Portada » Filosofía » La Ilustración: Legado, Potencia y Límites de la Razón en el Siglo XXI
En el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, dio comienzo un movimiento intelectual de una importancia sin precedentes en la historia de la humanidad: la Ilustración. Este movimiento tenía un ideal ilusionante y optimista: el de una humanidad que, a través del uso adecuado de la razón, pudiera superar definitivamente el miedo, la ignorancia y la superstición para transformar el mundo. Figuras como Kant, Voltaire, Rousseau, Diderot, o los españoles Cadalso y Jovellanos, reclamaron para el ser humano la emancipación de la tradición, de la religión, de toda forma de autoridad dominante y preestablecida, confiando en la ciencia y la educación como motores del progreso y del desarrollo civilizatorio. No obstante, si bien la razón ilustrada trajo consigo logros significativos, también demostró limitaciones y puso en evidencia las contradicciones de los que se llamaron a sí mismos modernos.
Filosóficamente, Kant, en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, definió a ésta como la salida del hombre de su «culpable minoría de edad» (intelectual), animándolo a usar su razón críticamente sin depender de ninguna autoridad externa. ¡Sapere aude! -decía-, ¡Atrévete a pensar! La Enciclopedia de Diderot y d’Alembert, uno de los grandes logros ilustrados, se convirtió en un ambicioso compendio de saberes que buscaba difundir el conocimiento y emancipar a los individuos a través del conocimiento y la educación. También el desarrollo del método científico permitió avances en la Física. Por un lado, la obra de Newton sentó las bases definitivas de la mecánica. Por otro, el desarrollo tecnológico subsiguiente dio la condición de posibilidad de la Revolución Industrial y la aceleración de los avances tecnológicos ya en el propio siglo XVIII. Saber para poder. El conocimiento también tiene un fin práctico. Un mundo más racional es un mundo mejor. En el ámbito político, también Kant, en Sobre la paz perpetua, el filósofo alemán propuso un modelo de organización política mundial basado en el republicanismo y el derecho cosmopolita, prefigurando ideas fundamentales para la construcción de sistemas democráticos modernos y organizaciones a nivel mundial que permitieran incluso la desaparición de los ejércitos. Estas ideas de ciudadanía, republicanismo, laicismo del Estado, democracia y derechos humanos influyeron en procesos históricos como la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Estos eventos pusieron en jaque el absolutismo monárquico y promovieron la participación ciudadana en la vida política, estableciendo el principio de soberanía popular y la separación de poderes (Montesquieu). De este periodo son las primeras declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano en Europa y EEUU. Sin embargo, el optimismo ilustrado acerca del poder ilimitado de la razón no tardó en ser cuestionado. Ya a principios del XIX, el Romanticismo reaccionó contra la excesiva racionalización del mundo, reivindicando la importancia de las emociones, la imaginación y lo subjetivo. Filósofos como Schopenhauer y Nietzsche denunciaron los peligros de una razón que, en su afán de dominar la realidad, podía reducir al ser humano a un mero objeto de análisis científico, ignorando su complejidad existencial. Además, el desarrollo industrial trajo consigo la aparición del proletariado, una clase social que sufrió explotación y desigualdades profundas. El liberalismo, en su expresión más desenfrenada, evidenció que la libertad sin una visión del bien común no lograba la felicidad de los pueblos. Tampoco el racionalismo ni el progreso científico-técnico conducían necesariamente al progreso moral de la humanidad. Otra reacción al proyecto ilustrado de universalidad y cosmopolitismo fue el surgimiento del nacionalismo europeo, que en muchos casos se convirtió en una fuerza irracional y excluyente, en contraposición a los ideales ilustrados. Además, el siglo XIX y XX fueron testigos del auge de pensamientos irracionales que alimentaron ideologías totalitarias y extremismos políticos. Los conflictos bélicos del siglo XX, el colonialismo y el uso de la ciencia y la tecnología para la destrucción masiva evidenciaron las contradicciones de la modernidad.
Aunque esta afirmación es un tanto etnocentrista, la Ilustración representó un punto de inflexión en la historia del pensamiento, promoviendo una confianza sin precedentes en la razón como motor del progreso no solo científico sino moral para la humanidad. Hoy, en el siglo XXI, el sueño ilustrado sigue presente en los ideales democráticos, la universalidad de los derechos humanos y el desarrollo científico y tecnológico. Pero también enfrenta desafíos que exigen una reflexión crítica. Especialmente la tecnología, impulsada por la razón, ha permitido avances extraordinarios, pero plantea problemas éticos sobre la globalización económica, el poder geopolítico, las migraciones humanas, la protección del medioambiente, el control de la información en las redes y la Inteligencia Artificial . El proyecto ilustrado, lejos de estar concluido, se encuentra en constante redefinición, buscando equilibrar la potencia de la razón con la conciencia de sus propios fines y límites.
Pienso que si los ideales de la Ilustración fueron la defensa de la razón, la justicia, la paz y la libertad a través del conocimiento, la educación y la ciudadanía universal (cosmopolitismo), y que en eso consistía el verdadero progreso de la humanidad, entonces creo que la Ilustración tiene toda la vigencia imaginable porque de todo eso nos hace mucha falta. Pero también es cierto que esos ideales deben adaptarse a los problemas del siglo XXI sin caer en los mismos errores y excesos del pasado. Hoy en día, la democracia, los derechos humanos y la soberanía popular continúan siendo pilares fundamentales en los sistemas políticos de numerosos países. El pensamiento crítico y la moral racional son clave para el progreso, en las sociedades democráticas. No obstante, los desafíos contemporáneos como la IA, la desinformación en las redes, el avance del autoritarismo en algunos países y las crisis migratorias y medioambientales, ponen a prueba estos ideales y nuestra capacidad para resolverlos.