Portada » Lengua y literatura » Explorando la Narrativa y el Teatro Modernista Catalán: Autores y Obras Clave
Joan Maragall había denunciado en 1901 la situación diglósica de la poesía sobre la narrativa en el modernismo y los peligros que este desequilibrio comportaba. Había dificultades en la edición y comercialización de novelas en catalán, así como problemas de orden estético. La crisis del positivismo y de la novela realista-natural desprestigió a todo el género de la novelística, especialmente a la novela de denuncia-verdad.
La solución de la crisis decantó la narrativa modernista hacia la tradición decadentista y simbolista francesa, e hizo resaltar un elemento que el naturalismo había dejado de lado: la emotividad. El artista debía buscar la esencia de la emoción dentro del proceso creativo y alcanzar con intensidad la vida interior que se escondía detrás de las apariencias. Esto dio origen a la novela simbólica.
Las novelas más representativas reprodujeron la realidad social a través de la concepción simbolista del acto creativo y de una ideología de contenido vitalista: la obra de arte era el resultado del choque entre la subjetividad del artista y el mundo exterior. El tema principal fue la lucha entre el yo y la naturaleza, el ser humano y el mundo.
Es importante analizar el marco geográfico del escenario social de las novelas modernistas.
Ramon Caselles y Josep Pous i Pagès, y los dramas de Víctor Català.
Caterina Albert, nacida en L’Escala en 1869, falleció en 1966. Nunca se casó y, desde 1904, vivió entre L’Escala y Barcelona. Su obra tuvo una gran influencia en las generaciones posteriores de narradores y narradoras.
Su literatura más destacada corresponde a los primeros años de su producción.
Víctor Català fue una escritora de formación autodidacta. Los estudiosos de la literatura la adscriben al naturalismo y al modernismo de la primera época, junto a otros autores de la narrativa rural como Ramon Casellas y Joaquim Ruyra. La mayor parte de su producción es una muestra de las características esenciales de la narrativa modernista:
La narrativa de Víctor Català se puede clasificar en cuatro etapas:
Aunque también cultivó la poesía y el teatro —su gran pasión—, no destacó en ninguno de estos dos géneros.
Solitud fue encargada en 1902 por la revista Joventut. Se publicaban semanalmente algunos capítulos. La novela no empezó a publicarse en su totalidad hasta mayo de 1904. Su origen se encuentra en un cuento ya existente o esbozado.
La novela se terminó de publicar en abril de 1905 en forma de folleto semanal.
El conflicto interior y el dolor de una mujer solitaria que lucha contra un entorno social y físico opresivo, con el objetivo de superar la insatisfacción de su vida y lograr la realización personal a través de la búsqueda del amor y la libertad. El precio que debe pagar por su realización personal es la marginación y la soledad.
La historia de Solitud es la del ser humano, situado entre el bien y el mal, entre la pureza y la santidad, las bajas pasiones y el diablo. La montaña simboliza los elementos externos e internos que determinan el destino trágico de la protagonista, por lo que la novela describe un escenario de proporciones místicas y sobrenaturales.
El teatro apareció tardíamente respecto a las otras manifestaciones artísticas. Un ejemplo representativo fue Santiago Rusiñol. Los modernistas sentían una gran atracción por el teatro, entendiéndolo como la manifestación más libre y anticonvencional del arte total.
Significó una plataforma de expresión y difusión de ideas para los sectores más jóvenes, modestos y marginales de los intelectuales modernistas.
A finales del siglo XIX, el teatro cambió el patrón del teatro romántico y semirrealista de la Renaixença, adoptando los nuevos modelos que venían del Norte de Europa. La producción teatral se dividió en dos grandes tendencias:
Los autores también se adscribieron a dos grupos principales:
El Modernismo fue un movimiento fugaz que, aunque empezaba a ser aceptado por la burguesía, los autores no supieron adaptarse a la nueva corriente y dejaron de escribir para la escena. En 1913, el teatro modernista cayó en una situación decadente, estrenándose pocas obras.
El teatro regeneracionista se propuso denunciar las injusticias sociales y despertar la conciencia moral y política de los ciudadanos. El principal autor extranjero fue Ibsen, cuya producción inicial se caracterizó por obras de carácter naturalista, pero cuya última etapa tuvo un marcado carácter simbolista. Ibsen tenía el propósito de enaltecer la más radical autonomía moral del individuo como única forma de regeneración de la sociedad.
Tema principal: el individuo marginado y portador de la verdad liberadora enfrentado a la sociedad ignorante y alienada.
La otra vertiente del teatro modernista es la apuesta estética de los partidarios del arte por el arte, es decir, el teatro simbolista. Apel·les Mestres fue el primer representante de este tipo de teatro y el introductor de los modelos franceses y, sobre todo, ingleses.
Una de las figuras más relevantes de la escena modernista fue:
Adrià Gual, artista polifacético dedicado a la pintura, el figurinismo, la escenografía, además de la escritura. Su labor teatral se centró en la pedagogía: además de representar sus obras, intentó dar estabilidad a la formación de actores y actrices, y a todos los oficios necesarios para el nuevo teatro que querían impulsar. Alternó, como Santiago Rusiñol, el drama naturalista de ambición regeneracionista y un teatro mucho más elitista y simbolista.
La aportación de Santiago Rusiñol a la escena modernista es subsidiaria de su labor como dinamizador cultural, pintor e, incluso, novelista.
L’auca del senyor Esteve (1917), una reelaboración de la novela del mismo título de 1907.
Sus primeras obras defienden una sociedad que debe mantenerse al margen de los asuntos materiales y, en consecuencia, de las reivindicaciones sociales, y debe vivir abocada a la belleza, ya que es la única manera digna de estar en el mundo. Esta prédica esteticista, en la que los artistas son una minoría de elegidos capaces de guiar a la masa social, no hace sino reproducir el enfrentamiento típicamente modernista entre el artista y la sociedad.