Portada » Psicología y Sociología » Intervención Social y Dinámicas Grupales: Teorías de la Cooperación y el Cambio en el Trabajo Social
Las personas somos animales sociales. Cuando nos integramos en nuevos grupos o viajamos, tomamos conciencia de las diferencias entre unos grupos y otros. Nuestro bienestar y malestar están vinculados al éxito o fracaso de aquellos con quienes vivimos. Las relaciones humanas están condicionadas por habilidades o discapacidades físicas, enfermedades, creencias religiosas, la clase social, etc. El punto de partida del Trabajo Social (TS) como disciplina científica es la importancia que tiene en nuestras vidas la interacción con los demás.
Nuestras relaciones pueden ser positivas y hacernos crecer (relaciones intuitivas), darnos poder sobre nosotros y nuestros proyectos personales y colectivos (empowerment). Pero también los modelos relacionales pueden convertirse en una cárcel, en un conjunto de pautas de comportamiento que nos llevan siempre al fracaso. La falta de habilidades sociales y los patrones de comportamiento que hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida no se cambian con facilidad.
Personas que han crecido en entornos que no les satisfacen, que no tienen una relación madura consigo mismas, reaccionan inventándose una identidad, un catfish. Suplantan su identidad porque les gustaría tener otra vida. Esta falsificación debe hacernos pensar sobre el conjunto de relaciones insatisfactorias en las que estamos inmersos.
El TS con grupos toma como objeto de investigación las dinámicas grupales en las que estamos inmersos y desarrolla un conjunto de metodologías de intervención precisamente sobre la base de la utilización de dichas dinámicas, generando un contexto en el que podemos resocializarnos, aprender y trabajar en equipo.
Nuestras estrategias de intervención se vinculan con un doble sentido teórico:
Las personas necesitamos relacionarnos con los demás; vivimos con los demás desde el primer minuto de nuestra vida. Nuestras habilidades, personalidad y proyectos están vinculados con las personas que nos rodean. No somos los dueños de nuestras teorías o nuestras formas de comportamiento, sino que las encontramos ya ahí, vivimos en ellas a través de nuestro proceso de socialización. En un determinado momento, tomamos conciencia, podemos analizarlas y analizarnos, y a partir de ahí establecer procesos de cambio.
La psicología o el TS son capaces de entender los procesos por los que nos hemos configurado de una determinada manera. En función del análisis de dichos procesos, diseñan metodologías para evaluar y hacer posibles procesos de cambio en personas, grupos y comunidades. Las dinámicas grupales nos aportan modelos relacionales, aprendemos a trabajar en equipo, a gestionar los conflictos y con ello aumentamos nuestro bienestar interior.
El objetivo final de las dinámicas de grupo es tratar de capacitar a cada miembro del grupo para tener interacciones maduras y equilibradas en cualquier otro contexto diferente al del propio grupo.
Los objetivos específicos de una intervención desde la perspectiva del TS con grupos se agrupan en cuatro ámbitos:
Ejemplo de Dinámica de Grupo (Padres y Madres con Hijos Adolescentes):
Cualquier trabajador social debe tener una preocupación constante: no realizar reduccionismos, no manipular datos o discursos de las personas y no dejarse llevar por una opción ideológica. El reduccionismo es aquella postura teórica que explica el comportamiento humano en función de un elemento determinado, sin tomar en consideración el resto de características de nuestra especie.
Desde finales del siglo XIX, se pensaba que los comportamientos humanos estaban determinados por la estructura del cuerpo. Se describían las tipologías físicas de los delincuentes para poder detenerlos y prevenir sus delitos. Estas ideas y las propuestas de eliminación de los seres humanos “defectuosos” llevaron a las denominadas prácticas eugénicas en numerosos países.
La postura teórica que defiende la reducción de la identidad humana a su código genético recibe el nombre de reduccionismo genético. Hay que señalar que las personas, aunque nacemos con una información genética específica, no nacemos predeterminadas.
Nuestro contexto cultural determina nuestro comportamiento. Según el lugar en el que haya nacido cada uno de nosotros y su entorno socioeconómico, algunas personas pueden vivir el doble de tiempo que otras. Hay posiciones teóricas que defienden un reduccionismo cultural: las personas estaríamos determinadas por nuestra cultura, de tal forma que no es posible un diálogo entre culturas diversas, ya que cada uno percibe y analiza desde su patrón cultural.
Desde este punto de vista, el objetivo fundamental de cada grupo social es mantener pura su propia cultura, negando la posibilidad de un diálogo intercultural. Uno de los peligros del relativismo fuerte es que puede desembocar en la afirmación de la propia cultura como superior a las demás.
