Portada » Lengua y literatura » La Literatura Española del Siglo XV: Prerrenacimiento, Poesía Cortesana y La Celestina
Como consecuencia de lo que venimos diciendo, el siglo XV será una época de cambios, de evolución hacia una nueva manera de entender la literatura, bajo el influjo del Humanismo y del Antropocentrismo, aunque sin abandonar del todo algunos rasgos característicos de la Edad Media, en la que se inserta cronológicamente. Este siglo se inicia con una vuelta al mundo clásico y a la cultura grecorromana, que terminará cuajando en el siglo XVI.
Esta tendencia se mostrará sobre todo en el plano formal, a través de:
Asimismo, se acrecentará el interés por las lenguas romances, que cristalizará en la publicación de la Gramática de la Lengua Castellana (1492) de Elio Antonio de Nebrija, la primera de una lengua vulgar escrita en Europa. A todo esto contribuye la influencia de los grandes autores italianos que abren el camino al Renacimiento en los siglos XIII y XIV: Dante Alighieri, el escritor Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio, quienes, aparte de defender el uso de las lenguas vulgares, dejarán su huella en la literatura castellana del XV:
En lo tocante a los géneros literarios, se desarrollarán nuevas tendencias:
Se desarrollará una poesía lírica de tipo culto, con abundantes influencias de los citados autores italianos y amparada por el mecenazgo de los reyes de Castilla (sobre todo de Juan II). Esta poesía cortesana es nueva en las letras castellanas, que, hasta el momento, solo habían dado muestras de poesía didáctica y narrativa, tanto en el Mester de Clerecía como en la épica. Junto a ella, se mantiene la poesía tradicional, tanto lírica como narrativa.
La prosa se diversifica igualmente en el siglo XV, añadiendo nuevas tendencias. A las crónicas medievales que se iniciaron en el periodo alfonsí se une la biografía, que será cultivada por varios autores de la época como nuevo género de la prosa histórica. Al mismo tiempo se desarrolla la prosa de ficción, que tendrá sus máximos exponentes en:
El teatro, por su parte, no tendrá un lugar destacado en el siglo XV, si exceptuamos La Celestina que, como veremos, se considera una obra perteneciente al género de la comedia humanística latina, pero que supone un hecho aislado en la literatura castellana de esta centuria. Los principales autores de teatro nacidos en este siglo (Juan del Encina, Bartolomé Torres Naharro, Lucas Fernández y Gil Vicente) serán tratados al hablar del XVI.
El siglo XV supone el inicio de la poesía lírica de autor (por lo tanto, culta) escrita en castellano. Los autores de los siglos precedentes que escribieron en verso lo hicieron casi siempre con un tono narrativo, ligado a las hazañas épicas o a la temática didáctica del Mester de Clerecía. Nos encontramos aquí con un importante grupo de poetas que escriben en el entorno de la corte (como había ocurrido ya con los trovadores provenzales, por ejemplo) y que cultivan una poesía eminentemente amorosa, como veremos después. Junto a ellos toma cuerpo también la poesía popular por medio de dos subgéneros: la lírica y la épica o narrativa. De la poesía lírica del siglo XV nos ocupamos ya en la Unidad 10, cuando tratamos la lírica tradicional de toda la Edad Media; la poesía épica se manifiesta a través de un género que tendrá una enorme repercusión posterior: el Romancero.
Con el nombre de Romancero se conoce un extraordinario filón de poemas, principalmente narrativos, que se escribieron desde mediados o finales del siglo XIV. El romance es una composición de arte menor, formada por versos octosílabos que riman en asonante los pares, quedando sueltos los impares, y que no tiene un número fijo de versos.
Los poetas de los siglos XVI y XVII, atraídos por la sencillez y la versatilidad de su estructura (que se popularizó sobre todo durante el siglo XV), emplearon muy a menudo el romance para sus creaciones tanto narrativas como líricas. Por ello, tenemos que hablar del Romancero Viejo (el tradicional y anónimo del siglo XV) y del Romancero Nuevo (el de autores como Cervantes, Quevedo, Góngora o Lope de Vega). Tras el siglo XVIII, en el que se empleó menos la estructura del romance, los románticos lo resucitaron. Posteriormente se siguió cultivando durante el siglo XX (Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca…) e incluso recuperó su carácter oral y popular en algunos momentos, como durante la Guerra Civil Española (1936-1939).
Sobre el origen de los romances, se ha apuntado la posibilidad de que sean el resultado de la división de los versos de los cantares de gesta, con una media de dieciséis sílabas y rima asonante en todos los versos de una misma tirada. Al dividir cada uno de estos versos en dos hemistiquios, y considerando cada uno como un verso independiente, surgiría el octosílabo de rima alternante con el verso suelto que conforma el romance.
De las diversas clasificaciones que se han propuesto para los romances en función de sus temas, unas más exhaustivas que otras, podemos concretarlas en los siguientes grupos:
Los principales rasgos de los romances son los siguientes:
La lírica culta del siglo XV castellano surge bajo la influencia de dos grandes manifestaciones poéticas anteriores: la poesía trovadoresca provenzal (y, por asimilación con esta, la lírica gallego-portuguesa) y la poesía italiana de los siglos XIII y XIV, representada, sobre todo, por Dante Alighieri y Francesco Petrarca.
