Portada » Filosofía » Sócrates y los Sofistas: El Giro Antropológico de la Filosofía en la Grecia Clásica
Durante el siglo V a.C., Grecia, y especialmente Atenas, alcanzó su máximo esplendor. Tras las Guerras Médicas, Atenas se convirtió en la ciudad más poderosa y culta del mundo griego. Este periodo es conocido como el Siglo de Pericles. Pericles impulsó las artes, la política democrática, la arquitectura (como el Partenón) y fomentó la educación. La prosperidad económica y la participación política crearon la necesidad de ciudadanos instruidos, capaces de hablar y convencer en la asamblea. Así surgieron los sofistas.
En esta época, el pensamiento griego experimentó un cambio fundamental, pasando de una preocupación cosmológica (centrada en la naturaleza) a una preocupación antropológica (centrada en el ser humano y la ética). Se inició el llamado Giro Antropológico, centrado en preguntas esenciales:
La palabra “sofista” viene de sophos (sabio). Los sofistas eran maestros profesionales que enseñaban retórica, dialéctica y política a cambio de dinero. Eran muy valorados por su habilidad en el discurso, pues entrenaban a los jóvenes para triunfar en la vida pública.
Sus principales ideas fueron:
Los dos sofistas más famosos fueron Protágoras y Gorgias.
Es decir, el conocimiento y el lenguaje son incapaces de expresar la realidad.
Por estas posturas, los sofistas fueron criticados por pensar más en convencer que en buscar la verdad.
Sócrates nació en Atenas y vivió durante su época de máximo esplendor. Fue un hombre sencillo y austero, dedicado por completo al diálogo filosófico. No escribió nada; todo lo que sabemos de él proviene de sus discípulos, sobre todo Platón y Jenofonte.
Sócrates rechazó el relativismo de los sofistas y buscó un conocimiento moral y universal. Frente a quienes se creían sabios, decía: “Solo sé que no sé nada”. Reconocer la ignorancia era, para él, el primer paso hacia la sabiduría.
Su objetivo era descubrir definiciones universales de las virtudes (como justicia, valor, templanza, etc.), válidas para todos los hombres. Esas verdades se hallan en el alma, y el filósofo debe ayudarnos a recordarlas y comprenderlas mediante el diálogo.
Es un método dialéctico, basado en el diálogo racional, con dos fases:
Sócrates identificaba virtud (areté) con conocimiento. Hacer el bien es fruto del saber: quien conoce el bien, lo realiza; quien hace el mal, lo hace por ignorancia. Por tanto, la educación moral consiste en enseñar a conocer el bien, no en castigar. Esta doctrina se llama Intelectualismo Moral.
El fin de la vida humana es la felicidad (eudaimonía), que solo se alcanza siendo virtuoso. La virtud es un bien permanente, mientras que los bienes materiales son pasajeros.
Sócrates afirmaba que es mejor sufrir una injusticia que cometerla, porque el mal degrada el alma. Por ser fiel a sus principios, aceptó su condena a muerte antes que traicionar sus convicciones. Fue acusado de corromper a la juventud y de impiedad, y murió en el 399 a.C. bebiendo cicuta.
Aunque las mujeres eran excluidas de la vida pública, hubo algunas figuras notables. Aspasia de Mileto (s. V a.C.) fue una mujer culta, oradora y maestra de retórica en Atenas. Vivió con el político Pericles, y su casa fue un importante centro de encuentro cultural. Fue maestra de Sócrates y de Anaxágoras. Además, destacó como médica, especialmente en obstetricia y ginecología. Su figura demuestra que, aunque poco reconocidas, también existieron mujeres con gran influencia intelectual en la Grecia clásica.
