Portada » Filosofía » Grandes Pensadores de la Filosofía: De la Escolástica al Contrato Social
En el problema de Dios, Santo Tomás de Aquino busca ofrecer argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios, ya que, aunque Dios es una verdad de fe, no es inmediatamente evidente para todos, pues no todos creen en Él. Para ello, diferencia entre la teología revelada (verdades de fe) y la teología natural (verdades de razón).
Santo Tomás demuestra la existencia de Dios mediante cinco vías, que comienzan con un proceso de observación, desarrolladas en la Suma Teológica:
Una vez Santo Tomás ha demostrado la existencia de Dios, su reflexión sobre la realidad continúa diferenciando entre esencia y existencia. La esencia de una cosa es aquello que define lo que es esa cosa y la naturaleza de ese ser. La existencia se refiere al hecho de que algo es y que realmente existe en el mundo. Estos dos conceptos están separados, ya que la esencia de una cosa no implica su existencia, por lo que la existencia es un añadido a la esencia (en el caso de las cosas contingentes creadas). Según Santo Tomás, en Dios esencia y existencia son lo mismo, ya que existe necesariamente y por sí mismo. Por lo tanto, Dios es el fundamento último de la existencia y la causa de todo ser.
Descartes es un filósofo moderno que crea una nueva filosofía tan evidente como las matemáticas, es decir, que está basada en una verdad absolutamente segura que se alcanzará mediante un método de investigación que debe ser universal y que use la razón para alcanzar esa verdad absoluta. Lo refleja en su obra Discurso del Método, y tiene cuatro reglas:
Es preciso encontrar un principio sólido del cual podamos deducir el resto de verdades, y Descartes lo hace mediante la duda cartesiana, que, a diferencia de la escéptica, consiste en rechazar toda creencia que pueda generar duda. Esta duda es radical, ya que busca un principio indubitable, y universal, ya que afecta a todos los conocimientos. En su obra Meditaciones Metafísicas, examina aquello que nos puede causar dudas, que son los sentidos, los pensamientos más básicos e incluso algunos conocimientos seguros como los matemáticos, que explica con la teoría del genio maligno, diciendo que interviene en las operaciones mentales haciendo que creamos como verdaderas algunas cosas falsas.
Hay que poner en duda todo, pero a partir del lema de San Agustín (si fallor, sum – si me equivoco, existo), defiende que hay una verdad indubitable: si pensamos, entonces existimos (cogito ergo sum). Partiendo de la idea de que, si dudamos, existimos, Descartes dice que dudar nos hace imperfectos y hace una clasificación de ideas:
Esta idea de Dios no viene de un ser imperfecto, sino que viene de Él mismo, ser perfecto, por lo que nos ama. Descartes termina rechazando la idea de genio maligno, ya que, si Dios nos ama, no nos engañaría, por lo que todo lo que conocemos del mundo es verdadero. La solución planteada por Descartes es desarrollada mediante un método con el cual halla un principio sobre el que fundamentar el resto de verdades sobre Dios y la naturaleza.
Dios tiene un papel muy importante en el pensamiento cartesiano, ya que nos proporciona conocimientos verdaderos. Descartes demuestra en el Discurso del Método que existimos porque dudamos y, para no caer en el solipsismo (la creencia de que solo existe uno mismo encerrado en la mente), decide mostrar mediante la razón la existencia de Dios.
La idea de Dios es la única que representa una sustancia perfecta e infinita, por lo que no ha podido ser creada por un ser imperfecto como el ser humano. Por lo tanto, la idea de Dios no viene del ser humano, sino que viene de Él mismo, que nos ha puesto su propia idea en la mente.
También demuestra su existencia con una versión del argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury, que explica que a Dios no se le puede concebir con imperfecciones, ya que es perfecto, y si un ser imperfecto existe, entonces un ser perfecto necesariamente tiene que existir. Por tanto, la existencia forma parte de la misma esencia de Dios, al que no puede faltarle ninguna perfección. Al demostrar la existencia de Dios, el ser humano puede conocer el mundo sabiendo que existe, ya que se desmiente la teoría del genio maligno, pues un ser perfecto como Dios no nos engañaría. Con esto demuestra que el mundo que conocemos es verdadero.
