Portada » Religión » Pilares de la Fe Cristiana: Resurrección de Jesús, Iglesia y Sacramentos Esenciales
Todo el misterio, o secreto para los agnósticos, del cristianismo gira en torno a la Resurrección de Jesús. Como bien dijo San Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y (los cristianos) nos podemos considerar las personas más desgraciadas de este mundo». Si Jesucristo no hubiera resucitado, este no habría dejado de ser un hombre como todos los demás. Para los cristianos, la principal fiesta es la de la Resurrección de Jesús; para que esta se diera, antes Jesús tuvo que morir. San Pablo también afirmó: «Si por un hombre, Adán, vino la muerte, por otro hombre, Cristo, nos vino la salvación».
La Pascua judía era la principal festividad de los judíos. Se celebraba en primavera y conmemoraba la liberación de la esclavitud de los egipcios, allá por el siglo XIII a. C., en tiempos de Moisés. Dios envió la última plaga a Egipto, por la que todos los primogénitos habrían de morir. De esta manera, el faraón liberó a los judíos que, con Moisés, marcharon a la Tierra Prometida, es decir, Israel. Esto supuso también una alianza entre Dios y los judíos, que se plasmó en la entrega de los Diez Mandamientos a Moisés.
La Última Cena está unida a su muerte en la cruz, un día después. Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía y anunció tres cosas: que su sangre sería derramada, que establecía una alianza eterna y que se realizaba para el perdón de nuestros pecados. Las palabras de Jesús son repetidas por los sacerdotes en las misas. Jesús decidió celebrar la cena un día antes para que, mientras él era sacrificado, a la misma hora los corderos estuvieran siendo sacrificados para la cena pascual.
Las mujeres, al llegar al sepulcro de Cristo, lo encontraron vacío y un ángel les anunció que Cristo había resucitado. Ellas fueron a anunciarlo, y los apóstoles Pedro y Juan lo creyeron. El hecho de que María Magdalena, quien fue ordenada por Cristo a anunciar a sus discípulos que había resucitado, y que fueran mujeres las primeras en proclamarlo, refuerza su veracidad, dado el machismo imperante en aquella época.
Ese primer domingo, Jesús se apareció a los apóstoles y cambió el día de fiesta semanal al domingo. Para Benedicto XVI, la celebración del domingo y el cambio de día constituyen una de las pruebas más sólidas de la Resurrección de Jesús. La Resurrección de Jesús, en su plenitud, solo la conoce Dios. Jesús resucitó para vivir para siempre, con un cuerpo espiritual o glorificado. Su cuerpo glorificado no está sometido a las leyes del espacio-tiempo.
Antes de ascender al cielo, Jesús envió a sus discípulos a predicar el Evangelio. Aunque la Iglesia se puede considerar que nace con la predicación de Jesucristo, se establece como inicio de la Iglesia la elección de Pedro como su cabeza. La Iglesia es el Pueblo de Dios que, con Jesucristo resucitado y guiado por el Espíritu Santo, camina hacia Dios Padre. Nosotros, en esta vida, caminamos hacia la casa de Dios Padre con la guía de Jesucristo, a modo de un nuevo Moisés.
El fin de la Iglesia es continuar la obra redentora de Jesucristo en la Tierra: la salvación de todos los hombres. Salvar significa liberar al ser humano del mal, incluso de la muerte. Y esto solo puede hacerlo Jesucristo. Un sacramento es un signo sensible y eficaz que podemos percibir. La Iglesia es sacramento de salvación, y su misión es santificar a sus miembros y anunciar el Evangelio. La Iglesia se ha definido a sí misma como el Cuerpo Místico de Cristo. En la Iglesia podemos distinguir una dimensión sobrenatural y otra natural.
La Iglesia es una: Jesucristo fundó una sola Iglesia que posee una misma fe y unos mismos sacramentos.
La Iglesia es santa. Esta es la afirmación del Credo más controvertida, debido a los casos de pederastia de algunos sacerdotes en los últimos años.
La Iglesia es católica. El término «católico» significa universal; todos los seres humanos estamos llamados a pertenecer a la Iglesia, por lo que se extiende por toda la Tierra.
La Iglesia es apostólica. Es universal en el tiempo. Jesucristo confió la Iglesia a los Apóstoles y a sus sucesores, los obispos. La figura del Papa manifiesta claramente la universalidad de la Iglesia a lo largo del tiempo. Desde San Pedro hasta hoy, ha habido 263 Papas, sin interrupción.
«Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica».
«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt. 16,19).
La Iglesia es una institución visible a través de la cual nos llega la salvación de Jesucristo. Además, recibimos los sacramentos, que son signos sensibles y eficaces que significan y otorgan la gracia santificante. Un signo sensible es algo que podemos percibir.
Todos los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo. La institución más evidente fue el sacramento de la Eucaristía durante la Última Cena. Pero, aunque los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo, en el Evangelio no aparece explícitamente la institución de todos ellos.
Si el pecado es aquello que nos separa de Dios, la gracia santificante (o gracia de Dios) nos une a Él. Y por ello, esa gracia santificante nos hace hijos de Dios en sentido propio, capacitándonos para ir al cielo cuando morimos.
En todos ellos se pueden distinguir la materia, la forma, el ministro y el sujeto.
El Bautismo nos perdona el pecado original y todos los demás pecados, nos hace hijos de Dios en sentido propio y nos incorpora como miembros de la Iglesia.
La Confirmación es el sacramento por el cual recibimos al Espíritu Santo, se imprime en nuestras almas el carácter de soldados de Cristo y nos convierte en cristianos maduros. La Confirmación nos impulsa a ser cristianos activos. Con la Confirmación se reciben los siete dones del Espíritu Santo, descritos en el libro de Isaías: Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo, Piedad, Fortaleza y Temor de Dios.
En la Eucaristía, Jesucristo se encuentra realmente presente bajo las especies del pan y del vino, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, convirtiéndolos en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, el pan sigue pareciendo pan y el vino sigue sabiendo a vino. Entonces, ¿qué es lo que sucede? La explicación teológica y filosófica a esta conversión milagrosa recibe el nombre de transubstanciación.