La postura teórica que considera la propia cultura superior a las demás e interpreta a las culturas ajenas desde la suya propia se denomina etnocentrismo.
Las personas tendemos a clasificar y organizar la realidad en oposiciones binarias: elementos contrapuestos que mutuamente se excluyen (progresista/conservador, nosotros/los otros). Esto nos da una tranquilidad aparente y favorece nuestra pertenencia al grupo, por contraposición con el grupo opuesto. Es una estrategia común en muchos grupos o comunidades: buscar el enemigo externo que consolida las relaciones internas. Esto no solo nos permite clasificar la realidad y establecer diferencias, sino que también implica una posición de poder, un sentimiento de superioridad y una negación y devaluación del contrario.
Al clásico debate entre el positivismo (afirma que solo podemos conocer a través de los sentidos) y el constructivismo (lo que conocemos es un producto de nuestra forma de ordenar el mundo) se añaden nuevos debates:
Hay tres ámbitos teóricos claves en la intervención basada en las dinámicas de grupo:
El trabajo social con grupos ha estado vinculado a la microsociología, en la que se incide en el proceso por el cual aprendemos a relacionarnos. Para Mead, la dimensión social de la persona humana descansa en el proceso de comunicación. En este proceso, el sujeto se reconoce a sí mismo en la interacción y reconoce al otro, adoptando su perspectiva sobre sí mismo y sobre la realidad.
El “self” es la personalidad propiamente dicha, el individuo social, y se estructura a través de dos fases dialécticamente entrelazadas:
La personalidad no existe previamente a la interacción social; la persona es algo que se desarrolla, que surge en el proceso de la experiencia y las actividades sociales.
Blumer formula el interaccionismo simbólico, que sostiene que la interacción humana está mediada por el uso de símbolos, la interpretación o indagación del sentido de las acciones de los otros. Se opera por la inserción de un proceso de interpretación entre estímulo y respuesta. En el caso de Blumer, la metodología recomendada es introducirse dentro del mundo del actor y ver el mundo como él lo percibe.
Tras la crisis económica, se está empezando a recuperar el crecimiento económico. Las características de este periodo son la exaltación del individualismo y los proyectos individualistas. Todo esto ha dado paso a la publicación de rigurosas investigaciones sobre las formas de cooperación y la cohesión social. Dos aspectos que influyen en las dinámicas grupales son nuestra capacidad cooperativa y el papel que juega la generosidad en nuestras vidas.
Tres aspectos de la teoría de Sennett sobre la cooperación:
La parte central es aquella en la que la cooperación y la competencia están más equilibradas. Los intercambios dialógicos pueden equilibrar la cooperación y la competencia. En los extremos del intercambio se encuentran el altruismo y la competencia.
El rol primario de un TS es favorecer las relaciones de reconocimiento, aceptación y ayuda mutua entre los miembros del grupo. Debe perseguir un modelo de interacción basado en la reciprocidad, la transparencia y la honestidad, favoreciendo una dinámica relacional basada en el apoyo mutuo. Para conseguirlo, hay que reforzar la generosidad como estrategia relacional.
Hay dos cuestiones básicas: por un lado, la definición del concepto y, por otro, la dinámica que genera su presencia o ausencia. Definimos generosidad como la virtud de dar bienes a los demás libre y abundantemente. No se identifica con el altruismo, ya que la generosidad es compatible con el propio interés y se expresa de diferentes maneras (voluntariado, donación de sangre, etc.). Se basa en perseguir el bien de otros. Los comportamientos generosos refuerzan nuestro bienestar; la falta de generosidad genera mayor insatisfacción y malestar.
La dinámica entre bienestar y generosidad es bidireccional. Las cinco medidas del bienestar que correlacionan positivamente con la generosidad son:
Los comportamientos generosos refuerzan el bienestar y se diferencian nueve formas en las que se produce este reforzamiento:
Sabiendo que nos estamos equivocando, no podemos modificar nuestro comportamiento si no sabemos cómo hacerlo, y el fracaso suele venir unido a múltiples justificaciones. Lo que diferencia a los seres humanos de otras especies de animales sociales es la reflexividad, producto del lenguaje y de la inteligencia. Esta capacidad de explicar, mediante formulaciones con sentido que pueden ser eficaces para solucionar los problemas a los que hacemos frente, constituye el funcionamiento de la ciencia.
