, con amplia y diversa oferta, no suelen estar regidos por autónomos sino por grandes corporaciones. Esto muestra la gran dualidad en las formas minoristas, entre el pequeño comercio tradicional y la gran distribución corporativa multinacional de gran capital.
Dentro de la distribución moderna existen múltiples formas (polimorfismo comercial):
La distribución moderna es la que está en continua expansión, la que gana poder y cuota de mercado. Los grandes capitales transnacionales, nacionales e internacionales, mandan y eligen en lo que es la distribución comercial alimentaria a través de la distribución moderna. Establecen sus estrategias para ir ganando cada vez más cuota de mercado a través de cambios competitivos, distintos posicionamientos, además de estrategias de integración vertical y horizontal.
Las marcas blancas (o marcas de distribuidor) están asociadas a aquellos productos que se comercializan con el nombre del distribuidor o con marcas creadas por el propio distribuidor. Existen varios tipos:
En los fabricantes podemos diferenciar tres tipos de estrategias frente a la marca blanca:
Vivimos en una sociedad de consumo desmesurado de productos, una demanda orientada por la publicidad, y una oferta y una demanda de productos poco saludables. Tenemos un modelo de producción y de consumo que incita a producir más de lo que se vende, a comer más de lo que saludablemente necesitamos y al consumo de antibióticos que pueden ser perjudiciales para nuestra salud. Las empresas transnacionales expanden estos productos a cada vez más lugares.
Todo esto favorece a las empresas, por lo que no les interesa cambiar este sistema ni el modelo de producción (es un modelo orientado a las ganancias, no a la satisfacción de las necesidades). Desde 1975, la obesidad en el mundo casi se ha triplicado. En España, casi un 40% de los niños tienen sobrepeso u obesidad; entre ellos, un 18% de niños y un 17% de niñas se aproximan a tener problemas de obesidad. Por tanto, problemas asociados a nuestra inadecuada alimentación generan problemas como estos, además de diabetes, hipertensión, etc.