Portada » Magisterio » Fundamentos Pedagógicos: Inteligencias Múltiples, Evaluación Alternativa y Fracaso Escolar
Gardner define la inteligencia como la capacidad de resolver problemas y de crear productos que tienen un valor cultural. Todos los individuos poseen estas inteligencias, cada una en mayor o menor grado.
El término fracaso escolar se presenta de forma neutra, pero esconde la intención de seguir depositando la responsabilidad del fracaso en el alumno. La mayoría de los afectados pertenecen a los sectores más desfavorables de la población. Coexisten factores socioculturales bajo la premisa “se es así porque se quiere ser así”. Este último razonamiento está basado en una lógica de pensamiento individualista y voluntarista. Históricamente, fue considerado de manera reduccionista, aislando las causas y tratando de explicarlas solo desde algunas perspectivas.
La primera explicación fue de índole individualista. Este enfoque desconoce el contexto sociocultural, familiar y, sobre todo, escolar, y lo atribuye a la responsabilidad individual del alumno. Este fracaso fue interpretado como patología o enfermedad, cuya medición se realizaba a través de los test de inteligencia.
Quienes destacan el papel de la familia en el fracaso escolar señalan la existencia de una distancia cultural: “ellos no hablan como nosotros, ellos no visten como nosotros”. Esta es una mirada reduccionista: la culpa la tiene la familia.
Existe una relación proporcional. Se observa que la calidad educativa ofrecida a los sectores de alumnos populares generalmente es inferior a la que reciben los sectores medios o altos. El fracaso escolar muestra la tendencia a la expulsión por parte del sistema de los niños que no responden a las características del alumno medio, para quienes están diseñados los contenidos pedagógicos y las técnicas de conocimiento. La culpa del fracaso escolar la tiene el sistema educativo y no el niño o la familia.
El éxito o el fracaso en los aprendizajes de los alumnos depende de factores como el contexto social, político y ambiental, las características individuales, y las condiciones curriculares, didácticas y organizativas-institucionales. Un factor importante del fracaso escolar es la cultura escolar, que supone la igualdad de oportunidades iniciales para todos los niños. La cultura escolar presupone un grupo homogéneo y, al aflorar la diversidad de los alumnos, la interpreta como deficiencia y la convierte en patología. El fracaso escolar requiere un abordaje holístico. Es necesario reconocer que las diferencias no son exclusivamente de “actitudes” de los alumnos, sino que residen en la relación de ellos con el mundo social y escolar. La mirada holística-pedagógica mira todas las variables, la totalidad, y no deja ninguna fuera (ejemplo: película Escritores de la libertad).
La evaluación comprensiva y alternativa se centra en varios principios clave:
Son las pautas, reglas, características o dimensiones que se utilizan para juzgar la calidad del desempeño del estudiante, es decir, conocer qué se quiere evaluar, cómo se va a instrumentar, etc. Expresan las características que deben estar presentes en el trabajo del alumno para considerar que se ha logrado el objetivo.
El modelo selectivo trata de forzar la ubicación de los alumnos dentro de parámetros teóricos, estadísticos, organizativos y, por ende, artificiales y externos.
El alumno modelo es aquel que ajusta su aprendizaje a las expectativas clásicas de la institución escolar.
La evaluación pone de manifiesto algunos de los aspectos de su alcance clasificatorio en función de la selectividad escolar. A través de la misma se establecen los criterios para dar cuenta del aprendizaje por parte de los alumnos, así como de su desempeño. También se concentran las desigualdades entre lo que se propone como ideario de una escuela para todos y la realidad de las diferencias. Se valora en términos de comparaciones, competición y distinción. Se evalúa en relación con un ideal (ideal de enseñanza del alumno y del maestro).
Está sustentada en una pedagogía que se opone a la selección jerárquica y propone una voluntad explícita de desarrollar a los alumnos en un contexto escolar respetuoso de la diversidad personal y colectiva. La educación está centrada en las posibilidades educativas. Parte de la diversidad y de la autonomía institucional, y posee un currículum para la vida. Educa, no selecciona, y requiere una organización escolar basada en la actitud solidaria y cooperativa. Desarrolla la autonomía personal, social y el respeto por la diversidad. La enseñanza diferenciada es considerada como un modo habitual de enseñar. Es capaz de dar educación de calidad a todos los niños.
La escuela en y para la diversidad plantea cambios de actitud de los docentes y en su formación. Los cambios operan en tres planos:
El uso del tiempo y del espacio puede ser flexibilizado y adecuado a las condiciones de los alumnos. El mérito de la escuela integradora reside no solo en ser capaz de dar una educación de calidad a todos los niños, sino en que su voluntad explícita es eliminar las actitudes discriminadoras y crear comunidades que incluyan a todos.
En la escuela, los maestros organizan y ponen en marcha acciones para que sus alumnos aprendan lo que ellos intentan enseñar. Esto nos introduce en el campo de la formación docente, entendida como la formación continua en sus tres instancias: Formación de grado, formación en la práctica o en ejercicio, y capacitación docente o campo de investigación.
Según Ferry, la formación docente consiste en adquirir ciertas formas para cumplir ciertas tareas (un oficio, profesión o trabajo). Para él, esta se sitúa en dos extremos:
Según Bachelard, la formación se vincula con la deformación y la reformación, es decir, que el docente debe tomar la formación como un riesgo, rompiendo estructuras viejas para volver a formarse.
Para que la formación profesional sea posible en las tres instancias, debe ser espiralada, dialéctica e interactuada, para dar respuestas a nuevos modelos de vida (si algo no se entiende, hay que retroceder y volver a explicarlo de nuevo).
Como docente, es necesario tener un mínimo de conocimientos generales (capital cultural básico).
Es una postura educativa que reconoce la existencia de diferencias entre los sectores humanos en sentido positivo. Esta postura ubica al alumno, al docente, al saber y al saber hacer en el centro del proceso educativo. La concepción de la Formación Docente para la Diversidad solo puede desarrollarse con los llamados modelos holísticos, que favorecen la gestión de otros alternativos. En estos modelos, se valora la investigación sobre la práctica, lo que demanda constante evaluación y autoevaluación de los actores.
Proponemos una formación basada en la cultura del pensamiento que jerarquice la indagación en la práctica educativa para la resolución de problemas. La actitud crítica y reflexiva, tanto en el nivel personal como profesional, favorece la formación del docente autónomo, que es, en definitiva, la característica primordial para el desempeño en la educación en y para la diversidad.
En síntesis, la Formación Docente requiere, entre otras características, apertura, crítica a las innovaciones, fundamentación de las estrategias pedagógicas, capacidad de evaluación objetiva del contenido que se enseña, apertura al trabajo interdisciplinario, autoeducación y rigor de autocrítica: todas ellas, condiciones de la competencia para la educación intercultural.
“Existe una doble adaptación: por un lado, las necesidades del alumno y su voluntad para aprender; y por otro, lo exigido por el conocimiento estudiado y su objetivo. Hay dos elementos claves para el docente: cuerpo de conocimiento sobre la diversidad y la autonomía en su práctica.”