Estos precedentes insignes, unidos a la protección por parte de los reyes, provocaron el nacimiento de la poesía cortesana, de temática fundamentalmente amorosa, y de un gran número de poetas cuyas obras se recogieron en los Cancioneros, que son antologías más o menos extensas de poemas (en muchos casos destinados al canto), recopilados gracias al mecenazgo y amparo de la monarquía.
Los rasgos principales de esta poesía son los siguientes:
Como dijimos, la mayor parte de la poesía cortesana del siglo XV se recopiló en antologías de extensión variada denominadas Cancioneros, por lo que a esta poesía cortesana se la llama también Poesía de Cancionero. Los Cancioneros más importantes fueron:
La obra de Jorge Manrique es exclusivamente poética y es la obra de poesía de cancionero y algunos poemas burlescos y, sobre todo, un gran poema de contenido moral, las Coplas a la muerte de su padre, que es su obra más importante y la que le hace digno de un lugar en la historia de la literatura. Se trata de un extenso poema de cuatrocientos ochenta versos distribuidos en cuarenta coplas de doce versos cada una, escritos como elegía por la muerte de su padre, Don Rodrigo Manrique, y como reflexión sobre la vida y la muerte.
El esquema métrico utilizado en las Coplas es una sextilla doble (doce versos, por lo tanto), llamada copla de pie quebrado o copla manriqueña, con la siguiente distribución de rimas y versos: 8a 8b 4c 8a 8b 4c; 8d 8e 4f 8d 8e 4f.
Las coplas se dividen en dos partes que van de lo general a lo particular:
Como podemos ver, el planteamiento estructural es perfecto, ya que comienza con apreciaciones muy generales que nos afectan a todos, nos exhorta a contemplar el paso fugaz del tiempo y a pensar en la muerte, y después, progresivamente, se va centrando en la idea básica que sustenta el poema: la elegía dedicada a su padre.
Aunque el tema principal de las Coplas es la muerte, a lo largo de los versos que las componen podemos encontrar otros temas, cuya importancia merece que les prestemos atención:
Las Coplas nos ofrecen un interesante uso de procedimientos retóricos, entre los que destacan la metáfora (a menudo asociada a la concepción de la vida como un camino y a la fugacidad del tiempo), el paralelismo y la anáfora (que muestran un ritmo sencillo y atrayente), las enumeraciones, las interrogaciones retóricas, etc. Es importante destacar también el tono exhortativo, que implica al lector en la reflexión sobre la vida y la muerte que mueve todo el texto.
Frente a la literatura sobre la muerte que se desarrolla a lo largo de la Edad Media, las Coplas de Jorge Manrique presentan dos aspectos significativos de gran relevancia:
Nos encontramos ante una de las obras más importantes de la literatura española, cuyo personaje principal se ha convertido en uno de los prototipos fundamentales de la cultura literaria mundial. La complejidad de La Celestina se asocia a aspectos diversos, como las ediciones, el título, el género al que pertenece, etc.
Escrita a finales del siglo XV, La Celestina evolucionará en su forma desde la primera edición conservada, de 1499, hasta conseguir una cierta estabilidad en los primeros años del XVI. Veamos las diferentes fases del texto:
En algunas ediciones posteriores se incluye en el título el nombre de Celestina junto al de los dos amantes, que terminará desplazando a estos. Hoy en día se conoce como La Celestina.
En los versos acrósticos a los que hemos aludido antes se leen el nombre del autor y algunos datos sobre él: «El bachiller Fernando de Rojas acabó la Comedia de Calisto y Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalbán». El verbo empleado (acabó) responde a la información que el propio autor nos ofrece en los preliminares («Carta del autor a un su amigo»), según la cual el primer acto de la obra fue escrito por un autor antiguo y desconocido (aunque Rojas aventura los nombres de Juan de Mena y Rodrigo Cota, nunca confirmados por la crítica), cuya lectura le movió a completar la obra durante quince días de vacaciones.
A pesar de que la crítica ha discutido el género de La Celestina, sobre la opinión de quienes la consideran una novela dialogada se ha impuesto la de los que parten de su estructura teatral para asociarla a la Comedia Humanística, escrita en latín, que alcanzó gran difusión en Italia durante los siglos XIV y XV y que imitaba la comedia latina clásica. Algunos de sus rasgos característicos son los siguientes:
Se trata, en cualquier caso, de obras concebidas más para la lectura que para su puesta en escena.
Un aspecto destacable de La Celestina es la mezcla de personajes de diferentes grupos sociales, que muestran, con su presencia, la complejidad de la sociedad. Sin duda es uno de los rasgos más novedosos de la obra, pues no es común en la literatura medieval castellana que los seres marginales cobren protagonismo, a la vez que aporta un tono realista que convierte a la obra en el precedente principal tanto del género celestinesco, que emana de ella, como de la literatura picaresca que se desarrollará a partir del siglo XVI.
Podemos establecer dos grupos de personajes en función de su procedencia social:
Lo componen Calisto, Melibea, Pleberio y Alisa.
Lo representan Celestina, Sempronio, Pármeno, Elicia y Areúsa.
