Portada » Psicología y Sociología » Fundamentos de la Moralidad: Conciencia, Libertad y Perspectivas Éticas
Los elementos que intervienen en la definición de los actos morales son dos. El acto moral es una acción voluntaria y sometida a valoración ética.
Para comprender la acción voluntaria, es útil distinguir diferentes tipos de movimientos y acciones en los seres vivos:
Existen dos perspectivas principales sobre cómo surge la conciencia moral:
Se considera que, por el mero hecho de existir, todos los seres humanos poseerían esta capacidad desde su nacimiento y para siempre. Según esta visión, los sofistas en el siglo XIX (Nota: referencia histórica particular del texto original) eran los únicos que no defendían esta posición.
La conciencia moral se adquiriría gracias a la evolución natural o histórica, o al desarrollo de las relaciones sociales. Desde este punto de vista, puede que no surja la conciencia moral en algún ser humano, y se puede pensar en la posibilidad de conciencia moral en seres no humanos. La conciencia moral es, y no puede dejar de ser, más que su contenido.
El conductismo y el psicoanálisis han remarcado que la moral se origina mediante procesos de aprendizaje. Así pues, se podría decir que nuestro proceder moral sería heterónomo (regido por otros) o autónomo (regido por uno mismo).
Para Lawrence Kohlberg, existe una evolución de la conciencia moral en todos los seres humanos, desde la primera infancia hasta estados más adultos. Lograr la plena autonomía moral es un hito que se conseguiría al superar estadios anteriores de heteronomía.
La delimitación del concepto de libertad puede abordarse desde dos perspectivas fundamentales:
Si miramos la libertad desde este punto, tendría un sentido negativo: como posibilidad de separarse de algo o sacudirse un peso o un yugo. Se identifica con la posibilidad de eliminar cualquier atadura o traba que impida el pleno desarrollo de una persona. Esta libertad se relacionaría con el individualismo humano. En esta libertad radica el drama del individuo que sólo busca su ansiada y preciada libertad.
Desde esta perspectiva, se entiende la libertad como posibilidad de autodeterminación y de autodominio, para realizar un objetivo, alcanzar una meta o cumplir un fin.
Para intentar dar cumplimiento a aquella reivindicación de la Revolución Francesa sobre la igualdad, la justicia presenta un doble carácter:
Se entiende al ser humano como medida de todas las cosas. Debido a esto, si algo tiene valor, es porque al ser humano le sirve para algo. Desde el punto de vista de la ética ecológica, esto significa que los problemas ambientales son importantes en función del bienestar del ser humano y han de evitarse. Sin embargo, para el antropocentrismo, lo que importa no es el estado de los bosques en sí mismo, sino cómo ese estado nos afecta a nosotros.
Desde esta perspectiva ética, todos los seres con capacidad de sentir (sufrir y disfrutar) merecen ser considerados moralmente. Esto incluye a todos los animales que poseen la capacidad de tener experiencias positivas o negativas, sean humanos o no. Anteriormente, en la cultura occidental predominante, a los animales sólo se les otorgaba un valor instrumental.
Esta posición ética defiende que todo ser, por el hecho de estar vivo, merece respeto moral. Así pues, en esta perspectiva se amplía el campo de consideración moral al incluir a los seres con conciencia (humanos), sensibilidad (animales) y a los seres vivos en general. Esto es así porque todo ser vivo, intrínsecamente, valora la vida. Esto significa que, cuando interactuamos con la naturaleza, debemos atender a cuáles son los resultados de nuestra acción para los seres vivos moralmente más significativos.
Teoría ética que mantiene que lo moralmente relevante es la biosfera en su conjunto y los grandes ecosistemas que la forman, no los individuos aislados. Así pues, el valor que se debe respetar siempre es el del conjunto (el ecosistema, la biosfera) y no prioritariamente el de los individuos que lo componen.