Portada » Geología » Evolución Geológica de la Península Ibérica y los Archipiélagos
El relieve peninsular se divide en dos grandes conjuntos litológicos:
Se trata de un archipiélago volcánico situado en la Placa Africana. Su formación se generó a partir del final del Mesozoico y está compuesto por siete islas y seis islotes.
Este periodo marca el nacimiento de Pangea. Durante este proceso, las masas continentales de Laurasia y Gondwana se aproximan y colisionan con una placa menor, denominada Armórica. Este choque produjo una fase de vulcanismo que hizo emerger rocas plutónicas, principalmente graníticas.
Como resultado, se generó un importante geosinclinal al sur, dando lugar al Mar de Tetis, y otro al norte, que originó la cuenca Asturiana-Pirineos, consolidando la Cordillera Hercínica o Varisca.
Posteriormente, se produjo la separación de Pangea, lo que dio lugar a los actuales continentes. En consecuencia, los restos de la Cordillera Hercínica o Varisca se encuentran hoy distribuidos en diferentes continentes: América, África y Europa.
Actualmente, se localiza principalmente en la mitad occidental de la península ibérica, aunque también tiene presencia en la Cordillera Ibérica y en los Pirineos. Está compuesto por rocas plutónicas y metamórficas. El Macizo Ibérico se subdivide en seis zonas principales:
Al final del Paleozoico, se inició un proceso de erosión en el Macizo Ibérico. Esto permitió que afloraran materiales precámbricos en las zonas Centroibérica, Asturoccidental-Leonesa, Cantábrica, Ossa-Morena y Sudportuguesa.
El Mesozoico se divide en tres etapas fundamentales para la configuración del relieve:
Durante el Mesozoico, se iniciaron tensiones laterales en Pangea entre las futuras placas Euroasiática y Africana. Estas tensiones afectaron a la península, generando profundas y abundantes fallas en el basamento de la Cordillera Varisca. Estas fallas provocaron que algunos bloques se elevaran y otros descendieran; en los bloques hundidos, se produjeron constantes regresiones y transgresiones marinas.
La pequeña placa Ibérica quedó situada entre las placas Euroasiática y Africana, permitiendo que el Mar de Tetis se conectara con el Atlántico. En este punto, la «península» era geográficamente una isla ibérica.
En términos generales, el Mesozoico se considera un periodo de calma tectónica donde predominó la erosión y la sedimentación. Los materiales depositados eran plásticos, tales como calizas, areniscas y margas. En las fosas más profundas (Pirineos y Cordilleras Béticas), se acumularon grandes espesores de sedimentos marinos, a veces de varios kilómetros, mientras que la erosión de la Cordillera Varisca rellenaba las cuencas sedimentarias.
A finales del Cretácico, la apertura de la dorsal Atlántica y el empuje de la placa Africana hacia el norte provocaron una rotación de la península. Su posterior choque con la placa Euroasiática dio lugar a la formación de los Pirineos.
La placa Africana continuó su desplazamiento hacia el norte. Al no poder absorber más deformación la región pirenaica, se inició la formación de las Cordilleras Béticas en el sur. Estas cordilleras son una rama del orógeno Bético-Rifeño en forma de herradura, que se extiende desde Baleares hasta el Estrecho de Gibraltar y la costa africana (Marruecos, Argelia y Túnez), rodeando la microplaca de Alborán.
Los esfuerzos tectónicos del Cenozoico generaron diversas cadenas montañosas dentro de la placa, entre las que destacan:
Estas cadenas poseen un basamento de rocas paleozoicas metamorfizadas del Macizo Ibérico, sobre las cuales se superpone una cobertera de rocas sedimentarias mesozoicas.
Los sedimentos de las cadenas alpinas rellenaron grandes cuencas durante este periodo:
La actividad volcánica en la península se manifiesta en tres regiones principales:
