Portada » Filosofía » Filosofía de Ortega y Gasset: Razón Vital, Perspectivismo y la Realidad Humana
En El tema de nuestro tiempo (1923), Ortega y Gasset busca trascender las filosofías alemanas predominantes en su época (como el idealismo, el neokantismo o la fenomenología) y propone una nueva forma de pensar: la razón vital. Para él, la vida concreta de cada persona es el punto de partida del conocimiento, no las ideas abstractas. Asimismo, le preocupaba el atraso cultural de España y creía que era necesario modernizar el pensamiento para conectarlo con la realidad del ser humano.
El circunstancialismo de Ortega parte de la célebre idea: “yo soy yo y mi circunstancia”, que expresa que el ser humano solo se comprende en relación con el entorno que lo rodea. Esta circunstancia incluye tanto elementos culturales, como la Biblia o Platón, como otros cotidianos, por ejemplo, el río Manzanares. Todo lo que rodea al individuo es esencial y debe ser comprendido para que el yo pueda realizarse. Así, Ortega propone empezar la reflexión filosófica desde lo cercano para alcanzar lo universal.
El perspectivismo de Ortega y Gasset afirma que la realidad solo puede ser comprendida desde la perspectiva concreta de cada individuo, es decir, desde su situación vital y sus circunstancias. Rechaza la idea de una verdad única, absoluta y universal, defendida por el racionalismo, y también evita caer en el relativismo, donde todo punto de vista sería igualmente válido sin posibilidad de entendimiento. Para Ortega, cada perspectiva muestra un aspecto verdadero del mundo, y solo al complementar distintas visiones podemos acercarnos a una comprensión más objetiva. Así, el perspectivismo busca una verdad que respete la diversidad de puntos de vista sin renunciar a la objetividad.
Ortega rechaza tanto el relativismo, que niega la posibilidad de alcanzar la verdad y lleva al escepticismo, como el racionalismo, que busca una verdad única y eterna, ignorando la complejidad de la vida real. Frente a ambos, propone el perspectivismo: cada persona capta un aspecto verdadero del mundo desde su punto de vista. Estas visiones no se excluyen, sino que pueden complementarse. La verdad no es absoluta ni inalcanzable, sino que se construye al integrar múltiples perspectivas. Así, Ortega busca una verdad dinámica, adaptada a la condición humana.
Ortega critica tanto el vitalismo como el racionalismo. El vitalismo, defendido por filósofos como Bergson o Nietzsche, rechaza la razón como único modo de conocer la realidad y afirma que el conocimiento debe ser intuitivo y acorde al devenir. Ortega acepta los límites de la razón, pero no la rechaza, sino que critica los excesos racionalistas, que intentan explicar todo con la razón, ignorando lo irracional. Además, refuerza su crítica al idealismo de Descartes, afirmando que la vida precede al pensamiento, ya que el pensamiento es solo una parte de la experiencia vital. El raciovitalismo de Ortega destaca la importancia de la razón, pero la sitúa después de la vida, que es la realidad radical y el punto de partida de la filosofía.
La vida humana es personal, consciente de sí misma y circunstancial, ya que siempre está determinada por las circunstancias en las que se desarrolla. La razón entra en juego para dar sentido a la acción humana, pero es consciente de sus límites y no busca una verdad universal. Además, la vida humana es un proyecto libre, pues el ser humano tiene la capacidad de decidir y actuar, sin estar determinado por factores biológicos o históricos. Ortega destaca que el ser humano, a diferencia de los animales, es un «heredero» de la historia, ya que vive influenciado por las creencias y conocimientos transmitidos por generaciones anteriores. La vida humana es cambiante y mutante, pues depende tanto de lo heredado como de lo que cada individuo decide hacer con ello. Para comprender la historia, Ortega sugiere dividirla en generaciones, cada una enfrentando los problemas con una “sensibilidad vital” única.
Ortega considera que la verdad es un proceso continuo de descubrimiento, no una adecuación estática entre nuestras ideas y la realidad. Al rechazar el error absoluto, sostiene que cada perspectiva tiene una parte de la verdad, y estas se complementan entre sí. La verdad es histórica, se desvela poco a poco según el contexto y la perspectiva del individuo, y se reconfigura constantemente. No es un concepto definitivo, sino un desvelamiento progresivo que varía según la época y las circunstancias.
Descartes, considerado el padre del racionalismo, creía que la razón era la herramienta para alcanzar una verdad absoluta y universal. Su famosa frase “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo) resume su idea de que el pensamiento es el punto de partida para conocer la realidad, independientemente de las circunstancias. Para él, la razón permitía descubrir verdades claras y distintas, válidas en todo tiempo y lugar.
En cambio, Ortega y Gasset rechaza esta visión, proponiendo que la verdad es múltiple y se construye a partir de diversas perspectivas, influenciadas por las circunstancias y la historia personal de cada individuo. Mientras Descartes buscaba un conocimiento unificado y eterno, Ortega creía que la razón está limitada por la vida humana y sus contextos específicos.