Portada » Historia » Orígenes y Evolución de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica: Reconquista, Organización Política y Expansión Colonial
Las primeras resistencias cristianas se formaron en la cordillera cantábrica (Covadonga, 722). Don Pelayo fundó el reino astur que se expandió por Galicia y Cantabria, y después por el Duero con capital en León (Reino astur-leonés), del que surgieron Castilla (Fernán González, s. X) y Portugal (s. XI). En los Pirineos, con la desaparición de la Marca Hispánica (s. IX), nació el Reino de Pamplona (derrota de Carlomagno, Roncesvalles), condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en el Pirineo Central (Reino de Aragón, 1036) y los Condados Catalanes (Wifredo el Velloso).
La fortaleza del Califato frenó la Reconquista, y la debilidad de las posteriores taifas la reactivaron (Alfonso VI Toledo, 1085 y Alfonso I Zaragoza). Con las segundas taifas se conquistó el valle del Guadiana, el final del Ebro (Tortosa) y la desembocadura del Tajo. Se repartieron los terrenos por conquistar (Tratado de Cazorla, 1179). La llegada de los almohades frenó el avance hasta Navas de Tolosa (1212). Más tarde se conquistó el resto de las taifas menos Granada hasta 1492.
Tras la Reconquista se repobló el territorio mediante cartas puebla, con tres modelos:
La Edad Media supuso una gran cantidad de cambios políticos para la Península. En primer lugar, hubo una intensa fragmentación del territorio por la cantidad de núcleos cristianos y la tendencia disgregadora de los nobles (Castilla y Portugal) y el concepto patrimonialista del reino (reparto de Navarra, Sancho III). Más tarde (s. XII) hubo una tendencia de unión mediante matrimonios (creación de la Corona de Aragón y de Castilla).
La principal autoridad era el Monarca, asesorado por el Consejo Real, pero limitado por la nobleza, el clero y las Cortes (s. XIII). Estos reinos se organizaban bajo el régimen señorial, un modelo político y social basado en la dependencia (vasallaje) entre el Rey y los súbditos. Estos prometían lealtad y apoyo militar a cambio de señoríos (latifundios con siervos) o señoríos jurisdiccionales (poder judicial, recaudación de impuestos…). El Rey solo ejercía estas potestades en sus tierras (señoríos de realengo). Socialmente se dividían en tres estamentos: nobleza, clero y pueblo. Los dos primeros eran privilegiados (exención de impuestos, acceso a cargos públicos…). Los estamentos eran cerrados y venían dados por el nacimiento, lo que provocaba la ausencia de movilidad social y la estanqueidad en el desarrollo característica de la Edad Media.
Los principales reinos cristianos se organizaban de maneras muy distintas. Castilla y Navarra eran estados unitarios, mientras que Aragón fue una confederación (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca). El poder del rey en Castilla fue muy fuerte (aceptación de origen divino y debilidad de las Cortes), sin embargo, en Navarra y Aragón estaba muy limitado (potencia y regularidad de las Cortes).
En todos los reinos existían dos instituciones: el Consejo Real (asesoraba) y las Cortes (representación de los tres estamentos). Además, cada reino tenía órganos propios:
Los reyes dividían el territorio y nombraban gobernadores para gobernar mejor. Las ciudades contaban con gobierno propio (fueros). Al final de la Edad Media, el patriciado urbano acaparó el control de las ciudades, lo que provocó conflictos (Busca y Biga, Barcelona) y en Castilla el nombramiento de corregidores.
Los Austrias entraron en España sustituyendo a los Trastámara. Carlos I, llegado de Flandes en 1516, comienza a reinar tras morir su padre (Felipe I, El Hermoso) y por la incapacidad de su madre (Juana, La Loca). Su reinado tuvo muchos conflictos, los internos: al llegar a España subió los impuestos para financiar su campaña para ser elegido Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1520, Carlos V) y cedió mucho poder a sus consejeros flamencos. Esto provocó la Revuelta de las Comunidades en Castilla (Padilla, Bravo y Maldonado, 1520-1522), entre la baja nobleza y la burguesía contra la alta nobleza y Carlos I, que venció (Villalar, 1521). También se produjo la Revuelta de las Germanías en Aragón entre artesanos y mercaderes contra la aristocracia por la marginación política y presión fiscal, venciendo las tropas del Virrey.
Conflictos externos: por su objetivo de imponer el cristianismo en todo su imperio (universitas cristiana), esto provocó: conflictos con Francia por el control del Milanesado, con victoria en Pavía; con los musulmanes, levantamiento del asedio turco en Viena y conquista de Túnez; y contra los príncipes protestantes alemanes con victoria en Mühlberg, pero con cesión de libertad religiosa (Paz de Augsburgo, 1555). Tras este exitoso y ajetreado reinado, Carlos I abdicó en su hijo Felipe II (1556) retirándose al monasterio de Yuste.
Tras abdicar, Carlos I cedió el título imperial a su hermano Fernando y Felipe II recibió el resto de los territorios (1556), quedando dividida la dinastía de los Habsburgo (Madrid y Viena). Felipe II instauró un mayor número de Consejos y comenzó el sistema de monarquía hispánica. En este reinado hubo problemas internos y externos.
Internos: rebelión de los moriscos de las Alpujarras (1568-1570) por la prohibición de su lengua y costumbres (sofocada por Juan de Austria) y las Alteraciones de Aragón (1590) para proteger sus fueros tras el Caso Antonio Pérez, que provocó un recorte en sus privilegios.
Conflictos externos: por la defensa de la hegemonía española hubo enfrentamientos con Francia por el control de Italia (victoria en San Quintín, 1557) y el fracaso de la Armada Invencible contra Inglaterra (1588); la defensa de la fe provocó lucha contra turcos (Lepanto, 1571) y rebelión flamenca que acabó con la división de este territorio en el Norte (protestante) y el Sur (cristiano); por último, tras morir Sebastián I de Portugal se anexionó fácilmente este territorio y sus colonias (1581), conservando sus leyes e instituciones. Antes de su muerte (1598), Felipe II desarrolló la mayor obra arquitectónica de la época con la construcción de El Escorial (más de 20 años).
Los territorios americanos se incorporaron a Castilla mediante exploraciones y colonizaciones reguladas por capitulaciones (contratos entre particulares y la Corona que delimitaban el área de conquista y el botín). Tras las Antillas (Colón), se buscó el paso a las Indias orientales (llegada al Pacífico, Núñez de Balboa y primera vuelta al Mundo, Elcano). Más tarde se conquistaron los imperios precolombinos (azteca, Hernán Cortés, maya, Alvarado e inca Pizarro), zonas como La Florida, Chile (Valdivia), el Amazonas y sur de EE. UU.
La velocidad de las conquistas se dio por la ventaja militar, las disputas entre nativos y las pandemias. Las tierras se cultivaron por encomiendas (explotar a los indígenas a cambio de cristianizarlos) y las minas por la mita. Debido a los tremendos abusos, los Reyes Católicos establecieron Las Leyes de Indias para proteger a los indígenas gracias al aviso de algunos religiosos (Bartolomé de Las Casas). Esta colonización para los indígenas supuso un desastre demográfico y otros cambios (imposición del cristianismo, adopción del español…). Para los españoles supuso la conversión de la monarquía hispánica en primera potencia mundial, llegada de materias primas, metales… Todo ello alentó el espíritu de colonización de países como Inglaterra, Francia… y a partir del s. XVI el Atlántico sustituyó al Mediterráneo como eje económico mundial.