Portada » Filosofía » Evolución de la Doctrina Social de la Iglesia: Pontificados y Encíclicas Clave
La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) es un conjunto de principios y normas que rigen la relación entre la Iglesia y la sociedad civil. Se refiere a la realidad social, política y económica de la humanidad, fundamentada en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia Católica.
Aborda la cuestión obrera, centrándose en la masa de proletarios que sufrían condiciones inhumanas de trabajo y denunciando los abusos. Defiende que el Estado debe intervenir subsidiariamente para asegurar los derechos de los más débiles.
Busca dar respuesta a una sociedad que atravesaba una crisis profunda y ofrecer una alternativa más global a los dos sistemas socioeconómicos vigentes: el capitalismo y el socialismo.
En sus documentos, los temas socioeconómicos ceden terreno en favor de las cuestiones políticas. Su preocupación principal fue la elaboración de unas bases para la convivencia social que eliminasen definitivamente la posibilidad de modelos autoritarios o totalitarios.
Juan XXIII contempla la cuestión social en su dimensión mundial. Analiza e ilumina tres grandes fenómenos de desequilibrio:
Hace una llamada a la solidaridad y cooperación, evitando nuevas formas de colonización, y presenta a Dios como la base del orden moral.
Se centra en el respeto a la dignidad del ser humano, a sus derechos y al bien común como base de la paz. Se considera la “Carta Magna” de la Iglesia sobre los derechos humanos. Fundamenta la paz en los grandes valores de la verdad, la justicia, la caridad y la libertad.
Ofrece una nueva visión en la relación Iglesia-Mundo: no son realidades antagónicas, sino autónomas e interrelacionadas que han de dialogar. Muestra una concepción humana del desarrollo y de la economía. El hombre es el autor, centro y fin de toda la vida social y económica, por ello debe ser el sujeto y protagonista del desarrollo.
Reafirma la doctrina sobre el trabajo como derecho y deber para colaborar en la obra de la creación y asegurar la subsistencia personal y de la familia. El trabajo dignifica a la persona y la inserta en la sociedad.
Denuncia los desequilibrios entre ricos y pobres, urge a una reforma de las estructuras sociales, impulsa la promoción de los pueblos del Tercer Mundo y la construcción de la comunidad internacional. Resalta la función social de la propiedad, fundamentada en el Destino Universal de los Bienes.
Trata la mundialización de los problemas económicos y sociales, y denuncia el creciente abismo que separa a unos países de otros. Define el Desarrollo como el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas. Según esta encíclica, el auténtico desarrollo tiene dos características: ha de ser integral y solidario.
Toma postura frente a las nuevas pobrezas y alerta sobre la degradación ecológica. Elabora criterios de discernimiento ante las ideologías y los movimientos históricos derivados de ellas, y promueve el compromiso sociopolítico de los cristianos como exigencia de la caridad y la lucha por la justicia.
Su tema central es el trabajo, al que considera la clave fundamental para entender la cuestión social. Plantea una espiritualidad del trabajo como participación en la obra del Creador, a través del cual el hombre colabora con Dios en la tarea de transformar todo lo creado. Analiza los dos grandes sistemas económicos (capitalismo y colectivismo) y considera imprescindible el respeto a los grandes principios: la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social y los derechos del trabajador.
Atribuye la culpa a la política de enfrentamientos de los bloques y señala las “estructuras de pecado” como causantes de las injusticias.
Atribuye el fracaso del socialismo real a su olvido de la trascendencia de la persona y a la ineficacia de un sistema económico que no respetaba los derechos a la libre iniciativa, la propiedad privada y la libertad. Al mismo tiempo, alerta sobre los peligros del capitalismo, impulsado por “valores” como el consumismo, el economicismo y la absolutización de la libertad económica, que es colocada por encima de los derechos de las personas.
Actualiza la doctrina sobre la propiedad, cuyo derecho está subordinado al destino universal de los bienes. Renueva la enseñanza sobre el papel del Estado, manifiesta el aprecio por la democracia y reafirma que la persona es el camino de la Iglesia. Este documento presenta la DSI como parte esencial de la Evangelización, fundamento y estímulo para el compromiso desde la caridad operante y la promoción de la justicia.
Explica la dimensión social del amor como parte irrenunciable de la tarea eclesial. El amor a Dios y al prójimo, especialmente al más necesitado, son inseparables. Centra su reflexión en la relación entre caridad y justicia. La justicia es tarea de la política y del Estado. La Iglesia, con su DSI, no pretende sustituir a las instituciones políticas, pero no puede estar ausente de la lucha por la justicia.
Desde la perspectiva del desarrollo y la centralidad de la persona, aborda numerosos temas:
Dos documentos suyos son particularmente relevantes en esta materia:
Estos documentos destacan principios clave de la DSI, como la centralidad de la persona, la solidaridad, la participación, la opción preferencial por los pobres, los derechos humanos y la destinación universal de los bienes.