Descartes desarrolla en su obra Meditaciones Metafísicas una teoría de la realidad mediante la que explica el problema del ser humano, donde establece un dualismo radical. En la metafísica cartesiana, el concepto central es la sustancia, que es el último soporte de las cualidades. El ser humano y la realidad están compuestos por dos sustancias:
Hay una tercera sustancia infinita que existe por sí misma, la res infinita (Dios).
Una de las bases fundamentales del pensamiento cartesiano es el mecanicismo, que representa una visión determinista de la realidad. Según Descartes, todo lo material sigue unas leyes mecánicas, considerando al universo como un sistema ordenado y predecible creado por Dios, quien lo puso en marcha. Desde que Dios lo puso en marcha el día de la creación, no ha sido necesario que vuelva a intervenir. Todo fenómeno natural actúa de forma mecánica, incluso los animales, por lo que Descartes destruye el pensamiento aristotélico acabando con la causalidad final.
Respecto al problema del ser humano, Descartes explica que, además de tener alma, los cuerpos de los seres humanos son res extensa, ya que siguen las leyes mecánicas. Plantea un dualismo, al igual que Platón, para explicar la naturaleza del ser humano. Existe un dualismo radical entre mente y cuerpo, ya que el alma es inextensa, pero el cuerpo ocupa espacio. De ahí surge la pregunta de cómo se relacionan estas dos sustancias, ya que cuando nos ocurre algo físico también lo percibimos con la mente. Descartes responde a este problema explicando que la glándula pineal, situada en la base del cerebro, permite al cuerpo interactuar con la mente, actuando como punto de unión. Sin embargo, esta idea no es verídica y ha sido refutada posteriormente por otros filósofos.
Hume es un filósofo empirista que basa el conocimiento en la experiencia. En Investigación sobre el entendimiento humano, busca descubrir los principios que operan en la mente, examinando elementos simples y las conexiones entre ellos que crean estructuras más complejas.
Para Hume, las impresiones son datos obtenidos mediante la experiencia y los sentidos, y los divide entre simples y complejas. Por otra parte, defiende que las ideas son débiles huellas que las impresiones dejan en la mente y van degradándose. Distingue impresiones de ideas mediante la vivacidad (las impresiones son más vivaces).
También distingue entre:
Las ideas se pueden asociar según la semejanza, la contigüidad espaciotemporal y la relación causa-efecto.
Hume cuestiona si la conexión entre objetos e ideas es la misma según el principio de causalidad. Hace una crítica a la causalidad explicando que esta no existe como una conexión necesaria, sino que estamos acostumbrados al hábito, pero no hay otro motivo para pensar que una causa va a seguir su efecto. Esto lo explica posteriormente un filósofo británico con la fábula del pavo inductivo, en la que el pavo confía en que va a ser alimentado a diario por hábito, hasta que un día le matan. Concluye con que no se puede asumir que el futuro será una simple extensión del pasado. Tras esto, Hume añade que las leyes causales que la ciencia afirma que existen en la realidad no son ideas absolutas, pues sus axiomas son ideas complejas producidas por procesos mentales a partir de los datos que proporcionan los sentidos.
El sistema de Hume conduce al escepticismo y a la destrucción de las categorías cartesianas:
Hume, respecto al problema de la ética, explica en el Tratado sobre la naturaleza humana que no se puede confiar en la razón. Esto no significa que caiga en un relativismo en el que todo está permitido, por lo que hay que preguntarse por qué critica la razón y cómo fundamenta su teoría ética.
Respecto a la primera pregunta, Hume explica que la razón solo se encarga de describir y analizar las imágenes, pero no es capaz de decir cómo debe ser la realidad, pues solo se analizan las características sensibles, sin entrar en la idea de bien ni de mal (no se perciben en las impresiones). Además, distingue entre el ámbito del ser, que es pura descripción, y el ámbito del deber ser, que es la prescripción, el bien y el mal simplemente aconsejan. Este ámbito del deber ser es la llamada falacia naturalista, que se produce cuando alguien intenta derivar un juicio moral o ético a partir de un hecho meramente descriptivo; porque la descripción y la prescripción no tienen por qué ser la misma.
Respecto a la segunda pregunta, Hume defiende el emotivismo moral, basado en los sentimientos. Según Hume, los seres humanos no hacemos cosas malas por la reprobación interna, que son los sentimientos morales. Esto debería llevar al relativismo, pero existe una naturaleza humana común a todos los hombres y las pautas por las que se regulan los sentimientos morales están sometidas a cierta regularidad. Hume explica que la emoción que fundamenta la ética es la simpatía, pues regula el comportamiento humano tanto como la benevolencia o el deseo de ser útiles a los demás. Es por ello por lo que cuando algo nos resulta útil lo consideramos bueno, y basado en la simpatía y el deseo de ser útiles a los demás, actuaremos de manera que sea útil para el resto. Esto refleja un optimismo antropológico, pues existen inclinaciones humanas buenas que deben ser potenciadas para alcanzar un bien común que sea útil a toda la sociedad y que se asienta sobre los sentimientos morales que todos los seres humanos sentimos.
Kant es un filósofo de la Edad Moderna que, influido por la Ilustración, buscó una nueva filosofía, trascendental y radical, diferente al racionalismo y al empirismo. En su obra Crítica de la razón pura, desarrolla una síntesis con la que revolucionará toda la filosofía anterior al establecer que el conocimiento humano depende de las estructuras cognoscitivas del sujeto, con las que podrá alcanzar el conocimiento universal y necesario. A este cambio se le conoce como el giro copernicano de la filosofía, pues Kant explica que la mente no es mera receptora pasiva del conocimiento, sino que tiene una participación activa en él, y todo lo que sea necesario y universal en el conocimiento necesariamente habrá sido puesto en el objeto por el propio intelecto.
Posteriormente, distingue entre:
Y entre:
Hasta Kant, siempre se había pensado que los juicios analíticos eran a priori, y los juicios sintéticos eran a posteriori, pero Kant introduce los juicios sintéticos a priori, que amplían la información del sujeto, pero sin recurrir a la experiencia y son universales y necesarios, además de la base de ciencias como la matemática o la física.
Para comprender la existencia de juicios sintéticos a priori, Kant recurre a las tres facultades del intelecto humano:
Kant, además, distingue entre fenómeno, que es la realidad tal y como la perciben los sentidos, condicionada por las estructuras de la mente, y noúmeno, que es la realidad en sí misma, pero que no puede conocerse por nuestra experiencia, por lo que solo podemos percibir los fenómenos, pues todo conocimiento humano está mediado por las formas a priori de la intuición y del entendimiento.
Kant llega a la conclusión de sustituir la metafísica por la filosofía trascendental, que estudia cómo el intelecto aplica las formas a priori a los objetos de conocimiento, haciendo una crítica de la razón al establecer unos límites porque tiende a extralimitarse y desprenderse de los límites de los sentidos con sus ideas trascendentales (Dios, alma y mundo), sentando así las bases de la filosofía moderna.
Rousseau es un filósofo que pertenece a la corriente del contractualismo, que es la justificación y explicación de la existencia de las sociedades políticas y el poder en ellas.
Por su parte, Rousseau no ve necesario a un soberano, ya que entiende el paso del estado de naturaleza al estado social como una degeneración causada por la desigualdad social que provoca la propiedad privada y los derechos que la protegen. Rousseau propone una perspectiva antropológica optimista en la que el ser humano vive en armonía en el estado de naturaleza sin la propiedad privada.
En su obra El contrato social, Rousseau busca una solución para esta degeneración. Cada individuo formará parte del soberano creando unas leyes conjuntas, y además se someterá a la voluntad general obedeciendo a estas leyes para ser libre. Para que funcione, todos los individuos deben renunciar a todos sus derechos para encontrarse en situación de igualdad. Con esta renuncia de derechos y la sumisión a la voluntad general, los individuos lograrán la libertad (ya que obedecen a sus propias leyes). Si la voluntad individual es distinta a la general, se obligará al individuo a seguir la voluntad general, obligándole así a ser libre.
En conclusión, la teoría del buen salvaje de Rousseau lleva a un contrato social basado en la participación ciudadana (crean y obedecen las leyes), donde los ciudadanos renuncian a sus libertades individuales por una superior, para alcanzar la armonía similar a la del estado de naturaleza.