Podemos analizar cómo nos comportamos y las tradiciones culturales y tecnológicas en las que estamos inmersos. Organizamos nuestro pensamiento a través de metáforas que nos permiten ver la realidad desde una determinada perspectiva, de ahí la importancia de romper con dichas metáforas.
Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo, las metas que nos proponemos, los planes que hacemos y nuestra manera de actuar. En política, nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales, y el cambio de marco es cambio social. Los marcos no pueden verse ni oírse, forman parte de lo que los científicos cognitivos llaman el inconsciente cognitivo, que son estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias. También los marcos se activan a través del lenguaje: cuando se oye una palabra, se activa en el cerebro su marco. Los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje; pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente.
Las paradojas que hay que afrontar en cualquier dinámica de grupos son:
No puede haber identidad sin entorno, por eso es posible diferenciar tres dimensiones íntimamente relacionadas:
En cualquier grupo es necesario tomar en consideración la situación personal de cada individuo y las dimensiones básicas del enfoque del empowerment, diferenciando dos cuestiones: exponiendo la evolución teórica reciente sobre los grupos y las sociedades humanas y examinando las características de algunos modelos teóricos relevantes.
Nuestra vida es una vida social y nuestros proyectos son sociales, tienen en cuenta a los otros y a los que ya no están. Nadie puede prescindir del pasado; nuestros gustos, proyectos y aficiones tienen que ver con lo que hemos heredado. Sobrevivimos porque vivimos en grupo y hacemos un frente común. El proceso de socialización comienza en nuestra familia y conocidos; resocializarnos significa volver a aprender pautas de comportamiento y estilos de vida en entornos nuevos. Necesitamos las dinámicas grupales para aprender a relacionarnos, saber aceptar a los demás, para comprender las ideas comunes que tenemos y objetivarlas, y para experimentar el conflicto y su resolución.
Podemos agrupar brevemente las teorías contemporáneas en dos grandes posturas teóricas: la perspectiva que establece su centro de atención en las estructuras sociales (macro) y la que se centra en la interacción entre las personas en el ámbito del comportamiento cotidiano (micro). Ambas corrientes se influyen mutuamente.
De forma muy sintética, esta perspectiva se centra en la irreductibilidad de lo social a lo individual:
En paralelo, para Mead la clave para entender la realidad personal y su dimensión social es examinar las prácticas comunicativas. En la práctica del TS con grupos se puede observar cómo cambiamos y fortalecemos nuestras capacidades en la medida en que nos comunicamos con los demás.
Desde el TS con grupos, esto es muy relevante, ya que gran parte de nuestros patrones de interacción para relacionarnos con los demás se derivan del modelo teórico tácito con el que damos sentido a nuestras acciones, aunque sea inadecuado para perseguir nuestros objetivos.
Se basa en considerar a la sociedad como un conjunto de sistemas, superando los planteamientos estructuralistas y funcionalistas. Los elementos se relacionan circularmente: cada parte influye sobre las otras y el conjunto influye sobre cada elemento. En el ámbito del TS con grupos, este enfoque hace hincapié en el sistema como objeto de estudio. En el ámbito de la familia, se parte de considerarla un sistema abierto. Al destacar la ubicación del TS en la comunidad, nos basamos en el enfoque de sistemas de una perspectiva ecológica, que nos ayuda a comprender las repercusiones de muchas de nuestras acciones en nuestro entorno, tanto físico como social.
Tienen su origen en los planteamientos freudianos. Su objetivo es describir y verbalizar los procesos psíquicos internos de cada persona que explican su comportamiento. Utilizan la palabra como herramienta curativa. El objetivo básico es que cada persona pueda tomar conciencia de su situación, hacer emerger desde su inconsciente el conflicto y liberarlo al verbalizarlo. En muchas ocasiones, expectativas que no podemos alcanzar o una experiencia traumática mal asimilada determinan nuestro comportamiento. La dinámica grupal permite vernos reflejados en la situación de los demás.
Para examinarlo hay que hacer hincapié en el altruismo. La cooperación altruista es uno de los mecanismos que explican la supervivencia de la especie humana. Los progenitores, sin esperar nada a cambio y poniendo en riesgo su vida, favorecen a sus descendientes. A menudo, muchos miembros del grupo se esfuerzan y dan su vida por la colectividad. El modelo de ayuda mutua se basa en esta tendencia natural de nuestra especie. Nuestro cerebro está configurado para actuar altruistamente, y lo relevante es examinar los obstáculos que impiden que esta tendencia natural y altruista se desarrolle en plenitud. El objetivo es entender por qué actuamos bien y cómo podemos ayudarnos para actuar mejor.
