Portada » Historia » La Crisis de 1898: El Desastre Colonial y sus Repercusiones en España
Las causas que propiciaron un nuevo levantamiento en las colonias españolas fueron diversas:
En 1895, el líder independentista cubano José Martí, poeta y miembro destacado de la masonería, quien había fundado el Partido Revolucionario Cubano, organizó el levantamiento contra las tropas españolas conocido como el Grito de Baire. Este suceso sublevó esa localidad cubana de la provincia de Santiago de Cuba y 34 poblaciones más.
El general Martínez Campos, quien había conseguido acabar con la Guerra Grande (1868-1878), fracasó en su campaña para controlar la sublevación, por lo que fue relevado por el general español Valeriano Weyler. Weyler inició la táctica antiguerrillera en Cuba a base de campos de reconcentración, a los que se trasladaba forzosamente a los campesinos de la manigua para evitar su apoyo a los mambises. La nueva táctica comenzó a dar resultados.
Paralelamente, en 1896, en Filipinas, Emilio Aguinaldo y José Rizal iniciaron la sublevación independentista desde sociedades secretas próximas también a la masonería. El general Polavieja dirigió la represión del movimiento, que incluyó el fusilamiento de Rizal.
Pese a los relativos éxitos españoles, los EE. UU. habían decidido ayudar a ambos movimientos independentistas, aunque en principio de manera encubierta. Un hecho fortuito les dio la excusa que venían buscando hacía tiempo: el destructor Maine recaló en el puerto de La Habana con el pretexto de velar por los intereses norteamericanos en Cuba. De modo accidental, explotó en la madrugada del 15 de febrero de 1898. Era el pretexto que estaban buscando los EE. UU. para declarar la guerra a España en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
La guerra hispano-norteamericana fue rápida y favorable a los EE. UU. dada la desproporción entre la potencia de ambos países. Derrotada la flota española en Cavite (Filipinas) y en Santiago de Cuba, España asistió impotente al desembarco norteamericano que tomó Santiago en menos de dos semanas.
El Tratado de París, firmado en diciembre de ese mismo año, dejaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas bajo soberanía norteamericana, para sorpresa de los independentistas.
La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas no supuso ni un enorme impacto económico ni socavó los cimientos del sistema político de la Restauración. Política y economía soportaron relativamente bien la crisis. Al gobierno de Sagasta, quien sufrió directamente la crisis, sucedió el conservador de Francisco Silvela, ya que Cánovas del Castillo había sido asesinado en 1897 por un anarquista. Silvela introdujo algunas de las propuestas reformistas del Regeneracionismo.
La pérdida colonial sí supuso una crisis moral y de autoimagen de una España atrasada y encerrada en sí misma respecto a un mundo que avanzaba más deprisa.
El Regeneracionismo fue un movimiento surgido de intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza, una especie de universidad progresista y laicista, que partía de un análisis excesivamente pesimista de la realidad política y social española, a la que veía muy embebida en las glorias del pasado histórico. Los políticos regeneracionistas proponían la modernización del país. Entre ellos destacó el jurista, político y escritor aragonés Joaquín Costa Martínez, quien proponía:
Muy influenciados por la corriente de desánimo intelectual y por el complejo de atraso que supuestamente arrastraba España, un grupo de intelectuales y escritores, entre los que destacamos a Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz «Azorín», Antonio Machado, Pío Baroja o Ramón María del Valle-Inclán, dibujaron la situación española con unos oscuros tintes, en cierto modo exagerados. Abogaban por la regeneración moral, social y cultural y contribuían de modo inconsciente a realimentar la legendaria imagen de una «España negra», muy alejada de la realidad.